Blog de artículos publicados en medios de comunicación.

27.5.12

VENDAVAL DE INTOLERANCIA



El jueves 17 de mayo se celebró el Día Internacional contra la Homofobia y Transfobia, centrado en la denuncia de la persecución y el hostigamiento que millones de personas sufren en todo el mundo por el mero hecho de su orientación sexual. Como objetivo, advertir sobre la persistencia de corrientes que continúan criminalizando la homosexualidad o que justifican o admiten la discriminación directa e indirecta de las personas en función de tal circunstancia. Y es que, aunque en los últimos años se han producido avances muy sustanciales en algunos países, que han superado situaciones previas de penalización de la homosexualidad y que avanzan hacia regulaciones legales igualitarias, a la par se detecta un incremento de las corrientes reaccionarias dispuestas a rescatar discursos que consideran a la homosexualidad poco menos que una desviación a erradicar. Estas posiciones contrarias al respeto a la diversidad de orientación sexual han adquirido una agresividad verbal y una capacidad de influencia destacable, amenazando con retrotraer las conquistas alcanzadas y con el retorno a la estigmatización de toda diferencia. En pocos lugares se libran de estas tensiones, porque en nuestro propio país, afortunadamente avanzado en este aspecto –pese a la oscura sombra del recurso deinconstitucionalidad del PP a la reforma del Código Civil en la materia-, han cogido brío las invectivas que algunos sectores, empezando por parte de lajerarquía católica, lanzan contra la igualdad y la libertad sexual, prioridad en su agenda de preocupaciones.
Otros ejemplos tienen tintes intensamente dramáticos, como los relatados por el activista hondureño de los derechos LGBT Álex David Sánchez, acogido en España por Amnistía Internacional para evitar que las amenazas y agresiones sufridas culminasen con su asesinato, como ha sucedido en su país con decenas de líderes sociales en los últimos años, particularmente desde el golpe de Estado del 28 de junio de 2009. Álex estuvo en Asturias estos días pasados, reuniéndose con autoridades y personas interesadas en conocer el incremento de la violencia ejercida contra homosexuales y transexuales en Honduras y la cadena de crímenes cometidos contra aquéllas personas que osan reivindicar su identidad y orientación sexual en libertad.
Desgraciadamente Honduras no es el único país que experimenta una regresión social de estas características. No hay más que ver la virulencia de los ataques que contra la libertad sexual se vienen desarrollando por parte de sectores reaccionarios en numerosos países, desde Europa Oriental hasta Israel, pasando por algunos países del África subsahariana y el mundo árabe. Para este escenario, algunos vectores convergen: el fundamentalismo religioso, el rechazo a toda diversidad –no sólo la de orientación sexual-, la dialéctica excluyente, la invocación de la pureza, el recurso a la fuerza como forma de supresión de la diferencia, etc., cóctel incrementado por las crisis políticas o las dificultades económicas. Precisamente los elementos que en el pasado reciente han estado presentes en las principales persecuciones organizadas contra las minorías, con efectos terribles en forma de crímenes monstruosos o profundas segregaciones. En ciertos casos, estas tendencias reaccionarias cuentan con la conformidad o la colaboración de los aparatos estatales, incorporando de forma más o menos abierta a sus legislaciones medidas de represión que evocan las categorías de peligrosidad social o directamente sancionan penalmente la homosexualidad. La novedad es que, aunque en algunos Estados estas limitaciones están felizmente bajo revisión, en otros la tendencia es inversa, con el caso de Uganda como paradigma del posible retroceso, con diversos intentos de modificar su legislación para castigar la homosexualidad con la pena capital e incorporarse a la vergonzosa lista de países en los que ser gay, lesbiana o transexual puede conllevar la ejecución, como sucede en Mauritania, Sudán, Yemen, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Irán y algunos Estados del norte de Nigeria.
Por eso conviene estar alerta, porque al igual que toda conquista en materia de libertades individuales nos engrandece, cualquier retroceso, aunque pensemos que no nos afecta directamente, supone un empobrecimiento moral que, más temprano o más tarde, pagaremos colectivamente.

Publicado en Oviedo Diario, 19 de mayo de 2012.

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17.5.12

EMIGRANTES DE NUEVO



En las últimas semanas Asturias ha acogido la muy recomendable exposición “La colonia”, sobre los inmigrantes españoles en Nueva York en la primera mitad del siglo XX, comisariada por el norteamericano James Fernández, él mismo descendientes de asturianos. Esta iniciativa, como otras relativas a nuestro pasado emigratorio, nos recuerda con acierto todos los relatos de esfuerzo, superación y combate contra la adversidad que jalonan el periplo de tantos y tantos de nuestros antepasados no tan remotos, subrayando además la importancia económica, política y cultural de este fenómeno en la histórica reciente. Es revelador de la magnitud de la corriente migratoria el dato de que entre 1880 y 1930, con el viejo imperio descompuesto y en vías de extinción, el número de españoles que cruzaron el Atlántico para iniciar una nueva vida en las Américas superó el de los que hicieron ese mismo viaje desde los inicios de la conquista. Una evidencia más que corrobora que la huella de la emigración es parte indispensable de nuestra historia y además nos une intensamente a los países de acogida. Quién más quién menos, en Asturias, tiene vivas muestras en los álbumes, recuerdos y relatos familiares porque nuestro recorrido tiene también que ver, con una fuerte intensidad, con el de los asturianos del exterior y sus descendientes.
Hoy, con la crisis económica, la falta de oportunidades e incluso las dificultades para ganarse la vida ante las que muchos trabajadores españoles se enfrentan, renace la emigración como alternativa vital entre una parte importante de la población. Retomamos el que durante muchas décadas de nuestra historia reciente fue un camino recorrido por otros muchos. Pero, aunque algunas decisiones siguen siendo difíciles, las cosas han cambiado sustancialmente, convirtiendo la búsqueda de un mejor destino laboral no en el drama y el desgarro que representaba a principios del siglo pasado o –aunque en menor medida- en los años 60, sino en una forma aparentemente atractiva de abrirse paso, con un camino de regreso que en principio se muestra abierto y, sobre todo, sin la amargura que, en aquéllos tiempos que ya parecen tan lejanos, representaban los impedimentos al retorno y al contacto con las raíces familiares.
Naturalmente, cuando el flujo migratorio en un país cambia de dirección y la tendencia de los últimos 20 años se revierte, con  una salida mayor de nacionales que la entrada de extranjeros, la modificación de fondo que delata es de proporciones significativas, Con la sacudida de la crisis ya no son sólo profesionales altamente cualificados o jóvenes con ganas de nuevos horizontes los que optan por cambiar de aires. Cada día la búsqueda de salidas con las que romper la dinámica del desempleo o la precariedad se convierte en una elección razonable para otras personas que hasta hace poco no contemplaban la emigración como respuesta a sus inquietudes.
Así las cosas, muchos españoles comienzan a advertir en primera persona la desagradable sorpresa de que, contrariamente a la convicción que el estatus arrogado nos confería, no es precisamente fácil que otros Estados, sobre todo fuera de la Unión Europea, permitan la residencia y otorguen la autorización para trabajar siguiendo una lógica similar –a veces igual de descarnada- que la de nuestra propia normativa de extranjería. De forma incipiente, las dudas y consultas sobre los trámites asociados al proceso emigratorio y concernientes a los derechos de los españoles en el extranjero comienzan a cobrar fuerza e interés, porque en otros países algunos descubren la incómoda  sensación de tener que reclamar activamente el derecho a trabajar y vivir fuera de nuestras fronteras.



Publicado en Fusión Asturias, mayo de 2012.

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15.5.12

CIRCUNSCRIPCIONES NECESARIAS


En los debates sobre el modelo institucional de nuestro autogobierno y sobre el sistema idóneo para la elección de los miembros del parlamento conviene que cualquier planteamiento venga precedido de una reflexión suficientemente amplia, evitando que las posiciones defendidas sean producto del mayor o menor interés electoral que, a la vista de la experiencia, una u otra alternativa tenga. Claro que todo puede discutirse y conviene no bajar la guardia cuando de examinar el grado de perfeccionamiento de un sistema de representación se trata. Pero, al mismo tiempo, es preferible evitar posturas que, originadas en buena medida por los condicionamientos electorales, conducen a análisis sesgados.
En el caso del sistema electoral asturiano, la disputa sobre la existencia de tres circunscripciones para la elección de los 45 diputados de la Junta General es añeja, como maduro es también dicho modelo, porque con él se han seguido los comicios autonómicos desde 1983 y es el que recoge la Ley autonómica que desde 1986 los regulan. Ahora la cuestión cobra nueva relevancia al ser esgrimido con ahínco –con cierta obstinación, quizá- por UPyD, que, al igual que IU, crítica también con el modelo, tienen importantes dificultades para conseguir alcanzar un escaño en las circunscripciones occidental y oriental, con el número de votos obtenidos.
Es cierto que decisiones que impliquen vincular la composición de una asamblea legislativa a circunstancias territoriales pueden causar distorsiones en la representación y que, por lo tanto hay que medir bien cómo se diseñan las circunscripciones (territorio, número mínimo de diputados, circunscripciones de restos, etc.), y aquí siempre caben correcciones que modulen esa potencial alteración. Precisamente en los trabajos previos para una posible reforma estatutaria desarrollados entre 2007 y 2008, lamentablemente frustrados, se había planteado la posibilidad de incrementar el número de diputados de la Junta General, de acuerdo además con las mayores competencias de nuestra Comunidad, lo que, de mantenerse las circunscripciones en su regulación actual, reduciría las diferencias entre el número de votos necesarios para alcanzar el primer diputado según la circunscripción. Sin embargo, por otros motivos bien diferentes –básicamente las estrecheces del erario público- no creo que nadie se plantee por el momento retomar esta opción.
En contraposición a las críticas cabe recordar que la existencia de circunscripciones permite una mayor cercanía –y control- entre electores y elegidos, asegura la presencia de representantes de las diferentes zonas geográficas y permite que el parlamento refleje la pluralidad de sensibilidades territoriales, que en Asturias son particularmente notables. Además, hay que tener en cuenta que una adecuada representación del pueblo asturiano, que es el cometido estatutario de la Junta General, no puede desconocer las características de una Comunidad con importantes desequilibrios territoriales que provocan dificultades adicionales a las personas que quieren vivir y desarrollar su actividad en los concejos ajenos al área central. Hasta ahora, precisamente, una de los principales éxitos del modelo autonómico asturiano –y de esto, desafortunadamente, se habla poco- es la sustancial mejora de los servicios públicos, las infraestructuras y la calidad de vida en el territorio periférico, lo que no impide reconocer que queda mucho por hacer, que las reivindicaciones de los municipios menos poblados son muy legítimas y que, sobre todo, con la actual debilidad de los poderes públicos y la tendencia natural a aglomerar la actividad económica industrial y de servicios en la zona central, existe un riesgo importantísimo de desandar rápidamente el camino recorrido.
Es aconsejable, por lo tanto, que este debate no se conduzca desde posiciones intransigentes y ajenas a valoraciones ponderadas. En materia de sistemas electorales, no se trata de inventar la rueda todos los días, sino de elaborar análisis más cuidadosos con la realidad institucional, política y territorial a la que dicho sistema debe servir.

Publicado en Oviedo Diario, 12 de mayo de 2012.

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13.5.12

LENGUAJE CIFRADO



Entre las muchas cosas que jamás volverán a ser iguales tras la crisis económica, si es que alguna vez se supera este estado de permanente desasosiego, la primera y difícilmente reversible será la percepción que la ciudadanía tiene de los mensajes oficiales y los provenientes de los centros de poder. Durante estos años nos hemos acostumbrado a digerir con aparente naturalidad un registro lingüístico que no es precisamente neutro, empeñado en fijar a martillazos en la conciencia colectiva e individual una serie de eslóganes que, por repetidos y penetrantes, se han convertido en parte de nuestro vocabulario sin pararnos a pensar dos veces en la carga que llevan en la recámara. Esta práctica era común en regímenes de corte autoritario con vocación de perpetuidad, pero con el viento favorable de la crisis parece haberse instalado también en las democracias occidentales en plena reconversión. La tendencia, lejos de amainar o ser sometida al escrutinio de una sociedad escéptica pero un tanto resignada, continúa intensificándose a medida que la hegemonía del discurso mayoritario va rompiendo barreras, ampliando su alcance y reduciendo a los disidentes –por moderados que sean- a la condición de personas ajenas a la realidad o incluso “antisistema” a los que perseguir.
Es significativo, por ejemplo, que hayamos admitido e incluso veamos comprensible la permanente invocación al sacrificio emitida por personas que están a enorme distancia de comprender el terrible impacto en la vida cotidiana de las medidas que planifican; porque una cosa es que se hagan una razonada composición de lugar o analicen con estadísticas en la mano los efectos de sus decisiones, y otra bien diferente que las perciban de forma directa, lo que, por mucha capacidad de empatía que tengan, está completamente fuera de su esfera personal. Si a esto se suma el desigual reparto de esfuerzos, parece sarcástico que determinados dirigentes de las instituciones del éter financiero aludan a la necesidad de tener ambición en las políticas de ajustes –que así llaman a la retirada del sector público de cualquier ámbito-, cuando de lo que se trata es de empobrecer  a la mayoría social que tiene en el trabajo su fuente de sustento. Sin embargo, recibimos el recado, lo interiorizamos e incluso aceptamos el reproche que se nos efectúa: hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, los derechos sociales y laborales y los servicios públicos eran insostenibles, poco menos que un espejismo al que debemos renunciar, o incluso una reliquia propia de políticas antiguas, etc. Somos receptivos a la autoculpabilización colectiva –menos a la individual- o a las invitaciones a considerar inmerecidos para nuestra sociedad determinados estándares de seguridad o protección, pensando ingenuamente que el retroceso de décadas que se nos impone no nos afectará tanto personalmente.
La apelación a las reformas estructurales es otro de los lemas de éxito, siempre y cuándo no se discuta qué tipo de reformas son éstas, como si no hubiese otras posibles que no fuesen la desaparición de los controles a las fuerzas del mercado o el debilitamiento de la capacidad de intervención de los poderes públicos. Como resultado, asumimos de la inexistencia de alternativas, aceptando como si fuesen inocuos términos que, en este contexto, vienen de la mano de un modelo no precisamente moderno sino decimonónico, porque es el previo al nacimiento de las políticas inclusivas y el Estado Social. Nos conformamos con el sesgo otorgado a términos que, pese a su apariencia positiva, van dirigidos en un sentido en buena medida contrario al que su propio significado esencial apuntaría: dicen racionalizar cuando se refieren a disminuir; austeridad cuando se trata de penuria; competitividad cuando sólo tienen en mente la reducción de salarios; productividad cuando el objetivo es sustraer al trabajador de la toma de decisiones y la organización de la actividad, etc. Tampoco producen ningún empacho en el relato oficial otras contradicciones, como blandir el cambio de modelo económico mientras se deteriora el acceso a la educación, la igualdad de oportunidades se esfuma o las políticas de investigación e innovación se van por el desagüe de los recortes.
El siguiente estadio de esta involución semántica será, más allá de la jerga económica y entrando de lleno en el corazón del sistema político, hablar de responsabilidad cuando inviten a la docilidad, de autoridad cuando lo que proponen es silencio, o de orden cuando de lo que se trata es de miedo. Al tiempo.

Publicado en Oviedo Diario, 5 de mayo de 2012.

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1.5.12

DEMASIADO MANSOS


Solemos admirar a los países escandinavos por su elevado grado de civilización, las políticas inclusivas de sus Estados y su apego a la diplomacia y la solución pacífica de los conflictos. Habitualmente nos asombra la serenidad con la que, al menos en apariencia, son capaces de digerir las convulsiones, los puntuales estallidos de violencia o algunos crímenes que conmocionan a la ciudadanía. Por muy avanzada que, en la opinión mayoritaria, se considere a estas sociedades, la práctica inevitabilidad de episodios violentos ha dejado muestras intensamente dramáticas en los últimos años, desde las matanzas de Kauhajoki (2008) y Tuusula (2007) en Finlandia, ambas perpetradas por un estudiante frente a sus compañeros, hasta el historial de magnicidios en Suecia, con el asesinato de la Ministra de Asuntos Exteriores Anna Lindh (2003) o del emblemático líder socialdemócrata Olof Palme (1986). En todos los casos no parece que los principios y valores fundamentales que inspiran la organización social y el sistema político de estos países se hayan deteriorado gravemente, a pesar del dolor padecido y aunque, como en tantas otras cosas, la procesión vaya por dentro.
El episodio más terrible sin duda es el atentado contra edificios gubernamentales de Oslo seguido del ominoso crimen de Utoya, en el que, el 22 de julio de 2011, Anders Breivik acabó cruelmente con la vida de 69 jóvenes de las juventudes delPartido Laborista, y que ahora se juzga en el Tribunal de Justicia de la capital noruega. Las imágenes del asesino confeso con actitud desafiante hacia los magistrados, fiscalía y público, con saludo ultraderechista de regalo (sin que esto acarrease su expulsión de la sala, sorprendentemente), su ausencia total de arrepentimiento y compasión hacia las víctimas y su arrogante proclama sobre la significación de la atrocidad cometida, a priori harían humanamente comprensible una reacción popular que fuese más allá del simbólico rechazo. Sin embargo la respuesta dada, incluido el canto colectivo de Niños del Arco Iris, es elocuente por sosegada, pacífica y por dar muestras de confianza en las instituciones y el proceso judicial, pese a que se debata vivamente sobre cuál deba ser la severidad de la pena a imponer.
Aunque la sociedad noruega parezca sabiamente dispuesta a no dejarse arrastrar por las pasiones, lo que no convendría dejar pasar, ni allí ni en el resto de Europa, es la advertencia sobre el discurso del odio que alimentó el ideario de Breivik y el tipo de violencia que él llevó a cota inédita en tiempos recientes. Que Breivik posiblemente no fuese completo dueño de sus actos y pueda padecer un trastorno psiquiátrico que lo haga inimputable, lo que es materia principal dediscusión en el procedimiento judicial en curso, no impide señalar que su crimen tiene una motivación estrictamente política, fundamentada en la aversión al diferente y en aberrantes construcciones teóricas sostenidas en el populismo neofascista. Aunque Breivik no se encuentre en sus cabales, sus soflamas no surgen de la nada ni son de autoría propia, ya que han germinado en un sustrato de islamofobia, xenofobia y desprecio a los valores democráticos, caudal de una corriente oscura de la que pocos países europeos se libran, que deteriora profundamente la convivencia y pone en jaque a las sociedades democráticas. No en todos los casos el resultado son expresiones de violencia tan extrema y sanguinaria, pero la propagación del prejuicio al extranjero, el refugio en supuestas esencias religiosas y culturales, el mensaje antiinmigratorio, la vuelta al darwinismo social y el culto a los liderazgos autoritarios son el caldo de cultivo en el que se ha criado el monstruo.
Quizá Breivik sea simplemente un loco, despiadado y fuera de control, cuya huella amarga y aborrecible será ya imborrable en Noruega y Europa, y cuyo ideario no deja de ser el desatino grotesco e inconsistente de un fanático. Pero la doctrina del odio que lo alentó tiene fuentes, réplicas y expresiones suficientemente establecidas y amenazantes como para tomárselas en serio antes de que adquieran cuerpo o conduzcan a que otro iluminado quiera llevarlas a la práctica por su cuenta.

Publicado en Oviedo Diario, 28 de abril de 2012.

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