EMIGRANTES DE NUEVO
En las últimas semanas Asturias ha
acogido la muy recomendable exposición “La colonia”, sobre los inmigrantes
españoles en Nueva York en la primera mitad del siglo XX, comisariada por el
norteamericano James Fernández, él mismo descendientes de asturianos. Esta
iniciativa, como otras relativas a nuestro pasado emigratorio, nos recuerda con
acierto todos los relatos de esfuerzo, superación y combate contra la
adversidad que jalonan el periplo de tantos y tantos de nuestros antepasados no
tan remotos, subrayando además la importancia económica, política y cultural de
este fenómeno en la histórica reciente. Es revelador de la magnitud de la
corriente migratoria el dato de que entre 1880 y 1930, con el viejo imperio descompuesto y en vías de extinción, el número de españoles que cruzaron el
Atlántico para iniciar una nueva vida en las Américas superó el de los que
hicieron ese mismo viaje desde los inicios de la conquista. Una evidencia más
que corrobora que la huella de la emigración es parte indispensable de nuestra
historia y además nos une intensamente a los países de acogida. Quién más quién
menos, en Asturias, tiene vivas muestras en los álbumes, recuerdos y relatos familiares porque nuestro recorrido tiene también que ver, con una fuerte
intensidad, con el de los asturianos del exterior y sus descendientes.
Hoy, con la crisis económica, la falta
de oportunidades e incluso las dificultades para ganarse la vida ante las que
muchos trabajadores españoles se enfrentan, renace la emigración como
alternativa vital entre una parte importante de la población. Retomamos el que
durante muchas décadas de nuestra historia reciente fue un camino recorrido por
otros muchos. Pero, aunque algunas decisiones siguen siendo difíciles, las
cosas han cambiado sustancialmente, convirtiendo la búsqueda de un mejor
destino laboral no en el drama y el desgarro que representaba a principios del
siglo pasado o –aunque en menor medida- en los años 60, sino en una forma aparentemente
atractiva de abrirse paso, con un camino de regreso que en principio se muestra
abierto y, sobre todo, sin la amargura que, en aquéllos tiempos que ya parecen tan
lejanos, representaban los impedimentos al retorno y al contacto con las raíces
familiares.
Naturalmente, cuando el flujo migratorio
en un país cambia de dirección y la tendencia de los últimos 20 años se
revierte, con una salida mayor de
nacionales que la entrada de extranjeros, la modificación de fondo que delata
es de proporciones significativas, Con la sacudida de la crisis ya no son sólo
profesionales altamente cualificados o jóvenes con ganas de nuevos horizontes
los que optan por cambiar de aires. Cada día la búsqueda de salidas con las que
romper la dinámica del desempleo o la precariedad se convierte en una elección razonable
para otras personas que hasta hace poco no contemplaban la emigración como
respuesta a sus inquietudes.
Así
las cosas, muchos españoles comienzan a advertir en primera persona la
desagradable sorpresa de que, contrariamente a la convicción que el estatus arrogado
nos confería, no es precisamente fácil que otros Estados, sobre todo fuera de
la Unión Europea, permitan la residencia y otorguen la autorización para
trabajar siguiendo una lógica similar –a veces igual de descarnada- que la de
nuestra propia normativa de extranjería. De forma incipiente, las dudas y consultas
sobre los trámites asociados al proceso emigratorio y concernientes a los
derechos de los españoles en el extranjero comienzan a cobrar fuerza e interés,
porque en otros países algunos descubren la incómoda sensación de tener que reclamar activamente el
derecho a trabajar y vivir fuera de nuestras fronteras.
Publicado en Fusión Asturias, mayo de 2012.
Etiquetas: Asturias, crisis, emigración, España, globalización
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