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14.7.14

QUE ALGUIEN HAGA ALGO


            A primera vista, que una ciudad cuente con 247.000 metros cuadrados de suelo público disponible en dos puntos cardinales distintos para redefinir la trama urbana del futuro es una oportunidad única de transformación como hay pocas en la historia de un municipio medio. Si a eso se junta que una parte de las edificaciones existentes pueden preservarse para un nuevo uso, pueden encontrarse ventajas adicionales para el cambio de destino. Claro que también puede uno verse abrumado por la situación y frotarse los ojos incrédulo por el incierto futuro mientras el abandono se come media ciudad; o entretener al personal con continuas disquisiciones y preservar en el lanzamiento de reproches a otros responsables políticos mientras la hiedra crece. En esta disyuntiva histórica se encuentra la ciudad de Oviedo, y aquí el adjetivo es merecido: el futuro de la ciudad se juega en El Cristo y La Vega y de momento  los poderes públicos pierden por incomparecencia.
            Se trata de articular la planificación urbanística necesaria; poner en coordinación a la Administración local, autonómica y estatal (determinante en La Vega y con intereses en El Cristo); decidir qué edificios se indultan y qué finalidad se alberga para ellos (tirarlos todos parece un exceso y un derroche); recuperar espacios para la ciudad (abrirlos en La Vega, cerrada a cal y canto) y evitar su conversión en pueblo fantasma; llevar a la práctica todas las decisiones; y hacerlo con escasos recursos públicos, sin iniciativa económica privada que apoye (o interfiera, según se mire) y con la participación activa de la ciudadanía, que tiene pleno derecho a intervenir de la forma más directa posible en este debate. Nadie dijo que fuese fácil.
A muchos parece asustarles este reto y razones hay para ponerse en lo peor, porque entre los infinitos prolegómenos, la indecisión colectiva y el tiempo perdido, el problema ya está aquí, con toda su crudeza. En el caso del traslado del HUCA, hace años que deberían estar definidos los nuevos usos y ya tendría que estar en vigor la modificación del planeamiento urbanístico. En cuanto a La Vega, se veía venir que de la defensa numantina del mantenimiento de la actividad industrial se pasaría a un inevitable cierre de las instalaciones: por mucho que nos duela, tenía toda la lógica económica que la empresa prescindiese de una de las dos fábricas de su municipio. Durante años, sin embargo, ha sido tabú preguntar siquiera qué iba a pasar el día después del abandono por General Dynamics y a quien se ha atrevido a evaluar posibles alternativas se le ha acusado poco menos que de propiciar el cierre.
No obstante, va siendo hora de tomarse en serio, con suficiente determinación y capacidad resolutiva, los retos que afronta la ciudad. Marcarse unos plazos, cuando menos, para poner un límite temporal a la fase deliberativa y de aproximación, y no enredarse con un debate que puede ser eterno. Y, especialmente, que todas las Administraciones pongan las cartas sobre la mesa sobre lo que están dispuestos a hacer y los recursos que están en condiciones de aportar, porque de lo contrario cualquier planteamiento no pasará –como ha sucedido hasta ahora- de bienintencionadas conjeturas. ¿Quiere el Ayuntamiento obtener la cesión de los terrenos de La Vega y está el Ministerio dispuesto a entregarlos sin contraprestación? ¿Está la Universidad -que apenas tiene cuartos para subir la persiana todos los días- verdaderamente interesada en ampliar o unificar espacios en El Cristo? ¿Va a ejercer el Ayuntamiento sus competencias indelegables en materia de planificación urbanística, que es al final de lo que se trata? ¿Quiere el Principado de Asturias dar algún uso en materia de servicios sociales o justicia a algún edificio del antiguo HUCA? ¿Tiene el Ayuntamiento voluntad de dotar de contenidos culturales o de habilitar espacios para el emprendimiento a las naves ociosas de La Vega? ¿Se va a contemplar alguna partida presupuestaria para todo ello? Y sobre todo, ¿va el Ayuntamiento de una vez por todas a adoptar la posición de liderazgo que los ovetenses precisan en este asunto? 
Si de aquí a unos meses quienes tienen que comenzar a responder las preguntas cardinales sobre esta cuestión siguen sus maniobras de distracción, preparémonos para tener durante años parte de la ciudad, en particular el suroeste, como escenario para el rodaje del documental “La vida sin nosotros”. Si la pasividad persiste, no habría que descartar soluciones drásticas del estilo de los grandes parques que propone el experto en economía urbana y regional Fernando Rubiera; unido a una invitación a llevar “La Madreña” a alguno de los edificios sin uso.

Publicado en Asturias Diario, 5 de julio de 2014.

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