Blog de artículos publicados en medios de comunicación.

29.5.09

ADIÓS AL ÚLTIMO POETA DE MUCHEDUMBRES


La muerte de Mario Benedetti, aunque no inesperada –su salud renqueaba desde hace ya tiempo-, nos ha dejado un regusto de tristeza que ha invadido todos estos días, y que tardará en disiparse entre las brumas de la rutina. Primero, porque supone perder la presencia de alguien a quien reconocíamos cercano, cuyas palabras nos impregnaron de ensoñaciones, despertaron nuestra conciencia y nos permitieron apreciar el reverso de muchas cosas cotidianas. También porque su final no es sino una consecuencia más del implacable paso del tiempo, de cuya mano vienen las pérdidas, entre ellas las de las referencias, y el adiós de muchos imprescindibles que, al modo de Brecht, lucharon toda su vida, cada uno a su manera.
El viejo Benedetti no siempre fue el irónico, escéptico e idolatrado poeta de los últimos años, el que reconocía que “la madurez / llega / con su relámpago / de sabiduría / cuando uno / ya no tiene / donde caerse / sabio”. Antes fue el poeta de la oficina que aportaba gramos de lírica a lo cotidiano y abría en canal nuestras miserias escondidas; el ensayista retador que da la voz de alarma en El país de la cola de paja; el contador de cuentos Montevideanos; el novelista que describe las fugaces ilusiones en La tregua; el dramaturgo que mira frente a frente a la brutalidad del poder en Pedro y el Capitán; el periodista que pone su palabra al servicio activo del compromiso en la redacción del semanario Marcha.
Muchas más cosas fue Benedetti. Jamás escondió su vocación militante y su afán de utilizar la literatura como palanca de cambio en tiempos convulsos. Fue cofundador del Movimiento “26 de marzo” que se integró en el Frente Amplio, sempiterno partido opositor de izquierdas en el Uruguay de blancos y colorados, hasta fechas recientes (en 2004 el candidato de centro-izquierda Tabaré Vázquez ganó al fin la elección presidencial). El activismo político fue para Benedetti una vocación constante y una necesidad vital: “no obstante descubrimos que la militancia / esa palabra tantas veces desfondada por la leyenda y los discursos / era algo tan normal como el estado civil / y tan colectivo como el tiranos temblad / que la militancia ese alfabeto de tradiciones / era sin embargo tan poco tradicional como el amor”. Se jugó el tipo, vio caer encarcelados o desaparecidos a amigos y compañeros a manos de la dictadura, descubrió el viento del exilio, las incomprensiones del desexilio y las heridas jamás cicatrizadas que la entrega personal causa en uno mismo y en su entorno, magistralmente descritas en Primavera con una esquina rota. Combatió la neutralidad en la política y en las letras, aún a despecho de los biempensantes ajenos a las pasiones que nacen de la lucha por la conquista de mundos mejores. Dijo las cosas por su nombre, haciendo de la memoria y la justicia patrones de su acción y su poética, aún con crudeza cuando las circunstancias de su tiempo lo exigían: “un torturador no se redime suicidándose / pero algo es algo”.
Fue sobre todo, no sólo en lo político, el último poeta de muchedumbres, leído con goce, profundamente querido, leal con sus lectores y congraciado con el público. Miles de adolescentes de habla hispana escribieron en su carpeta colegial sus versos. Muchos tomaron prestado para lides de conquista su alianza de compromiso político y amor de “si te quiero es porque sos / mi amor, mi cómplice y todo. / Y en la calle codo a codo / somos mucho más que dos”. Sus versos fueron musicados, cantados y esparcidos por Nacha Guevara o Joan Manuel Serrat. Mezcló sus palabras con las de Daniel Viglietti para su memorable A dos voces, abriendo la puerta a la popularización de la suma de verso y música que con éxito otros siguieron. Recitó en escenarios, en salones de actos, en cafés, en la calle y en los mítines; donde hiciera falta y la disnea lo permitiese.
No dejó Benedetti que los desengaños políticos o la constatación de vivir en un mundo salvaje y duro le arrancase el deseo de vivir intensamente, aunque el tiempo que tengamos sea ese paréntesis, esa prórroga a la que a veces a duras penas se le encuentra sentido. Defendió la alegría “de la miseria y los miserables / de las ausencias transitorias / y las definitivas”. Nos toca a sus lectores hacer lo propio, en su recuerdo.

Publicado en Oviedo Diario, 23 de mayo de 2009.

15.5.09

FEDERALISMO COOPERATIVO


En los últimos meses se han venido sumando voces especialmente críticas con algunas manifestaciones del desarrollo del Estado autonómico, e incluso con la propia concepción de éste. En algunos sectores, principalmente conservadores, se ha instalado una dinámica de reproche y desconfianza hacia los poderes autonómicos, subrayando continuamente algunas contradicciones o concretas ineficiencias del sistema, elevándolas a categoría y ofreciendo una imagen global negativa del modelo. Se han puesto ejemplos de todo tipo, algunos con una base cierta y otros sesgadamente exagerados: desde las diferencias en los calendarios de vacunación a la eventual duplicidad de trámites administrativos; desde el coste general del aparato burocrático autonómico a los efectos frontera por diferencias legislativas entre territorios contiguos, etc. Algunos críticos discrepan desde la racionalidad y el análisis sosegado, con la pretensión de modular o corregir inevitables distorsiones derivadas del estadio actual del desarrollo autonómico; pero otros, que cuestionan de principio la actuación de las Comunidades Autónomas, no pueden esconder su deseo de invertir el proceso descentralizador, viendo alimentado tal planteamiento por posiciones ideológicas que aparentemente estaban superadas por la práctica del Estado autonómico desplegada en estas tres décadas desde su inicio.
Conviene apreciar, desde un primer momento, que la creación de las Comunidades Autónomas, la progresiva asunción de competencias por éstas en ámbitos importantísimos para la vida cotidiana de los ciudadanos (especialmente al asumir la gestión de servicios públicos básicos), el reconocimiento de potestad legislativa a las respectivas Asambleas autonómicas y la relevancia política de los Gobiernos de las Comunidades han transformado de manera profunda la realidad institucional española y la arquitectura del poder público. En términos generales, el resultado es netamente positivo: la proximidad del centro de toma de decisiones al lugar en el que se detectan los problemas o necesidades mejora en muchas ocasiones la eficacia de la actuación administrativa; la posibilidad de realizar un control democrático más estrecho y de fomentar la participación ciudadana en los asuntos públicos es más intensa y asequible por la mayor proximidad entre representantes y representados; y, lo que es más importante, el desarrollo del Estado autonómico ha otorgado a muchos territorios, olvidados durante largos años una voz propia –y no estamos hablando precisamente País Vasco o Cataluña- y capacidad para tomar decisiones por sí mismos, favoreciendo el autogobierno y, a la luz de los frutos, la autoestima colectiva. Cabe, por lo tanto, mirar con satisfacción el pasado reciente de España en lo que a la construcción del Estado autonómico se refiere, puesto que el modelo territorial fruto de la Constitución en vigor ha resultado, en conjunto, exitoso.
No es recomendable rehuir, sin embargo, la constatación de que el proceso autonómico ha acarreado una complejidad adicional, directamente proporcional al volumen de transferencia de competencias y recursos del Estado a las Comunidades Autónomas. Por eso, en el momento actual, lo que hace falta es precisamente potenciar los mecanismos de colaboración multilateral entre el Estado y las Comunidades Autónomas (conferencias sectoriales, reforma del Senado para convertirlo en verdadera Cámara de representación territorial, conferencia de Presidentes, etc.); y, quizá lo más difícil –porque exige una cultura política cooperativa- subrayar la necesidad de que los diferentes interlocutores sepan engarzar la defensa de los intereses territoriales con la debida lealtad institucional, el espíritu de colaboración, la confianza mutua y la corresponsabilidad a la hora de tomar decisiones.
En este escenario, el Principado de Asturias puede ofrecer su trayectoria como Comunidad Autónoma comprometida con el espíritu cooperativo necesario para esta nueva fase de evolución del modelo territorial. Nuestra Comunidad Autónoma, de hecho, mantiene un apreciable bagaje de colaboración intercomunitaria, tanto en el ámbito general como, en particular, con las Comunidades limítrofes, partiendo de una vocación constructiva y de la pretensión de mejorar las fórmulas propias de lo que, desde el punto de vista teórico, al analizar el funcionamiento de los Estados compuestos fuertemente descentralizados pero sólidamente cohesionados, se ha venido acertadamente a llamar federalismo cooperativo.
Publicado en Fusión Asturias, mayo de 2009.

OVIEDO DEBE APOYAR A LAS FEDERACIONES DE MUNICIPIOS


Acostumbra periódicamente el Alcalde de Oviedo a arremeter contra la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) y la Federación Asturiana de Concejos (FACC), con gruesas críticas al papel de estas entidades. La penúltima ocasión ha tenido lugar hace unas semanas, con las declaraciones de Gabino de Lorenzo, rayanas en el insulto, en las que atacaba al Presidente de la FEMP y Alcalde de Getafe, Pedro Castro. Efectivamente, los improperios que nuestro Alcalde dirige hacia los máximos dirigentes de las federaciones de municipios aparecen en su discurso cuando éstos resultan ser alcaldes socialistas, cosa frecuente en la FEMP y constante en la FACC, debido a la predominancia general del PSOE en los ayuntamientos españoles y, sobre todo, en los asturianos, lo que ha deparado que en los procesos electorales internos de estas entidades el PP no tenga mucho que rascar, máxime cuando en el pasado reciente, en el ámbito de la FEMP, los conservadores han demostrado su incapacidad para las alianzas con otras fuerzas políticas.
La posición de Gabino de Lorenzo se basa en una descalificación total de la actividad y orientación de la FEMP y la FACC, acusando de inutilidad a las dos federaciones y amenazando de vez en cuando con el abandono de estas entidades por el Ayuntamiento de Oviedo. Se quedan sus palabras en bravuconadas que ya forman parte del paisaje y poca relevancia tienen por habituales, con un eco que no trasciende más allá de la sección local de los diarios regionales, porque la relevancia de nuestro Alcalde en el municipalismo asturiano es escasa –y nula en el español- y sus ultimátums no son más que filfa, por fortuna en este caso, ya que resultaría incomprensible que nuestro municipio abandonase la FEMP o la FACC.
Pero lo que revela el Alcalde con su salida de tono es su postura aislacionista, incomprensible, insolidaria y terriblemente contraproducente para la posición de Oviedo en el panorama municipal. Es gravísimo desconocer o despreciar el cometido que la FEMP y la FACC desempeñan en el apoyo cotidiano a los municipios o en la gestión de programas destinados a que los ayuntamientos puedan cumplir mejor sus competencias y mejorar sus formas de funcionamiento y organización; tarea que, además, resulta fundamental para los municipios pequeños y medianos –que son la mayoría-, que cuentan con medios en ocasiones exiguos y precisan de un asesoramiento mucho más intenso. La FEMP y la FACC juegan además un papel muy relevante en la representación institucional de los intereses colectivos de los poderes locales en la configuración de la arquitectura territorial de España, y, en un modelo dinámico de distribución de competencias y recursos entre Estado, Comunidades Autónomas y entidades locales, es prioritario que los ayuntamientos confluyan en sus pareceres y refuercen los espacios comunes de diálogo y colaboración, como son las federaciones de municipios.
Podrá argumentarse, con parte de razón, que, pese a la vivacidad del debate territorial español, y pese al reconocimiento de la autonomía local y los progresos alcanzados estos 30 años de municipios democráticos, las administraciones locales siguen soportando importantes carencias en lo que se refiere a la determinación del haz de competencias que les corresponden y en la garantía de los recursos económicos necesarios para poder ejecutarlas en un marco de suficiencia financiera. Es cierto que está pendiente una reforma de las bases del régimen local y del modelo financiero de los municipios, reivindicaciones largamente demandadas y que atañen a las cuestiones más elementales para el funcionamiento de los ayuntamientos, pero no es menos cierto que la evolución –en perspectiva general- en los últimos años es positiva: compensación por la pérdida de la recaudación del Impuesto de Actividades Económicas, fondos adicionales para municipios pequeños, apoyo a las mancomunidades, fondo autonómico de financiación local incondicionada, fondo estatal de inversión local para la reactivación económica (el llamado “Plan Zapatero”), etc. En todo caso, lo que en nada ayuda es erosionar el papel de las federaciones de municipios, precisamente las entidades que con su insistencia y capacidad de presión han sido las artífices de los avances conseguidos y de que en la agenda institucional continúen estando presentes las reivindicaciones de los ayuntamientos.
Urge, por lo tanto, un cambio de actitud por el Alcalde de Oviedo, porque su visión alicorta del escenario institucional y su incapacidad para el liderazgo en el municipalismo suponen un lastre para una ciudad que bien podría, por sus propias características, jugar un papel determinante en la defensa de los intereses de los ayuntamientos.

Publicado en Oviedo Diario, 9 de mayo de 2009.

5.5.09

EL TORBELLINO DE LA VERDAD


Una de las primeras decisiones del Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, ha sido desclasificar y permitir el acceso público a los documentos preparados por el Gobierno de su predecesor, George W. Bush, en los que se detallaban los procedimientos de presión física y psíquica extrema diseñados para aplicación en los interrogatorios a los presos bajo custodia de las autoridades norteamericanas en Afganistán, Irak y Guantánamo. Los memorandos e instrucciones del Departamento de Justicia y de la CIA que ahora son de conocimiento generalizado eran supervisados por la Oficina del Consejo Legal del citado Departamento, y aparecen firmados por tres juristas cuyo nombre queda ya ligado a la negra historia de la justificación de los abusos y perversiones del poder: John Yoo, Jay Bybee y Steven Bradbury. Estos documentos recogían con precisión la clase de técnicas que se podían emplear y los procedimientos establecidos para infligir angustia o pánico en los interrogatorios, todo ello revestido de la frialdad burocrática, pretendidamente aséptica, de quién aparentemente pretende describir, meramente, el contexto legal y las circunstancias que supuestamente ofrecían fundamento jurídico a tales prácticas.
Efectivamente, desde la declaración de la llamada “guerra contra el terror” realizada por el anterior Presidente norteamericano, su Gobierno comenzó a desplegar un esfuerzo teórico –por así llamarlo- justificativo del empleo sistemático y generalizado de medidas constitutivas de tratos crueles, inhumanos y degradantes, cuando no de torturas propiamente dichas, frente a aquellas personas bajo el control de las fuerzas armadas y los servicios secretos en el marco de operaciones contra las redes globales de terrorismo islamista. El paso inicial fue la definición de la figura de “combatiente enemigo”, ajena totalmente a los principios de derecho internacional humanitario que definen las reglas mínimas a observar en circunstancias de conflicto armado, rechazando aplicar a los incluidos en dicha categoría el estatus de prisioneros de guerra y buena parte de los derechos básicos que de él se derivan. Este sistema de burla de los estándares mínimos del derecho internacional y de las propias normas internas de Estados Unidos, quedó completado con la creación de una red de prisiones secretas en terceros países, fuera de controles y limitaciones legales; la colaboración de numerosos Estados facilitando o al menos tolerando traslados de “combatientes enemigos” ajenos a todo cauce de legalidad en los llamados “vuelos de la CIA”; y la puesta en marcha y mantenimiento de la prisión de Guantánamo, en la base militar norteamericana sobre suelo cubano, convertida, junto con la prisión de Abu Ghraib en Irak, en epicentro y manifestación de la desvergüenza y el horror a que conduce la distorsión de principios y la creación de una maquinaria paralela de represión global: detenidos sin cargos ni juicio por tiempo indefinido, sin acceso a defensa jurídica apropiada, encerrados sobre pruebas endebles o inexistentes en no pocos casos, en situación de aislamiento y sometidos a las terribles prácticas ahora reveladas por el propio Gobierno de Estados Unidos.
Las monstruosas derivaciones de la llamada “guerra contra el terror” han supuesto un desafío de primer orden a nuestra escala de valores, puesto que no sólo han concernido a Estados Unidos sino a todo el mundo. Por un lado, mientras los anteriores gobernantes de la superpotencia construían este sistema y lo legitimaban con argumentos utilitaristas sobre sus supuestos resultados, cuestionando la extensión de derechos humanos elementales, la contestación del resto de líderes internacionales, salvo honrosas excepciones, fue tibia o directamente inexistente. Por otro lado, apenas ha habido un proceso serio de reflexión y actuaciones de alcance jurídico o político sobre la actitud pasiva o incluso colaboracionista en otros países, incluidos los de Europa, pese a que en un primer momento el informe expuesto por el relator Claudio Fava, aprobado por el Parlamento de la Unión Europea, subrayaba las responsabilidades de los Estados. Mientras tanto, el propio Gobierno norteamericano rectifica, planifica el cierre de la prisión de Guantánamo, renuncia a mantener cárceles secretas en terceros países, anula todas las órdenes anteriores justificativas de esas conductas, e incluso debate –con enorme desgarro interno- las posibles responsabilidades políticas y penales que pudieran depurarse.
Los críticos de Obama destacan que la revelación de los documentos citados, y el proceso que impulsa de regeneración moral y vuelta a los principios básicos del derecho internacional, es fruto de su inexperiencia y representa un peligro para los intereses y la seguridad de Estados Unidos. Es cierto que el infierno está empedrado de buenas intenciones, pero, vista su valentía y determinación, el aire de libertad que provocan sus decisiones, y la demostración de sus fuertes convicciones en defensa de los valores elementales de la dignidad humana, sólo cabe decir que bendita sea su ingenuidad.

Publicado en Oviedo Diario, 2 de mayo de 2009.