Blog de artículos publicados en medios de comunicación.

18.1.10

PREPARADOS AQUÍ Y ALLÍ


Sigo con interés la actividad de la asociación Compromiso Asturias XXI, entidad formada principalmente por asturianos que desarrollan su actividad profesional fuera de Asturias y que pretenden enriquecer con sus ideas el desarrollo económico y social de nuestra tierra. Desde su constitución, concitando un importante apoyo institucional y un notable interés de los medios de comunicación, la citada asociación ha organizado un buen número de iniciativas, entre ellas dos debates –alrededor de un documento de trabajo y con diferentes espacios de discusión- sobre “Buenas prácticas para Asturias” y el, recientemente iniciado, “Sectores con futuro para Asturias”.
Ciertamente, es de justicia saludar la iniciativa de Compromiso Asturias XXI, ya que promover -con rigor, fundamento y un espíritu netamente constructivo- la generación de propuestas nacidas desde la sociedad civil es un ejercicio democrático muy saludable. En Asturias, por fortuna, contamos con un capital social más apreciable de lo que solemos considerar, ya que, pese a las importantes dificultades que deben afrontar los movimientos ciudadanos, el papel del asociacionismo sigue siendo relevante y, además, los agentes sociales tradicionales –los sindicatos mayoritarios de trabajadores y la federación de asociaciones empresariales- juegan un papel positivo, demostrando reiteradamente su madurez institucional y responsabilidad. Ahora bien, es cierto que en ocasiones se echan en falta nuevas perspectivas y más voces autorizadas que renueven el debate público. En este sentido, la aportación de Compromiso Asturias XXI es indudablemente útil y de agradecer.
Cabe, no obstante, prevenir frente a ciertos intentos -externos a la propia entidad y alguno malintencionado- dirigidos a distorsionar la irrupción de Compromiso Asturias XXI en el escenario público y social. Por un lado, la honorable aspiración de dicha entidad a convertirse en un think tank alimentado principalmente desde profesionales que trabajan en el exterior puede ofrecer una percepción parcial sobre la realidad de la joven emigración asturiana a quien no desee contemplarla en su conjunto. Efectivamente, desde hace un tiempo viene encumbrándose como paradigma del éxito la figura del joven profesional cualificado que ha encontrado mejores alternativas fuera de Asturias, induciendo en ocasiones a una confusión de negativas consecuencias, que contribuye a instalar la falsa creencia de que no es posible –o resulta una labor hercúlea- un pleno desarrollo laboral en esta tierra, o, peor aún, la errónea intuición de que sólo fuera de Asturias se alcanza una mirada cosmopolita y abierta que aquí parece resultar inaccesible. Ni trabajar fuera de Asturias otorga como por ensalmo una nueva lucidez, ni el asturiano que se queda deja en desuso su materia gris a causa del orbayu. Por otra parte, la simplificación del perfil del joven emigrante asturiano es profundamente equivocada, pues el movimiento migratorio lleva fuera de nuestra fronteras no sólo a titulados universitarios, precisamente. Tampoco se nos debe escapar, por otra parte, que el flujo inmigratorio hacia Asturias es superior al emigratorio –de hecho, corrige el crecimiento vegetativo negativo-, y que entre los que vienen también hay numerosos profesionales sobradamente cualificados, como es normal en tiempos de interdependencia territorial y movilidad laboral.
Por otro lado, otra de las mistificaciones producto de interpretaciones interesadas del hecho migratorio es la consigna, lanzada desde un reduccionismo partidario y empobrecedor, de que el joven que ha hecho las maletas y trabaja fuera de Asturias es, en buena medida, un damnificado de la situación, de la sempiterna crisis, o incluso del Gobierno autonómico. Curiosamente quien da cobijo a la tesis antes expuesta –sólo triunfa el que emigra- suele ser partidario también de esta segunda –el emigrante es una víctima forzada por la cruda realidad- y es capaz, a pesar de su evidente contradicción, de lanzar ambos mensajes en un mismo discurso, incluso ante un auditorio formado por los propios aludidos. Seamos serios: el emigrante asturiano de principios del siglo XXI nada tiene que ver con el que hace cien años escapaba de las miserias del campo o de la depauperación de los suburbios. Antes al contrario, tiene una oportunidad de participar en un fenómeno normalizado y propio del mundo global; tal es así que los jóvenes asturianos que despliegan su potencial profesional fuera de Asturias viven esta realidad sin el desgarro que otros pretenden endosarles, lo que no quiere decir, como es natural, que no echen de menos la tierra, que no hagan gala de asturianía o que en algunos casos no descarten, si surge la opción, un retorno para proseguir aquí su actividad.
En definitiva, lo que toca es desterrar tópicos interesados, recibir con satisfacción las aportaciones de Compromiso Asturias XXI, reconocer con alegría que la realidad migratoria asturiana es en la actualidad fruto de un mundo más abierto y lleno de posibilidades –y no de las heridas de la confrontación o la pobreza- y trabajar eficazmente para que tanto las tierras de origen como las de destino saquen provecho del activo que comparten.

Publicado en Oviedo Diario, 9 de enero de 2010.

HUMO DE PALABRAS


Hace unos días ha fallecido en Madrid Isabel Fernández-Corugedo Villa, conocida en su pueblo natal de Riberas (Soto del Barco) como la Nena de casa Corugedo. Rayando el siglo de existencia y después de unos últimos años de enfermedad en los que, contra pronóstico, se aferraba con fuerza al escaso aliento que aún le quedaba, ha dicho adiós definitivamente una mujer excepcional cuya conversación algunos hemos tenido el privilegio de, momentáneamente, disfrutar.
La historia de la Nena es una de tantas peripecias –y a la vez única- que la Asturias del pasado siglo contempló, en una era de profundos desgarros y enormes transformaciones. Era hija de Emilio Fernández-Corugedo, personaje singular que aunó facetas dispares, en una biografía rica en experiencias: industrial fugaz, periodista y dramaturgo, ocasional Alcalde melquiadista de Soto del Barco y escritor en lengua asturiana, su espíritu liberal a la vez que algo escéptico y socarrón lo transmitió en buena medida a la Nena, cuyo carácter se moldeó con esos mimbres y el cincel de una vida azarosa. Como tantos, asistió al horror de la guerra civil, cuyos episodios militares fueron especialmente intensos en Asturias, también en el bajo Nalón, lo que atestiguan las casamatas y trincheras del entorno que, curiosidades del destino, sirvieron –muchos años después- como lugar de juegos estivales a generaciones como la mía. Fue testigo de los odios envenenados que aquellos acontecimientos propagaron, de las revanchas y la represión que vinieron de la mano del conflicto. Y, en época de cartillas de racionamiento y fielatos, tuvo la feliz oportunidad de conocer otra realidad bien diferente, merced a su matrimonio con Carlos Osorio, emigrante de fortuna en Estados Unidos. Dejó las caleyas de la aldea y la casona familiar de Riberas para unirse a la aventura neoyorquina, en un tiempo donde la penuria de la España de postguerra contrastaba formidablemente con la pujanza norteamericana. De una Riberas entonces escondida, casi sin servicios y en economía de subsistencia (antes de la eclosión industrial de la comarca de Avilés) a la capital del mundo, con la posibilidad de conocer realidades y gentes distintas, de asistir desde la barandilla al veloz giro del mundo y de entablar amistad con personalidades, como el Nobel Severo Ochoa, a las que la fortuna –y la feroz historia de España- llevaron en aquellos tiempos hasta el barrio de Forest Hills, en Queens. Regresó a Asturias siempre que pudo, sobre todo en el otoño de su vida ya en periodos más prolongados, manteniendo permanente contacto con los suyos y sosteniendo en pie, fiel a la raíz, la casa familiar que construyó su abuelo indiano. En muchas cosas no tuvo suerte, ya que enviudó pronto y trágicamente, y perdió a una de sus tres hijas fallecida hace trece años; pero mantuvo un ímpetu vital reconocido y un excelente buen humor, convirtiéndose en referencia casi matriarcal para muchos.
La Nena era, sobre todo, una fuente de vivencias, que conoció de primera mano, pero que, a los que hemos nacido en tiempos menos heroicos y un tanto artificiales, nos parecían productos literarios del realismo mágico, provenientes de edades remotas. Con élla, y con toda una generación que ahora se está despidiendo, se pierde la tradición oral, una forma de comunicación humana y transmisión cultural que no encuentra reemplazo en las pautas de relación de nuestros días. Se nos escapan de las manos, casi sin darnos cuenta, todos los recuerdos de nuestros mayores, sin que hayamos tenido suficiente lucidez para advertir su importancia, sin que hayamos recogido sus palabras más que en ocasionales recuerdos, y sin que hayamos aprendido cómo se atesora, conserva y elabora el relato vital.
El dicho saharaui reza “todos los ancianos que se mueren son como una biblioteca que desaparece”. El vértigo se acrecienta cuando esa biblioteca que arde es, de entre todas, la que uno siente como propia.

Publicado en Fusión Asturias, enero de 2010.