NI SIENTEN NI PADECEN
Cada vez que los representantes de las instituciones
financieras internacionales administran sus recetas purgantes a España, suelen
acompañarlas de palabras de reconocimiento para los “asombrosos esfuerzos” y
las “medidas decididas” adoptadas por el Gobierno, así calificadas en la jerga
al uso de estas esferas. La retórica de los gobernantes, fieles seguidores de
tales mandamientos, es similar, siendo sus destinatarios los propios
ciudadanos, repletos de confusión y hartazgo a partes iguales, aunque hasta
ahora ninguna alternativa estructurada haya cuajado ni es esté en previsión de
hacerlo. El mensaje que se traslada desde el poder, los medios de comunicación
y los centros de proselitismo del ideario anticrisis en boga, insiste en lainvocación al sacrificio y en un futuro alentador después de la cura, una vez
que de los servicios públicos queden poco más que piel y huesos, y que, de
paso, se hayan socavado principios elementales del Estado Social y Democrático
de Derecho que hasta ahora se decía defender. Los receptores del mensaje cada
vez se creen menos estas letanías, sobre todo porque el túnel se hace interminable
y cada vez más frío y oscuro, pero del escepticismo, la amargura y la protesta
puntual poco más está brotando, al menos de momento.
Lo peor de este año de recortes salvajes y
apreturas asfixiantes no es sólo el deterioro, quizás irremisible, de
prestaciones, servicios y garantías hasta ahora proveídas desde lo público, es
decir, como conquista colectiva. Es más humillante si cabe que tales decisiones
vengan acompañadas de una cadena de condescendientes palmaditas en el hombro,
como quien anima a la vez que pisa: de las corrientes del mercado financiero al
FMI y la OCDE; de estos organismos a la UE; de la UE al Gobierno de España; y
de éste a los ciudadanos. A éstos se les insiste en que continúen con el denodado
esfuerzo, pero, a la par, se quita hierro a todas las medidas cada vez que se
presentan o se detectan, anunciándolas como si fuesen soportables. El problema
es que para muchísimas personas ya no lo son. Si hay que realizar copagos por
medicamentos, prestaciones sanitarias accesorias (o principales, si
directamente se reduce la cartera de servicios de facto), disminuyen las becas, se amputan servicios, sube la
presión tributaria –en particular los impuestos indirectos- se reducen en la
práctica salarios, pensiones o subsidios, y hay que buscarse en el mercadoprivado bienes que hasta ahora eran públicos, no hay economía familiar media que
lo aguante. Y quien desde los centros de decisión o de ejecución de estas
políticas diga que comprende el impacto que comportan para las personas que las
padecen, o miente o en el mejor de los casos recurre al tópico, porque no tiene
ni idea –ni se lo puede imaginar- del enorme daño que está causando en la vida
diaria de la gran mayoría de la población.
Publicado en Fusión Asturias, febrero de 2013.
Etiquetas: capitalismo, crisis, España, FMI, Gobierno de España, Unión Europea