Blog de artículos publicados en medios de comunicación.

20.4.08

CON PAZ


A primera vista, teniendo en cuenta los resultados de la primera vuelta, Paz Andrés lo tiene realmente difícil para ser elegida la primera Rectora de la Universidad de Oviedo, en las elecciones que se celebrarán el próximo 23 de abril. Pero ha hecho bien en no tirar la toalla y continuar hasta la segunda vuelta, apurando las posibilidades que tenga. Su paso al frente permitirá a la comunidad universitaria optar por dos propuestas diferenciadas, alimentando el necesario debate sobre los caminos que nuestra Universidad tiene que recorrer. Sólo por eso, por avivar la justa y leal contienda democrática para el Rectorado, cabe saludar su candidatura.
Ojo, lo tiene difícil, pero no imposible, ni mucho menos. Porque la candidata puede recoger el apoyo que obtuvieron Antonio Cueto y Santos González; porque la participación puede ser superior, especialmente en sectores fuertemente abstencionistas como los estudiantes; porque todavía quedan unos días muy importantes de campaña electoral; y, lo que es más importante, porque Paz Andrés es una candidata mucho mejor que Vicente Gotor, y tiene margen para demostrarlo.
Me decanto por apoyar a Paz Andrés, y lo hago público porque, aunque mi opinión de poco puede valer –no tengo derecho a voto en estas elecciones universitarias-, hablo como ciudadano consciente de que la Universidad de Oviedo debe jugar un papel fundamental en el progreso social, económico y cultural de Asturias. Quiero que Paz Andrés sea Rectora porque es una persona capaz de asumir los retos de tal responsabilidad; porque tiene experiencia de gestión universitaria, como Secretaria del Consejo Social, Directora del Departamento de Derecho Público y Vicerrectora de Extensión Universitaria; porque es trabajadora, exigente y rigurosa; porque es una persona fuerte e independiente; porque es una jurista brillante y una referencia académica; porque es una excelente profesora, como podemos atestiguar los nos enorgullecemos de haber sido sus alumnos; porque tiene una profunda convicción en la relevancia de la educación pública y la consideración de la Universidad como servicio público; y, como no, por su trayectoria de compromiso social y progresista, que por fortuna nunca ha escondido, y que ha alcanzado también a su propio trabajo intelectual.
Estas elecciones, por lo tanto, no son en absoluto ajenas a la sociedad asturiana, y por eso despiertan expectación mediática, ya que mucho nos jugamos cuando la orientación de la máxima institución académica está sobre la mesa. No sólo se trata de que la Universidad forme buenos titulados –graduados y postgraduados habrá que decir con el Espacio Europeo de Educación Superior-, sino también de facilitar que la formación universitaria ofrezca oportunidades para la justicia social, el desarrollo territorial y el crecimiento económico. Y creo que cuando hablamos de la proyección social y el papel de la Universidad como actor de progreso en Asturias, Paz Andrés es con mucho más idónea para ser Rectora que Vicente Gotor.
Tampoco hay que olvidar, las cosas son así, que Gotor ya formó parte de un equipo rectoral, el de Julio Rodríguez, que tuvo a la Universidad años sin presupuesto, con un desbarajuste organizativo y de gestión considerable, en permanente tensión con los poderes públicos, con una dinámica interna no precisamente reconfortante, y rodeada de un aire provinciano poco saludable. De acuerdo que éllo no le inhabilita como si tuviese que arrastrar una suerte de condena; pero su parte alícuota de responsabilidad tuvo entonces quien hoy parte como máximo favorito para obtener la confianza de la comunidad universitaria.
Por eso, cuando el miércoles los universitarios vayan a votar, deben saber que no sólo se dilucida, por poner el caso, la política de becas, la estabilidad del profesorado, la política retributiva del personal de administración y servicios, el apoyo a este u otro departamento, o los criterios en materia de infraestructuras de la Universidad. Lo que se cuece en esa casa incide, y mucho, en la realidad asturiana. Así es que, con amplitud de miras, decidan éllos pensando en todos.

Publicado en Oviedo Diario, sábado 19 de abril de 2008.

10.4.08

SERVICIOS PÚBLICOS: LO QUE NOS ESTAMOS JUGANDO


Cuando hablamos de servicios públicos no sólo hablamos de que el Estado facilite, de forma directa o indirecta, determinados bienes o prestaciones a los ciudadanos. Hablamos también de que el acceso a los mismos tenga un carácter universal o por lo menos de amplio alcance, permitiendo a quienes disfrutan de ellos contar con un mínimo de garantías para el desarrollo de su proyecto personal de vida, sin tener que fiar exclusivamente a sus rentas sus propias posibilidades de supervivencia, éxito y, si me apuran, felicidad. La cohesión social –y la paz social, por lo tanto- tienen mucho que ver con la solidaridad institucionalizada y la redistribución de la riqueza organizada por el Estado (en sentido amplio) mediante la transferencia, en especie, de bienes y servicios para que todos cuenten con un soporte mínimo vital.
Claro que es difícil que esta sea la idea que nos pasa por la cabeza cuando pagamos nuestros impuestos, aguantamos al funcionario malencarado de turno o utilizamos un equipamiento público que presenta deficiencias. Y, aunque las cosas funcionen bien (la mayor parte de las veces), no siempre estamos de humor para apreciar que tener una carretera asfaltada, alumbrado público, un colegio en el barrio, una decisión judicial que nos reconozca un derecho o un centro salud al que acudir es el resultado de décadas de esfuerzo, organización productiva, reivindicación social, y en definitiva el fruto del trabajo de muchas otras personas. Además, en algunas otras ocasiones hay quienes tienen la humana tentación de desear un recorte de tales servicios, para aminorar los gastos públicos y reducir la carga fiscal que soportan, si es que éllos pueden permitirse acudir a la oferta privada. Ya se sabe que en los tiempos que corren es el aparentemente más fuerte quien desea librarse de los que (también aparentemente) son más débiles.
Por suerte, hasta la fecha en Asturias se ha desarrollado un modelo propio de servicios públicos a la par que se cubrían fases de nuestro desarrollo autonómico. Hemos utilizado las competencias recibidas para apuntalar los servicios esenciales, principalmente la sanidad y la educación, y para profundizar en otras políticas dirigidas en un mismo sentido, como las de vivienda, los servicios sociales, etc. Es cierto que ello ha sido posible en buena medida gracias a la ventajosa relación financiera con el resto de España, a la solidaridad interterritorial y a los fondos procedentes de la Unión Europea. Pero no es menos cierto que se podrían haber tomado otras decisiones dirigidas a minar o devaluar los servicios públicos con otras intenciones. Algunas Comunidades Autónomas así lo han hecho, convirtiendo, por ejemplo, la red sanitaria y educativa de titularidad pública en un instrumento subsidiario, de ínfima calidad, del que hacen uso principalmente quienes no pueden pagarse una alternativa privada, ante el desinterés de las clases medias. En Asturias, por fortuna, lo colectivo sigue gozando de prestigio, y los servicios públicos son sostenidos y utilizados por las familias de renta media como algo propio que defender, y no como una carga.
Ahora bien, los riesgos no son pocos. A la tendencia disgregadora derivada del neoliberalismo más voraz, que pretende convertir en objeto de mercado todo cuanto pueda ser materia de transacción económica, se suman los propios defectos que a veces parecen inherentes a la cosa pública (sin que debamos conformarnos con tal conclusión). Por ejemplo, cuando no se ajusta y prioriza adecuadamente el gasto público, o cuando directamente se despilfarra, lo que tiembla es la propia estructura del servicio público. Y cuando los propios protagonistas de tales servicios, que son aquellos a quienes se ha encomendado su prestación en la práctica, no muestran suficiente compromiso con aquello que se traen entre manos, lo que están es abriendo la puerta a un peligroso deterioro del propio servicio, de incalculables consecuencias.
Viene esto a cuento de la situación que parece vivirse entre los empleados públicos de determinados sectores en nuestra Comunidad Autónoma, principalmente en casos como el de los servicios sanitarios, en el que valientemente se ha puesto sobre el tapete por parte del Gobierno Autonómico una situación que comienza a ser preocupante sobre el riesgo de la insostenibilidad económica del sistema, haciendo un especial llamamiento a los profesionales sanitarios para mejorar su rendimiento. Nada que objetar frente a las reclamaciones que éstos tengan que realizar en su respectivo ámbito de prestación de servicios o laboral, ya que muchas de éllas serán justas. Pero deben también tener en cuenta que lo está en juego es la viabilidad de un modelo de cohesión social basado en buena medida en los servicios públicos y que, de su entrega, responsabilidad y eficacia dependerá que el día de mañana siga persistiendo dicho servicio público como tal.

Publicado en Fusión Asturias, abril de 2008.

TARDES EN LA GRANJA


Muchas horas de mi última infancia y primera adolescencia las pasé en la biblioteca de La Granja, el nombre por el que se conoce popularmente a la biblioteca que distingue al lingüista e impulsor de las bibliotecas en Oviedo, Lorenzo Rodríguez Castellano. La biblioteca de La Granja fue abierta como tal en 1988, siendo Alcalde Antonio Masip, en un edificio que tiene ya más de un siglo. Es una biblioteca pequeña pero con una tremenda fortuna, y no hablo de su modesto fondo bibliográfico –que también, por pequeño que sea-, sino de su delicioso emplazamiento, en el parque que forma parte de la memoria sentimental de todos los ovetenses.
Quizá la mía haya sido una de las últimas generaciones que hizo los trabajos del colegio pescando en enciclopedias y libros de consulta, privados de las ventajas de bucear en Google porque, sencillamente, aún no existía. Las elementales tareas encomendadas por los profesores de Naturales –un trabajito sobre las ballenas, otro sobre los planetas- bien podían hacerse en aquélla biblioteca, donde aprovechaba para tragarme de golpe algún que otro número de Mortadelo o las aventuras de Astérix. Después, pasados unos cursos, di buena cuenta de algunos libros de aquella biblioteca que, desconozco con qué fondos cuenta ahora, pero que en aquellos años no sólo tenía libros de literatura estrictamente infantil y juvenil, sino que venía a ser una pequeña pizca o émulo a escala de una biblioteca en toda regla. Recuerdo entre otras cosas el descubrimiento de la poesía en La Granja, curiosamente a través de un libro que recogía las obras premiadas en la VI edición del Premio “Angél González” para jóvenes poetas, que por entonces aún convocaba el Ayuntamiento de Oviedo, antes de abandonar las iniciativas culturales juveniles. Aquel certamen lo ganó, con Versos para Ana s/n, Aurelio González Ovies, hoy autor reconocido, y cuya obra he podido seguir posteriormente. El mismo año, Adolfo Camilo Díaz ganó el Premio “Campo de los Patos” de relato corto, de idénticas características al anterior, con La sombra del traductor, escrita seguramente cuando ni por asomo el bueno de Dolfo tendría la visión tragicómica de Asturias que plasmó, años después en País. De aquella muchos aún no habían tenido las decenas de desencantos que luego vendrían y aquél joven lector que yo era ni se podía imaginar que años después le tocaría reclamar en la Casa Consistorial la recuperación de los dos premios cuyos frutos entonces paladeaba. Por cierto, aquél libro que paseé por todos los bancos del Bombé me lo recomendó la bibliotecaria, que debió de comenzar acertadamente a sospechar que, a mi pesar, no tenía la Megadrive o la Master System (la consola de moda entonces), cuando me pasaba con cierta asiduidad por La Granja. Claro está que difícilmente se me hubiera ocurrido echarle un vistazo por mí mismo a aquél pequeño tesoro, por muy aficionado que fuese a la lectura.
Como habrán comprendido, me he permitido traer esta vivencia a colación de la drástica reducción de personal que plantea el Ayuntamiento de Oviedo para la red de bibliotecas municipales, que se suma al cierre de la de Trubia y el escaso presupuesto destinado a todas éllas. Parece que todo lo que suene a cultura popular y servicios públicos tiene en Oviedo la espada de Damocles de las restricciones económicas municipales, siempre curiosamente selectivas. Este recorte que impone el gobierno local, y el consiguiente deterioro del servicio prestado por la red de bibliotecas, es una fase más en el socavón cultural al que estamos condenados los ciudadanos de Oviedo.
Está visto que los lectores molestan. Y debe ser cierto, porque, hoy por hoy, en los tiempos de la inmediatez y el monopolio de la cultura visual, ser asiduo a una biblioteca es un íntimo acto de resistencia en peligro de extinción. El pensamiento en abstracto que arranca la lectura espanta a quién nos ve sólo como productores y consumidores, deseando que nos dejemos guiar por una u otra pantalla sin hacer demasiadas preguntas. La buena noticia es que en Oviedo se acaba de constituir una plataforma ciudadana con el romántico y al mismo tiempo realista objetivo de conseguir que la red de bibliotecas no languidezca. Menos mal que aún quedan rebeldes.


Publicado en Oviedo Diario, sábado 5 de abril de 2008.