Blog de artículos publicados en medios de comunicación.

13.10.08

EL PARÉNTESIS


Gerardo Díaz Ferrán, Presidente de la patronal CEOE, pidió hace unas semanas que se abriese un paréntesis en la economía de mercado, aludiendo de esta forma a la necesidad de la intervención de los poderes públicos para atajar los efectos de la crisis. Vista la sorprendente declaración y la contundencia de la expresión utilizada, no sabemos muy bien qué entiende el discutido representante de los empresarios españoles por libre mercado, porque no creo que, a la hora de la verdad, estuviese dispuesto a una economía centralizada, dirigida y planificada, sin prácticamente espacio para la iniciativa privada y la libre empresa. Por otra parte, tampoco creo que, aunque sea temporalmente, pretenda retornar a los planes quinquenales, la proscripción de la propiedad privada, y la imposición de objetivos de producción preestablecidos.
A muchos les ha sonado el exceso verbal del líder de la CEOE a la oportunista petición de auxilio que desde algunos sectores empresariales –principalmente el mundo de las finanzas- se viene realizando a los poderes públicos en países que habían rebajado y flexibilizado las medidas de supervisión de la actividad económica, principalmente EEUU y el Reino Unido, pero también la mayor parte del resto de integrantes de la Unión Europea. Durante años, los gurús del turbocapitalismo globalizado cantaron las excelencias del ultraliberalismo, la desregulación y la creatividad de la ingeniería financiera; hicieron y deshicieron a su antojo, convirtiendo la economía financiera en una burbuja especulativa autónoma y desligada de las necesidades de financiación de la economía productiva real e iniciaron una exitosa campaña contra el sector y los servicios públicos, la iniciativa estatal y la actuación de los organismos reguladores del mercado. Ahora, los aprendices de brujo del neoliberalismo se han visto sobrepasados por el maremoto que ellos mismos han desatado, invocan angustiosamente la intervención pública y aluden, como Díaz Ferrán, a supuestos paréntesis en el libre mercado.
Viendo el panorama y actitudes como la expuesta, resulta muy comprensible que los principales damnificados de la crisis, es decir, las clases medias y trabajadoras, que ven su empleo en riesgo o temen por sus pequeños ahorros, contemplen con escepticismo o desconfianza algunas de las medidas adoptadas en EEUU y la Unión Europea, dirigidas a inyectar capital en los mercados financieros, garantizar los préstamos interbancarios, comprar activos financieros por parte de los Estados a las entidades financieras, e incluso controlar total o parcialmente los bancos en crisis. La sensación de que se saca las castañas del fuego a quien hasta ahora se ha beneficiado del juego financiero es inevitable. Es posible, no obstante, que no quede otra alternativa, porque dejar que en tiempos convulsos sea la famosa mano invisible del mercado quien reoriente las disfunciones provocadas por sus propias reglas, significa arriesgarse a que los efectos de esa corrección sean entre tanto devastadores cuando la crisis es de alcance global.
Ahora bien, una vez que la situación se restablezca en el futuro, será el momento de consolidar nuevos principios para encauzar el sistema económico mundial, y aquí la izquierda socialdemócrata debe de una vez por todas recuperar algunos de sus planteamientos que, no por su origen histórico, dejan de tener sentido. Los poderes públicos nunca debieron renunciar o replegarse vergonzantemente cuando de establecer –y hacer cumplir- unas mínimas reglas de ordenación del mercado se trataba. No todo artefacto financiero, del estilo de las hipotecas subprime titulizadas, puede convertirse en producto susceptible de transacción independientemente de las necesidades de la economía real. Es necesario que la función social del crédito, imprescindible para muchas empresas y particulares, siempre dentro de unos límites, quede también garantizada por entidades financieras con participación pública. La consecución de la equidad social no sólo se consigue con políticas de servicios públicos y redistribución del ingreso, sino también mediante las políticas fiscales y manteniendo cierta capacidad de actuación sobre el mercado que otorgue margen de maniobra cuando vienen mal dadas, como es el caso.
El paréntesis debe ponerse, en definitiva, a las prácticas propias del capitalismo salvaje y desregulado, pero con carácter permanente.

Publicado en Oviedo Diario, 11 de octubre de 2008.

7.10.08

NIÑOS DE LA GUERRA, DE AYER A HOY


La historia de los llamados “Niños de la Guerra”, evacuados de la España republicana durante la Guerra Civil para proteger sus vidas, es uno de los episodios más dramáticos y representativos del desgarro que representó aquella contienda. Miles de niños salieron del país, bajo la convicción de sus familiares de que se trataba de una medida de carácter temporal, con la esperanza de protegerlos y alejarlos de las penurias y los riesgos de las ciudades sometidas al bombardeo del ejército franquista. El destino deparó separaciones que en muchas ocasiones fueron definitivas, destierros y desarraigos provocados por la derrota de la II República y las circunstancias de la postguerra, y, en el mejor de los casos, reencuentros posteriores entre seres queridos que, en algunos supuestos, se demoraron largos años.Muchos de los “Niños de la Guerra” fueron evacuados desde el inicio de la Guerra y, sobre todo, a lo largo del año 1937, del puerto del Musel, en Gijón, intensificándose el flujo de salida a medida que arreciaba la ofensiva en el Norte. Partieron sin comprender realmente las circunstancias que obligaban a su marcha, y sin sospechar que su periplo duraría no meses sino años o décadas. La herida que la Guerra Civil tuvo en sus vidas fue por ello irreparable y profundamente traumática. Una escultura recuerda en la Playa del Arbeyal a aquellos “Niños de la Guerra”, en un gesto de preservación de la memoria que honra al Ayuntamiento de Gijón.La mayor parte de los “Niños de la Guerra” fue acogida gracias al compromiso de las autoridades de los países que en aquellos momentos mostraron su solidaridad con la II República, como México y la Unión Soviética, mientras las potencias occidentales (Francia y el Reino Unido, principalmente) se mantenían en una posición de inhibición en el conflicto. En otros casos, fue sobre todo la sociedad civil de países europeos como Suiza, Noruega, Bélgica, Holanda o Dinamarca la que reaccionó ante la catástrofe humanitaria que representó nuestra Guerra Civil, demostrando una conciencia global sensible al dolor de las víctimas. Cabe destacar que numerosas asociaciones, sindicatos, partidos políticos de izquierda y, en general, una constelación de movimientos sociales progresistas, hicieron un particular esfuerzo para auxiliar a las familias que, en la zona republicana, pudieron enviar a sus hijos fuera de España para sustraerlos del horror de la guerra.Una historia menos conocida, pero también desgarradora, fue precisamente la de los 120 “Niños de la Guerra” asturianos, cántabros y vascos que partieron del Musel, en agosto de 1937, rumbo a Dinamarca, y cuyo periplo está documentando el realizador asturiano Iñaki Ibisate, con la colaboración de la TPA. Precisamente el pasado 13 de septiembre Ibisate reunió en Gijón algunos de los entonces niños que aún sobreviven, junto con sus familias, en un acto de sentido recuerdo de aquella experiencia. Los “Niños de la Guerra” que viajaron a Dinamarca fueron excepcionalmente bien acogidos en aquel país, pese a las enormes presiones de la vecina Alemania y a algunas disputas políticas internas, y despertaron una ola de solidaridad de familias danesas, algunas de las cuáles realizaron donativos o ayudaron en la manutención de los niños, junto a las organizaciones políticas de izquierda que entendieron –tristemente anticipándose a los hechos luego acaecidos- que las víctimas civiles del franquismo eran también víctimas del fascismo dispuesto a extender su dominio por toda Europa. Los “Niños de la Guerra” enviados a Dinamarca, que regresaron a partir de 1938, se encontraron a la vuelta, en muchos casos, con sus ciudades destruidas y sus familias destrozadas por muertes y desapariciones, o temerosas del nuevo orden reinante en la recién inaugurada dictadura. No obstante, quizá el bárbaro azar de aquellos años les deparó un mejor destino en comparación con los “Niños de la Guerra” que fueron a Rusia, que padecieron con toda su crudeza la II Guerra Mundial, y cuyo regreso resultó mucho más dificultoso por la enemistad posterior entre las autoridades soviéticas y el régimen franquista, de modo que una buena parte echó raíces en esa tierra lejana y ya no volvió jamás a España.Bien está recordar los jirones que aquellos tiempos dejaron en nuestra historia, pues aunque hoy veamos tan lejano aquel terror, lo cierto es que sucedió hace un tiempo relativamente breve, y aquellas desgracias son hoy padecidas por los 37 millones de refugiados y desplazados internos que, según el Alto Comisionado de las Naciones para los Refugiados, han tenido que huir de las decenas de conflictos armados que subsisten en el mundo.


Publicado en Fusión Asturias, octubre de 2008.

TENGAMOS LA FIESTA EN PAZ

En los últimos años se ha convertido en costumbre de los responsables municipales, a la finalización de las fiestas de San Mateo, criticar públicamente a los chiringuitos, exigiéndoles continuamente mejoras o cuestionando su actividad. A primera vista uno piensa que esta clase de declaraciones se realizan sólo por decir algo, con más afán de notoriedad que contenido reflexivo, como una manida consigna o un lugar común en la valoración que el Equipo de Gobierno municipal hace de las fiestas que ellos mismos organizan. Pero, por su frecuencia y sentido, me temo que son otras las intenciones cuando se apunta toda la carga crítica de la actividad festiva (la única que se hace: el resto supuestamente es perfecto) a estos establecimientos temporales regentados por asociaciones ciudadanas. Aunque confieso que cada San Mateo frecuento menos los chiringuitos y que (será el triste reconocimiento de la edad adulta) las multitudes convulsas en temporada festiva me inspiran más pavor que entusiasmo, creo que conviene recordar algunas cosas al hilo de este debate.
Me temo que el Equipo de Gobierno del PP no puede esconder que, en contradicción con sus propias siglas, nunca le ha gustado el carácter popular de las fiestas de San Mateo. En el fondo añoran el espíritu elitista y carca de los bailes de pago en La Herradura, ese deseo de diferenciar del resto, en todos los acontecimientos sociales –también en las fiestas- el Oviedo de rancio abolengo supuestamente auténtico, selecto, impoluto y puro que guardan en su ideario. Pero la eclosión de las fiestas de San Mateo como acontecimiento de masas, en el modelo impuesto en 1983, no sin polémica, por Antonio Masip y Covadonga Bertrand, sucedió para quedarse porque su incuestionable éxito ha impedido una vuelta atrás. Y en ese estilo de fiestas los chiringuitos han jugado el papel decisivo, convirtiendo durante unos días calles y plazas en terrazas, pubs al aire libre y puntos de encuentro que no exigen diferenciación social ni acreditación de estatus. Que haya sido el PSOE el impulsor de este modelo festivo causa urticaria en un Alcalde que pretende la exclusiva identificación y paternidad de la ciudad, como si antes de su mandato nada hubiera tenido relevancia y después de él nada se pudiese esperar.
Además resulta que los chiringuitos los regentan comisiones de festejos pero también asociaciones ciudadanas -de esas a las que en escasas ocasiones se recibe y escucha por parte de los responsables municipales- y entidades culturales que mayoritariamente tienen un carácter progresista y hacen gala de ello. Para el núcleo duro de aquellos que manejan una concepción del “Oviedo invicto”, viene a ser casi una afrenta que otros ovetenses decidan exhibir en la calle su apego a otras causas alejadas del discurso oficial municipal, y que encima financien sus actividades gracias a los ingresos generados durante esos días. Parte del Oviedo social, cultural y político progresista, efectivamente, se financia con estos ingresos tan honradamente heterodoxos y alejados de otras formas de proceder. Sabemos, por el contrario, que no serán algunos clubes sociales o entidades vinculadas a ese Oviedo elitista los que recurrirán a vender bocatas y cócteles para sacarse unos cuartos; tampoco el PP local se financia así.
A todo esto cabe sumar que en los últimos años los chiringuitos ya han hecho un esfuerzo notable por mejorar su estética y los servicios que prestan, lo que no parece reconocerse ahora por los actuales responsables de festejos. Obviamente, el carácter masivo de las fiestas tiene una serie de inconvenientes de difícil solución, que es cierto que unos vecinos –los del Antiguo- sufren más que otros. Pero, en términos generales, el exceso popular mateíno no deja de ser estimulante y casi salvífico para que este Oviedo un tanto estirado rompa, al menos momentáneamente, el corsé que el poder establecido le ha puesto. No olvidemos que en todas las fiestas populares hay un espíritu liberador, carnavalesco y un tanto incivilizado que sirve para que el resto del año sobrellevemos mejor las servidumbres del necesario orden y concierto.
Publicado en Oviedo Diario, 27 de septiembre de 2008.