Blog de artículos publicados en medios de comunicación.

29.3.14

NEL AMARO VOLVERÍA A QUEMAR EL DNI

Corría el año 2003 y mientras Aznar se empeñaba en sacarnos del rincón de la historia comprometiendo el apoyo de España a la intervención armada en Iraq, un grupo de estudiantes de la Universidad asturiana organizamos, entre la miríada de actos contra la guerra en aquellos días de efervescencia, un acto callejero de protesta frente al Ayuntamiento de Oviedo (cuya mayoría corporativa se negaba a rechazar el conflicto) en el que invitamos a Nel Amaro. Su acción terminó, bajo la observación curiosa de los policías locales y una veintena de viandantes, clamando contra el oprobio de que en el supuesto beneficio de España –lo que quiera que tal sofisma representa- se apoyase semejante canallada (y estupidez, como el tiempo demostró con creces). Para demostrar la vergüenza sentida, qué mejor que quemar el DNI, lo que acto seguido llevó a cabo. No una fotocopia a color ni una imitación creada al efecto. Sino el propio DNI, sacado de su bolsillo y entregado -supongo que por decisión tomada sobre la marcha- a la pequeña fogata en la que se quemaban fotos del trío de las Azores. El deseo de la apatridia era recurrente en Nel Amaro, es cierto; pero cuando menos destruir el DNI le genera a uno un incordio por la tramitación burocrática que viene después.
Todos echamos de menos a Nel Amaro y más en estos días en el que la actualidad le daría, desgraciadamente, buen material. Como a todos los que lo vimos en acción, nos resulta difícil olvidarle y no sonreír cuando evocamos cualquiera de sus performances. Me he acordado de él porque alguna habría montado para denunciar como abunda la indiferencia e incluso las alucinantes justificaciones mientras ya van quince cuerpos de inmigrantes localizados tras intentar alcanzar las playas de Ceuta y morir ahogados, repelidos por disparos de fogueoy de pelotas de goma. A buen seguro que habría tenido que pasar por la oficina de expedición del DNI para hacerse otro nuevo, porque sacarlo de la cartera y quemarlo, por vergüenza y espanto, es un gesto político, o al menos un alivio, que tiene sentido y razón, si el Estado que dice ampararte y te documenta maneja entre sus formas de proceder que las autoridades encargadas de hacer cumplir la ley la contravengan (devoluciones en caliente incluidas) y desprecien la vida ajena hasta facilitar que quince desgraciados la pierdan a unos metros de la orilla. Sin que haya destituciones;  con una contestación social más bien escasa (me temo que todos estamos en el sálvese quien pueda); prácticamente sin muestras oficiales de condolencia (por muy hipócritas que resultasen); admitiendo como parte del paisaje que el responsable de la Guardia Civil amenace abiertamente a quien critica la insoportable inhumanidad; tragando con explicaciones a medio camino entre la falsedad (hubieran negado el uso de material antidisturbios si no fuese inocultable) y el descaro; contemplando la estrategia, quizás exitosa, de argumentar la necesidad de defender la impermeabilidad de la frontera, a cualquier precio e incluso contra las propias normas que nos hemos dado.
Todo ello en nuestro supuesto beneficio, como ciudadanos regularmente identificados.

Publicado en Asturias24, 18 de febrero de 2014.

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22.3.14

POR QUÉ SE ESCINDE LA DERECHA

Hasta la fecha todos los experimentos políticos situados a la derecha del PP -que ya es decir- no habían pasado de fugaces viajes casi en solitario (los del Partido Demócrata Español del antiguo portavoz parlamentario de AP, Juan Ramón Calero) o de disidencias de carácter local y regional resultado de luchas de poder más que de diferencias políticas y con recorridos por lo general cortos aunque con chispazos de éxito electoral, como es el caso, por ejemplo, de Foro y el casquismo asturiano. Salvando estas escisiones y la ocasional zozobra que causan en el pétreo aparato conservador, los conatos de organización en partidos políticos de la extrema derecha afortunadamente nunca han tenido, por falta de habilidad, escaso predicamento y deficiente estrategia, ocasión para disputar el electorado más duro al propio PP.  Entre otras cosas porque el éxito del PP reside, entre otros motivos, en cierta capacidad camaleónica y en su escaso apego por cualquier definición ideológica, más allá de algunos elementos comunes a todo el espectro de la derecha, en parte de los cuáles (nacionalismo centralista más o menos velado, invocación del orden, desconfianza hacia el diferente, aversión a los movimientos sociales progresistas y sindicatos, etc.) se encuentran perfectamente identificadas las corrientes más puramente autoritarias.
Sorprende que, en el momento en el que el PP acumula más poder institucional, obtiene más cobertura mediática propicia y despliega -con éxito y el viento de los tiempos a favor- una estratégica destinada a edificar su modelo de darwinismo social (y, paradójicamente, de creacionismo, si dejan al converso Gallardón y a Fernández Díaz), surja una escisión por la derecha con visos de abrir un espacio político nuevo. La aventura de VOX puede ser, en este caso, algo más que eso, en tiempos de populismo rampante, descrédito de los partidos tradicionales y falta de referencias políticas. Sobre todo porque agita las mismas bajas pasiones que en los últimos años han movilizado con intensidad a la derecha más rocosa, haciéndose portavoz de sus aspiraciones de forma pretendidamente más genuina –y agresiva, por lo tanto- que el posibilista PP. Cuando el PP de los años de oposición, arrastrado por el oportunismo más disolvente, acusó descarnadamente a Zapatero de “traicionar a los muertos” aludiendo a las víctimas del terrorismo; alimentó el discurso contra lo público y la política; estimuló el recelo contra el sistema autonómico; batalló contra las políticas de promoción de la igualdad y respeto a la diversidad; o instigó el desprecio frente al nacionalismo periférico vasco y catalán, estaba abriendo paso a que una derecha “sin complejos”, en la terminología aznariana, quisiese hacer realidad su agenda de máximos. Ahora el problema lo tienen encima de la mesa, porque lo de VOX puede ir en serio si apuntalan un estilo aparentemente normalizado, consiguen ciertas alianzas mediáticas más sólidas y fondos suficientes. Y su eventual irrupción en la vida política, si obtienen escaño en las europeas, acabará pesando en el discurso del PP, que se planteará recuperar ese electorado, asumiendo mensajes del nuevo partido; el problema será entonces de todos porque afectará de lleno al sistema político, con un PP más radicalizado, si cabe.
Lo llamativo de todo esto es que el PP no sufre bajas por empobrecer a las rentas medias y bajas, ni por devaluar el trabajo asalariado, ni por horadar los servicios públicos, ni por cuestionar los derechos sociales, ni por incluir la cadena perpetua en su reforma del Código Penal, ni por convertir el acceso a la justicia en un bien de lujo para la mayoría, ni por criminalizar las protestas ciudadanas, ni por querer obligar a las mujeres que desean interrumpir su embarazo a llevarlo obligatoriamente a término. Eso sería lo lógico si el centro-derecha en España tuviese una trayectoria evolutiva de modernidad y moderación, que provocaría que su corriente verdaderamente liberal (hoy llaman liberal a cualquier cosa, Esperanza Aguirre incluida) y -si existe tal cosa- centrista, huyera despavorida de la deriva tomada por el PP. Sin embargo, los que se van lo hacen porque creen que el Gobierno de España debería haber desobedecido la Sentenciadel Tribunal Europeo de Derechos Humanos sobre la doctrina Parot, o porque ansían la suspensión de la autonomía catalana o porque los creen blandos (¡!) frente a la contestación social. Cosas de la caverna española.

Publicado en Asturias24, 4 de febrero de 2014.

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¿SE LO CREEN?

A juzgar por las declaraciones triunfalistas del Presidente, los miembros del Gobierno de España y los dirigentes del Partido Popular, debe de haber algo que celebrar. Si uno se atiene a sus palabras, parece ser que ya hemos salido de la crisis y la recuperación económica es un hecho, que en breve tiempo dará paso a un futuro de prosperidad y oportunidades, que haga olvidar rápidamente el largo periodo de estrecheces vivido.
No sé si será suficiente para tal triunfalismo un crecimiento del 0,1% del Producto Interior Bruto (PIB) en el tercer trimestre de 2013 y del 0,3% en el cuarto trimestre, dato anticipado en exclusiva por el Ministro de turno como viene siendo costumbre en este Gobierno, que maneja las fuentes de información estadística oficial a su antojo. Tampoco la reducción del desempleo (147.385 parados menos en 2013) es para tirar cohetes cuando a la par se pierden cotizantes a la Seguridad Social en el ejercicio (85.041 menos), disminuye la población (en 118.238 en el primer semestre de 2013) y el saldo migratorio es negativo (-124.015 personas en el primer semestre de 2013). Que la deuda pública sea del 93% del PIB en el tercer trimestre de 2013 (en 2008, antes de la crisis, era del 39%); que el déficit público incluyendo las ayudas a la banca nos sitúe ala cabeza de Europa; y que en el camino nos hayamos dejado derechos sociales, políticas públicas, integridad del sistema y cohesión, son casi anécdotas marginales, al decir de las voces autorizadas. Sin embargo, aquí tenemos, por obra y gracia del discurso oficial, de su repetición, de la ausencia de pluralidad informativa en los grandes medios y de la credulidad de algunos, el milagro de la percepción de salida de la crisis.
Vivir fuera de la realidad ya ni siquiera es una condena para el responsable político o empresarial que lo demuestra. Hace pocos años, la prueba de tal circunstancia exponía al dirigente al reproche de la ciudadanía (para ejemplo, el café de 80 céntimos de Zapatero); pero ahora puede decirse abiertamente que la crisis es cosa del pasado, que el porvenir es dorado, que el dinero llueve sobre España (palabra de Botín), que hemos vuelto a la situación anterior a la crisis (aserto de Lagarde) y que las familias españolas pagan menos en el recibo de la luz (eso es lo que ha dicho Alberto Nadal, Secretario de Estado de Energía en la era de la pobreza energética para una parte no pequeña de la población), sin que nadie tenga que salir a escobazos. No hay espacio para el rubor porque es innecesario si podemos construir, sin escrúpulo alguno y a un escaso coste en la reputación, un universo paralelo.
También se nos dice que la ganancia en competitividad de la economía española es tan significativa que, en breve espacio de tiempo nos convertiremos -y he aquí el frustrado mantra que escuchamos de lustro en lustro- en la “Alemania del Sur”. De todas las falacias de la recuperación, esta sin duda es la peor porque lleva en su seno la semilla de la perpetuación de la crisis. ¿Hay motivos para creer que se ha mejorado la organización empresarial? ¿Hemos cambiado el modelo productivo de España? ¿Se han introducido mejoras en la eficiencia de nuestra actividad económica? ¿Es superior el nivel formativo y el conocimiento aplicado? ¿La actividad de investigación y desarrollo y su incorporación a la actividad, está acaso en niveles aceptables? ¿O no será que el único aspecto en el que ha mejorado sustancialmente la competitividad es en la contención o incluso rebaja salarial, objetivo último no declarado de las reformas laborales? Es un error económico mayúsculo y una inmoralidad política jalear un aumento de competitividad que se basa casi exclusivamente en la condena a la precariedad, a la incertidumbre y al inusitado binominio trabajo+pobreza: antes en España tener un empleo era sinónimo de vivir con cierta dignidad material, ahora esto ya no está garantizado para una buena parte de la masa laboral.
¿Se lo creen? ¿O sólo pretenden que nos lo traguemos nosotros?

Publicado en Fusión Asturias, febrero de 2014.

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