ELECCIÓN DE ALCALDES, LAS DIFERENCIAS IMPORTAN
No
ha estado Mariano Rajoy acertado al plantear de la forma en que lo ha hecho la
elección directa de alcaldes. Primero, porque se saca de la manga la propuesta
en un batiburrillo de ideas mal hilvanadas para tratar de dar alguna respuesta
al desafecto de los ciudadanos hacia las instituciones, cuando lo que hace
falta es un enfoque global y de fondo, más que remiendos. Segundo, porque es
inevitable ligar la proposición a las expectativas electorales del PP en las
elecciones municipales de mayo de 2015, en las que es altamente probable que
pierda la mayoría absoluta en muchas capitales de provincia y puedan, en
algunos casos, configurarse coaliciones alternativas en las corporaciones que
permitan desbancarle de gobiernos locales significativos; de ahí la inmediata
acusación de pretender modificar interesada e intempestivamente las reglas de
juego, estando ya iniciado tras los comicios europeos el ciclo electoral
2014-2015. Y tercero, porque la falta de detalles del planteamiento efectuado
es notable, empezando porque su propuesta supone, antes que nada, consagrar que
la persona que encabece la lista más votada sea automáticamente quien acceda a
la alcaldía, y eso no es exactamente lo mismo que la elección directa del alcalde;
por cierto, actualmente esa es la consecuencia que la Ley Orgánica de Régimen Electoral General prevé cuando ningún candidato alcanza la mayoría absoluta de
los votos del Pleno, pero, evidentemente, la normativa actual no impide de
inicio (como propone ahora Rajoy que suceda) la conformación de esas mayorías
alternativas e incluso prevé, mediante la moción de censura constructiva, que
así pueda ocurrir a lo largo del mandato.
Que
la sugerencia ha sido poco meditada es irrebatible, entre otros motivos porque
hace bien poco se ha sometido el régimen local en España a una profunda
modificación, instrumentada mediante la muy cuestionada Ley 27/2013, de racionalización y sostenibilidad de la Administración Local. Parece claro que,
además de las urgencias electorales, late el deseo de continuar reduciendo el
Pleno de los ayuntamientos a un papel secundario, sin atribuciones ejecutivas,
con mecanismos de control y orientación de la acción de gobierno menores que
los de cualquier parlamento y, si triunfase la opción defendida por el PP, sin
que la elección de alcalde dependiese de su composición. Tampoco se ha
explicado cómo superar situaciones de bloqueo en las que sí puede existir una
mayoría diferente dispuesta a acordar en positivo una alternativa a la de la
fuerza que haya obtenido más concejales y que no ha alcanzado la cifra
necesaria para gobernar en solitario.
La
elección directa de alcaldes no es, sin embargo, un debate novedoso. Se ha
venido discutiendo sobre esta alternativa desde hace un buen número de años, al
calor del refuerzo del poder ejecutivo municipal que las sucesivas reformas de
régimen local han alentado (cometiendo excesos dolorosos para el control
democrático), de las tensiones ocurridas cada vez que en medio de un mandato
triunfaba una moción de censura y de las medidas para evitar el transfuguismo,
sobre todo cuando esta degeneración estaba detrás de cambios abruptos de alcaldía.
Y, también, en un entorno, como es el local, más propicio para la relación
entre representantes y ciudadanía, como forma de permitir a los vecinos optar
directamente por la persona que encabece el Consistorio. El PSOE, por ejemplo,
con esta última intención, propuso la elección directa de alcaldes en 2002
(siendo el asturiano Álvaro Cuesta, Secretario de Política Municipal), pero con
una elección a doble vuelta, la primera coincidente con la elección de la
Corporación y, en el caso de que nadie se alzase con la mayoría absoluta, la
segunda vuelta entre los dos candidatos más votados. Evidentemente, las diferencias
con la preferencia expresada ahora por el PP no son sólo de matiz.
Estas cosas,
en definitiva, son demasiado serias como para hacer aproximaciones poco
rigurosas y que pecan de oportunismo. Si además contienen, revestidas del
ropaje de una supuesta mejora de la articulación de las instituciones –que ni
siquiera es tal- una erosión de su funcionamiento democrático, constituirían un
elemento más de la involución que promueve la mayoría gobernante.
Etiquetas: alcaldía, ayuntamientos, democracia, democracia representativa, elección directa, elecciones, elecciones municipales, participación ciudadana, partidos políticos, PP
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