Blog de artículos publicados en medios de comunicación.

28.12.07

ARRIESGADAS INVITACIONES


Sobre el joven emigrante asturiano andamos siempre en la valoración extrema, lejos de analizar con prudencia el fenómeno y sus consecuencias. Hace siete años el Consejo de la Juventud del Principado de Asturias, de cuya Comisión Permanente formaba parte en aquel entonces, abrió con fuerza el debate eligiendo como lema para su Escuela de Seronda (el principal punto de encuentro de las asociaciones juveniles de nuestra Comunidad) un provocativo “Asturias, paraíso de emigración juvenil”, acertado para suscitar la polémica pero que -pasado el tiempo se ven las cosas más claras- tenía un punto de desacertado victimismo. Unos años después circularon cifras maliciosamente exageradas sobre el número de jóvenes universitarios que buscaban su futuro tras la Cordillera Cantábrica. Después vino el aluvión de críticas al Presidente del Principado por aquello de la leyenda urbana, entendiendo que significaba una subestimación inaceptable de la envergadura del flujo emigratorio juvenil.
En los últimos tiempos una nueva dinámica de valoración desproporcionada de las cosas trasluce en el discurso dominante que sobre la emigración juvenil manejan autoridades, medios de comunicación y creadores de opinión. En un intento por reconocer el esfuerzo del joven emigrante y saldar las deudas del olvido reciente, se está elevando a categoría de mito su figura. A tenor de la hagiografía últimamente al uso, parece que todo joven asturiano que emigra al confín del mundo alcanza un éxito rápido –aunque con esfuerzo y trabajo duro-, domina la escena profesional en Madrid, Nueva York o Shangai y se merienda los laboratorios en el MIT o Berkeley. Se les da la palabra a los triunfadores para que expliquen el secreto de su éxito, hablen de cómo Asturias es hermosa pero llena de dificultades para el desarrollo profesional o empresarial, y cuenten su catálogo de nostalgias de la tierra.
Nada o poco se dice, sin embargo, del joven asturiano que trabaja como camarero en Londres, agente de seguros en Madrid o administrativo en Barcelona. No representa, según el lenguaje oficial, a lo mejor de nuestra Asturias. También a él le invade ocasionalmente la señaldá y exhibe la bandera regional a la mínima de cambio en cualquier evento social o deportivo al que acuda. Al igual que el resto, este joven emigrante sin laureles ha salido de Asturias buscando mejores oportunidades, que vendrán o no en el futuro. Pero no forma parte del paisaje dulcificado de la emigración que pretenden exhibirnos, porque, por lo pronto, está batallando en la calle y no integra la élite de exitosos.
No es nada nuevo, al fin y al cabo, que sólo nos fijemos en el emigrante al que le van bien las cosas; lo mismo se hizo a finales del siglo XIX y principios del XX, una época de la que se recuerda con frecuencia las conquistas de los indianos que volvieron para levantar fuentes y escuelas, ocultando que otros muchos anónimos se quedaron allá para siempre o regresaron sin pena ni gloria.
Tampoco es nuevo, y esto sí es preocupante, que indirectamente se invite al joven asturiano a tomar el camino de salida, haciéndole ver que sólo fuera de Asturias conseguirá un crecimiento personal y profesional lejos de las comodidades aletargantes del llar. Algunos han conseguido que los jóvenes asturianos que viven y trabajan aquí se estén preguntando –nos estemos preguntando- qué hemos hecho mal para quedarnos en Asturias, lejos del Dorado madrileño o el que toque. Muchos se han autoconvencido de que la excelencia no tiene cabida en Asturias, y que cualquiera con un poco de ambición más temprano o más tarde acabará poniendo los dos pies fuera de aquí.
Es una verdad a medias, muy peligrosa, decir que en Asturias no existen oportunidades; casi tan arriesgada como negar la evidencia de que muchos jóvenes prefieren emprender fuera que buscar su alternativa en la tierra. Parece a ojos del discurso mayoritario que no es posible vivir con un pie en Asturias –la base, nuestra casa- y otro en el resto del mundo. Aquello del pensamiento glocal parece ya desterrado. La invitación a coger la puerta es, por lo tanto, incesante.


Publicado en Oviedo Diario, 22 de diciembre de 2007.

CUIDADO CON LOS ULTRAS

Conocí a Pedro Zerolo en marzo de 2005, cuando, estando yo metido hasta las cachas en la actividad política local, lo invitamos desde el Grupo Socialista en el Ayuntamiento y las Juventudes Socialistas de Oviedo a unas jornadas de análisis sobre las iniciativas legislativas dirigidas a la erradicación de la discriminación por orientación sexual. En aquellos días se estaba tramitando la reforma del Código Civil que dio lugar, semanas después, a que España, o al menos su ordenamiento jurídico, se convirtiese en un país de referencia mundial en la garantía de igualdad de derechos para gais y lesbianas. Zerolo irradiaba entusiasmo y alegría por aquella conquista social –hoy camino, por fortuna, de la total normalidad- en la que indudablemente influyó de forma directa. Algunos de los asistentes a su conferencia no se esperaban encontrarse con, además de un activista, una persona brillante, clarividente, con enorme capacidad pedagógica para transmitir sus convicciones y plenamente abierta al diálogo.
Hace unos días Zerolo se convirtió en inesperado protagonista por los insultos y persecución que sufrió con motivo de la concentración ante el Ayuntamiento de Madrid en repulsa por el último atentado de ETA. Los exaltados de turno cargaron principalmente contra él, con toda clase de hostigamiento e insultos, entre ellos los habituales del repertorio homófobo. Posiblemente, en algún momento su integridad física estuvo en juego, vista la tensión del momento. Para mayor escarnio, algunos de los agresores decían identificarse con la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), que se ha convertido sobrevenidamente, para vergüenza de muchos propios y más ajenos, en paraguas ideológico de la ultraderecha. Si las cosas siguen así y un día algún descerebrado pasa de las palabras a los hechos, habrá que crear una “Asociación de Víctimas de la AVT”. Por cierto, la AVT, que se sepa, ni ha condenado ni lamentado los incidentes, cosa que, menos mal, sí han hecho los partidos políticos, incluido el PP.
Vean ustedes los videos de la algarada, que están colgados en Internet. Súmenlos a las imágenes habituales de las últimas concentraciones y manifestaciones que, más que contra el terrorismo, han ido dirigidas principalmente contra el Gobierno. El cúmulo de barbaridades y de expresiones de odio es inmenso y preocupante, porque campan a sus anchas en ese caldo de cultivo los especimenes más granados de la ultraderecha. Los que hoy llaman traidor al Presidente del Gobierno, maricón a Zerolo o acusan al Ministro del Interior poco menos que de complicidad con ETA, son la réplica de los que en la Transición, también aprovechando actos contra el terrorismo e incluso funerales, gritaban “Ejército al poder”, “Tarancón al paredón” o tachaban de débiles y traidores –hoy como ayer- a Suárez o Gutiérrez Mellando (y éste, hombre de sangre caliente y orgullo, sí que les respondía como hizo lo propio con Tejero el 23-F, por cierto). Es verdad que la historia ahora se repite no como tragedia sino como farsa, porque en aquellos años metían más miedo que risa, y hoy está claro que son una minoría y el riesgo involucionista es menos preocupante. Pero es difícil no rechinar los dientes cuando ves envalentonados a esa panda de cavernícolas, y cuando se comprueba como muchos se atechan bajo nobles causas, dignas de apoyo, como la solidaridad con las víctimas del terrorismo. El problema quizá resida en aquellos que tiran la piedra y esconden la mano: los que crispan o distorsionan para generar ruido y confusión, tratando de restar legitimidad democrática al Gobierno desde el minuto cero o agitando falsos fantasmas, esperando recoger los frutos podridos.
En España hay ultraderecha, siempre la hubo y ahora se muestra con mayor descaro. Somos un país avanzado, democrático y tolerante. Un ejemplo en muchas cosas, entre ellas en valores comunes, cosa que generalmente no apreciamos. Pero siempre hubo quien se resistió a ese cambio, deseando con una España, excluyente, centralista, uniforme y en uniforme, racista, xenófoba, homófoba, casta y castiza. La llamaban la reserva espiritual de Occidente. Todavía hay epígonos de aquellos sembradores de odio. No nos descuidemos porque gritan mucho.
Publicado en Oviedo Diario, sábado 8 de diciembre de 2007.

20.12.07

TRIBULACIONES DEL FAR WEST

Uno de los principales retos de Asturias posiblemente sea la cohesión territorial. A pesar de contar con una superficie relativamente pequeña (10.603,57 km2), la diversidad de territorios, la difícil orografía, y sobre todo la concentración de población y actividad en el Área Central provocan que una buena parte de los municipios de las alas queden fuera de los polos de atracción y centros de decisión en materia económica, política o cultural. Asturias es pequeña, pero diversa y compleja, y entre sus 78 concejos muchos luchan simplemente por no quedar a merced de la despoblación o el envejecimiento, convirtiéndose en un desierto verde lleno de historias antiguas, con más pasado que futuro. Es cierto que en los últimos años mucho se ha hecho para revalorizar el mundo rural asturiano, y que además la brecha causada por las dificultades en las infraestructuras de comunicación poco a poco va disminuyendo. Pero la dinámica parece difícil de resistir para muchos pueblos y villas que, a cuentagotas, ven escapar su aliento.
A esta tendencia que tanto cuesta combatir se une, en algunos casos, una cierta sensación de desamparo institucional y de indiferencia del resto de la Comunidad. Posiblemente eso suceda especialmente en el Occidente asturiano, que alguno ha calificado con cierta retranca como nuestro Far West particular. La comarca entre el Eo y el Navia, Emtrambasauguas aún la llaman los románticos, tiene un vasto territorio y una población menguante, sobre todo en el interior pero también en la propia costa. Las infraestructuras de transporte son, con mucho, las peores de Asturias, aunque hayan mejorado y las perspectivas sean más halagüeñas. La dotación en equipamientos y servicios públicos es digna pero insuficiente para toda su extensión. Pero lo peor no son estas carencias, inevitables en buena medida, sino la impresión que muchos de los ciudadanos de esta parte de Asturias no pueden evitar: se sienten en cierto modo fuera de juego, ajenos al discurrir de la vida pública, social y económica asturiana, un poco dejados de la mano de Dios, dirían los más pesimistas; y, por consiguiente, incipientemente cansados de esa desidia que les sitúa no sólo en la periferia geográfica sino también en la periferia de la agenda política.
Lo preocupante es que seguramente tengan bastante razón. El discurso oficial y la imagen promocional que se estila en Asturias tiene más que ver con la Asturias central y oriental que con la del Navia-Eo. La falta de aprecio por los poderes públicos es un hecho. Y la desatención a los problemas comunes y rasgos identificativos de este territorio es común en la generalidad de los dirigentes regionales. Por fortuna esto no ha hecho merma en el sentimiento de asturianía de los eonaviegos, robustecido si cabe por oposición a determinadas veleidades que provienen del otro lado de la Ría del Eo -que ahora algunos quieren rebautizar con la tautológica denominación Ría de Ribadeo- y por la activa militancia asturiana de algunos colectivos culturales como Xeira o Rapalcois. Mención aparte merece la situación de la fala o gallego-asturiano, denominación ésta última utilizada por la Ley de Uso y Promoción del Bable/Asturiano; se trata de una lengua de transición que sigue muy viva y que es utilizada como vehículo normal de expresión por muchos habitantes de esta zona. Pese a ello, las administraciones públicas han optado por ignorarla, bien subsumiéndola directamente en la lengua gallega, o bien considerándola una variante de la lengua asturiana, sin analizar su especificidad ni otorgarle la protección que merece como instrumento de expresión oral de miles de asturianos del Occidente.
Es tiempo, por lo tanto, de reforzar la integración de todas las Asturias, y de hacer partícipes a todos los territorios que la componen del mismo proyecto común. Quizá para ello sea necesario que muchos asturianos reconozcan –reconozcamos- que ni siquiera hemos sido capaces en todos estos años de recorrer y conocer las múltiples caras y realidades de nuestra propia tierra.
Publicado en Fusión Asturias, diciembre de 2007.