Blog de artículos publicados en medios de comunicación.

28.2.11

PUNTO FINAL A LA DEGRADACIÓN

Es alucinante y terrible que un policía local, posiblemente por haber ejercido sus derechos como empleado, haya sido objeto de presiones y amenazas, culminadas con la aparición de pintadas insultantes en el rellano de la escalera y en la puerta de su casa. El agente, afiliado de CCOO, mantiene un pulso jurídico con el Ayuntamiento de Oviedo por diversas circunstancias relacionadas con sus condiciones de trabajo, obteniendo el amparo judicial repetidamente frente a las decisiones emanadas o inspiradas por el Jefe de la Policía Local, cuyos modos arbitrarios y autoritarios son bien conocidos en esta ciudad. Parece ser que la escalada en la intimidación que ha sufrido este agente ha sido paralela a la intensidad de la controversia que sostenía con los responsables de la Policía Local. A su vez, desde CCOO establecen una probable relación causal entre la constancia de sus reclamaciones y los éxitos judiciales alcanzados y la aparición de las pintadas que, con estupor, hemos podido ver en las fotografías divulgadas por los medios de comunicación.
El hecho es gravísimo, porque, si resultase cierta la conexión entre su activa defensa de sus derechos laborales y el hostigamiento recibido, estaríamos ante una poderosa muestra del enorme nivel de brutalidad y de degradación instalado en determinados ámbitos de la vida local. Es especialmente grave que esto suceda en relación con la Policía Local y en potencial correspondencia con el cargado ambiente que, a tenor de sus permanentes conflictos, se vive en ese cuerpo. Pone los pelos de punta la mera suposición de que algún agente o incluso algún mando de la Policía Local haya conocido, alentado o consentido acciones como las que han acabado con la pared del agraviado repleta de insultos y con una diana dibujada en su puerta. Urge, por lo tanto, que se investigue la sospecha esgrimida por CCOO sobre los motivos de este acoso y que, de existir indicios de esta vinculación, se depuren todas las responsabilidades, con todas las consecuencias.
Desgraciadamente, no son pocos en Oviedo los que tienen la sensación de que este tipo de acontecimientos no resultan imposibles cuando se instala una cultura de abuso de poder, soberbia y agresividad verbal en ciertos ámbitos municipales. Precisamente, cuando algunos responsables en el Ayuntamiento han hecho de su estilo bronco y despreciativo la marca inconfundible de la casa y cuando el extremismo ha introducido su discurso en algunas fuentes mediáticas de la derecha y encendido a la parte más montaraz de sus bases, reaparece en escena el aroma ultra que destilan las pintadas de este caso; efluvio que, por otra parte, no es desconocido en este país ni en nuestra ciudad, aunque ingenuamente lo creíamos desterrado a las catacumbas.
Seamos plenamente conscientes: esto ha sucedido en Oviedo. Es necesario que nadie reste ni un ápice de gravedad a este asunto. Si queremos que no haya riesgos para la convivencia y que no se resquebraje la más elemental confianza de la ciudadanía en su Ayuntamiento y en la propia Policía Local, es imprescindible el máximo respaldo político, institucional y legal para el agente amenazado y, simultáneamente, la determinación de responsabilidades y la completa erradicación de cualquier conducta que ampare, incite o sostenga esta clase de aberraciones.

Publicado en Oviedo Diario, 12 de febrero de 2011.

16.2.11

OVIEDO MEJOR

Habitualmente, la mayor parte de los ovetenses, enfrascados en nuestra actividad cotidiana, no solemos pararnos con detenimiento a analizar, desde una perspectiva general, la situación del lugar en que vivimos y la huella que nos deja. Sin mayores introspecciones sí se detecta, por lo común, que en la práctica totalidad de los ovetenses late, como sintonía de fondo, un fuerte sentimiento de aprecio por nuestra ciudad, a la que estamos intensamente vinculados, hayamos echado raíces aquí o nos encontremos en otro destino. Este lazo, por lo general confortable, no debe atar sino fortalecer y es además un importantísimo activo con el que cuenta la ciudad, siempre que no nos dejemos llevar por la complacencia y por esa necia tentación -que el usual discurso de los poderes locales promueve- que conduce a algunos a posturas ensimismadas o directamente cerriles cuando se compara Oviedo con otras realidades o se debate sobre nuestra relación con el entorno. Se puede entender, en definitiva, el ovetentismo –llamando así al afecto y orgullo por nuestra ciudad- de forma comprometida con la Asturias de la que es capital, con una mirada abierta y humilde, deseando tener un pie aquí y el otro en el resto del mundo que deseamos conocer y con el que queremos interrelacionarnos.
También hace falta, para ser consecuentes con esa querencia por lo nuestro, identificar y desentrañar muchos de los problemas que, bajo una primera apariencia de estabilidad, afectan a un buen número de conciudadanos o desgarran el interés colectivo. Cuando deseamos estar en paz con el sitio en el que nos ha correspondido vivir no podemos crearnos una falsa idea de placidez si, a nuestro alrededor, la desigualdad social se acrecienta, los servicios públicos se resienten o el espacio público se deteriora. Tampoco cuando la calidad democrática de nuestro Ayuntamiento sufre la tremenda erosión causada por el estilo de gobierno imperante y la falta de alternancia en la Alcaldía. O cuando las voces diferentes de las de la partitura oficial local carecen de cauces de expresión y corren el riesgo de ser arrinconadas. Precisamente, en esta cuestión, la de la pluralidad informativa y la diversidad de opinión, es de justicia agradecer a Oviedo Diario, en su 8º aniversario, su servicio a la sociedad en su batalla contra la uniformidad.
Formar parte de esta ciudad, en un momento de dificultades como éste y en el que hay severos impedimentos para los cambios necesarios, constituye una invitación a adquirir conciencia sobre el necesario compromiso de todos los que queremos ejercer plenamente nuestra condición ciudadana, para contribuir a un Oviedo mejor.

Publicado en Oviedo Diario, 5 de febrero de 2011.

9.2.11

TABACO, AZAR Y LIBERTAD

Las circunstancias de la vida a veces provocan que decisiones aparentemente intrascendentes acaben influyendo mucho en el derrotero de los acontecimientos posteriores, desplegando consecuencias que en un principio eran difícilmente previsibles. Para muchas personas que hoy se encuentran en el difícil proceso de abandonar la adicción al tabaco o que, continuando con el hábito, desean intensamente abandonarlo, el momento en el que encendieron sus primeros cigarrillos y, casi sin darse cuenta, con el paso de unos pocos años, adquirieron los usos del fumador empedernido, no es precisamente una imagen evocadora sino el inicio de una dependencia de la que ahora quieren desembarazarse. Claro que uno no se condena eternamente por los pitillos que se fuma a los quince años, cuando pretende adquirir una pose diferente a la del guaje que en aquel momento es, pero no son pocos los adictos al tabaco de hoy que inevitablemente deben esa carga a la tontería de aquellos días. Por mi parte, confieso que tuve suerte, ya que mis primeros cigarrillos de infeliz adolescente –en la mítica Aruba de la capital- no vinieron seguidos de una costumbre posterior y cada vez que ocasionalmente me da por pegar una calada me acuerdo a la perfección de por qué no me gusta fumar.
Con esto quiero decir que el fumador, efectivamente, no es una persona que desprecie con temeridad su salud y al que no le preocupen las repercusiones de sus actos para sí mismo y para terceras personas. Aunque algún recalcitrante sí que hay (y le importará un bledo ésta como muchas otras cosas), lo más frecuente es que la persona que fuma haya comenzado con el hábito por inercia social o imitación, y sea ya sobradamente consciente de que es una practica dañina y que puede ser bastante molesta para los demás. De hecho, la gran mayoría de los fumadores quieren dejarlo, muchos lo han intentado en alguna ocasión y seguramente conocen a alguna persona cercana a ustedes que en estos mismos momentos se bate de forma denodada –casi diría heroica- contra la feroz necesidad de encender un cigarrillo. Precisamente, el próximo reto en las políticas públicas dirigidas a combatir el tabaquismo debería ser dar más facilidades de todo tipo –desde luego médicas, pero no sólo- a quienes han decidido poner fin a su dependencia de la nicotina.
El hecho de que, aunque vaya a menos, el tabaquismo esté extendido (un 28% de los asturianos fuma diariamente, según la Encuesta de Salud) y su indudable relación con muchas rutinas sociales, no quiere decir que sea menos inocuo y, sobre todo, no puede llevar a nadie a tomarse a la ligera sus consecuencias. Conviene, por lo tanto, no frivolizar más de lo justo con estas cuestiones, como frecuentemente hacen, a la defensiva, muchos de los que critican las iniciativas legales de restricción de los espacios en los que se puede fumar. Porque una cosa es que el fumador haga de su capa un sayo si desea seguir con ello aunque sepa de sus negativos efectos; pero otra cosa bien diferente es que pueda perjudicar a terceros al convertirlos en fumadores pasivos, o que, y en esto no se repara habitualmente, pueda motivar que el que quiere emanciparse del tabaco se pegue de bruces con un entorno en el que se acompaña con unos cuantos cigarrillos cada descanso del trabajo, café, conversación prolongada o jornada de asueto.
Pocas veces, en consecuencia, está tan fundamentada en la conocida y razonable -para bastantes cosas- máxima de “la libertad de uno finaliza cuando empieza la de otro” una reforma legal como la reciente Ley 42/2010, por la que se modifica la Ley 28/2005, de medidas sanitarias frente al tabaquismo y reguladora de la venta, el suministro, el consumo y la publicidad de los productos del tabaco. Es tan sencillo como evitar, con un poco de sentido común y respeto mutuo, que al no fumador le hagan tragarse el humo ajeno; y, de paso, echar un cable a quien quiera librarse de la subordinación cara, insalubre y desagradable del tabaco.

Publicado en Fusión Asturias, febrero de 2011.

7.2.11

RAFAEL FERNÁNDEZ O EL SENTIDO DEL DEBER


Bajo los auspicios de la Fundación José Barreiro se ha celebrado recientemente en Oviedo un homenaje a Rafael Fernández Álvarez, fallecido el 18 de de diciembre 2010 y persona que, con su trayectoria vital, encarnaba como pocos las circunstancias difíciles del pasado siglo, la lucha por los ideales de progreso social y el ansia de libertad y concordia. El que fuera líder de las Juventudes Socialistas de Asturias, una vez iniciada la Guerra Civil tuvo que asumir funciones ejecutivas con apenas 23 años en el Comité Provincial del Frente Popular en Asturias, pasando a ser, posteriormente, responsable de Hacienda del Consejo Interprovincial de Asturias y León, órgano creado para dar continuidad a la actividad de gobierno y a la legalidad republicana en la difícil situación de guerra y que dio paso en sus semanas finales a la fugaz experiencia del Consejo Soberano de Asturias y León, en el que ocupó la Consejería de Justicia y Orden Público. Vivió en primera persona dos de los momentos más trágicos de la derrota republicana –acontecimientos de gran intensidad dramática- uno con la angustiosa salida del puerto del Musel en la caída del Frente Norte y otro con el éxodo en tropel hacia la frontera francesa ante la ocupación de Cataluña por las fuerzas militares sublevadas. Tras el largo exilio en México y pese a haber alcanzado una situación personal estable y acomodada, a petición del PSOE regresó a Asturias para contribuir a la reorganización de la FSA y para, demostrando un elevado sentido institucional y gran capacidad de diálogo, pilotar la construcción política y administrativa de la Comunidad Autónoma, primero encabezando el Consejo Regional de Asturias y después como primer Presidente del Principado de Asturias, tras la aprobación del Estatuto de Autonomía, hasta las primeras elecciones a Junta General celebradas en 1983. Culminó su vida política, antes de su retiro, ejerciendo las responsabilidades de Senador y Presidente del Consejo de Comunidades Asturianas, no en vano su experiencia de expatriado le hacía conocedor directo de las circunstancias de los asturianos en el exterior y sensible a un fenómeno, el emigratorio, que forma parte consustancial de la historia reciente de Asturias.
El reconocimiento unánime a la memoria de Rafael Fernández por parte de la sociedad asturiana, los medios de comunicación y los representantes políticos es, sin duda, una muestra de la altura política de su figura. La participación en el citado acto de homenaje, con sus palabras o su presencia, de los sucesivos Presidentes del Principado de Asturias y del propio Secretario General de la FSA-PSOE, organización de la que Rafael Fernández era Presidente honorífico, constituye una muestra de la trascendencia que se le otorga. Tampoco se debe olvidar su condición de activo ovetense, que contribuye a enriquecer la pluralidad política del conjunto de personalidades que han ocupado un lugar destacado en la conformación de la historia de nuestro municipio; es especialmente necesario subrayar este aspecto cuando el discurso histórico oficial que pretende establecerse sobre nuestra ciudad tiene un sesgo excluyente en el que se subestima el papel de las fuerzas de izquierda y los movimientos sociales.
Sobre todo, el recuerdo de Rafael Fernández debe servir para reivindicar, en estos tiempos difíciles en los que todo está en cuestión, dos aspiraciones y orientaciones que guiaron su proceder. Por un lado, la voluntad de consolidar las instituciones y el autogobierno de los asturianos, a través de un modelo autonómico en el que pueda tener reflejo la capacidad de decidir sobre muchos de los aspectos que nos afectan, en un marco Estatal y constitucional en el que actuar leal y equilibradamente. Por otro lado, y de forma principal, el valor del compromiso personal, el sentido del deber y la participación política como activos para, en la medida de nuestra posibilidades, contribuir al desarrollo democrático de Asturias y a que la sociedad sea protagonista de su propio destino.

Publicado en Oviedo Diario, 29 de enero de 2011.