POR QUÉ SE ESCINDE LA DERECHA
Hasta la fecha todos los
experimentos políticos situados a la derecha del PP -que ya es decir- no habían
pasado de fugaces viajes casi en solitario (los del Partido Demócrata Español
del antiguo portavoz parlamentario de AP, Juan Ramón Calero) o de disidencias
de carácter local y regional resultado de luchas de poder más que de
diferencias políticas y con recorridos por lo general cortos aunque con
chispazos de éxito electoral, como es el caso, por ejemplo, de Foro y el casquismo
asturiano. Salvando estas escisiones y la ocasional zozobra que causan en el
pétreo aparato conservador, los conatos de organización en partidos políticos
de la extrema derecha afortunadamente nunca han tenido, por falta de habilidad,
escaso predicamento y deficiente estrategia, ocasión para disputar el
electorado más duro al propio PP. Entre
otras cosas porque el éxito del PP reside, entre otros motivos, en cierta
capacidad camaleónica y en su escaso apego por cualquier definición ideológica,
más allá de algunos elementos comunes a todo el espectro de la derecha, en
parte de los cuáles (nacionalismo centralista más o menos velado, invocación
del orden, desconfianza hacia el diferente, aversión a los movimientos sociales
progresistas y sindicatos, etc.) se encuentran perfectamente identificadas las
corrientes más puramente autoritarias.
Sorprende que, en el momento en el
que el PP acumula más poder institucional, obtiene más cobertura mediática propicia
y despliega -con éxito y el viento de los tiempos a favor- una estratégica
destinada a edificar su modelo de darwinismo social (y, paradójicamente, de
creacionismo, si dejan al converso Gallardón y a Fernández Díaz), surja una
escisión por la derecha con visos de abrir un espacio político nuevo. La aventura
de VOX puede ser, en este caso, algo más que eso, en tiempos de populismo rampante, descrédito de los partidos tradicionales y falta de referencias
políticas. Sobre todo porque agita las mismas bajas pasiones que en los últimos
años han movilizado con intensidad a la derecha más rocosa, haciéndose portavoz
de sus aspiraciones de forma pretendidamente más genuina –y agresiva, por lo
tanto- que el posibilista PP. Cuando el PP de los años de oposición, arrastrado
por el oportunismo más disolvente, acusó descarnadamente a Zapatero de
“traicionar a los muertos” aludiendo a las víctimas del terrorismo; alimentó el
discurso contra lo público y la política; estimuló el recelo contra el sistema
autonómico; batalló contra las políticas de promoción de la igualdad y respeto
a la diversidad; o instigó el desprecio frente al nacionalismo periférico vasco
y catalán, estaba abriendo paso a que una derecha “sin complejos”, en la
terminología aznariana, quisiese hacer realidad su agenda de máximos. Ahora el
problema lo tienen encima de la mesa, porque lo de VOX puede ir en serio si apuntalan
un estilo aparentemente normalizado, consiguen ciertas alianzas mediáticas más
sólidas y fondos suficientes. Y su eventual irrupción en la vida política, si
obtienen escaño en las europeas, acabará pesando en el discurso del PP, que se
planteará recuperar ese electorado, asumiendo mensajes del nuevo partido; el
problema será entonces de todos porque afectará de lleno al sistema político,
con un PP más radicalizado, si cabe.
Lo llamativo de todo esto es que el PP no sufre
bajas por empobrecer a las rentas medias y bajas, ni por devaluar el trabajo
asalariado, ni por horadar los servicios públicos, ni por cuestionar los
derechos sociales, ni por incluir la cadena perpetua en su reforma del Código
Penal, ni por convertir el acceso a la justicia en un bien de lujo para la
mayoría, ni por criminalizar las protestas ciudadanas, ni por querer obligar a
las mujeres que desean interrumpir su embarazo a llevarlo obligatoriamente a
término. Eso sería lo lógico si el centro-derecha en España tuviese una
trayectoria evolutiva de modernidad y moderación, que provocaría que su
corriente verdaderamente liberal (hoy llaman liberal a cualquier cosa,
Esperanza Aguirre incluida) y -si existe tal cosa- centrista, huyera
despavorida de la deriva tomada por el PP. Sin embargo, los que se van lo hacen
porque creen que el Gobierno de España debería haber desobedecido la Sentenciadel Tribunal Europeo de Derechos Humanos sobre la doctrina Parot, o porque ansían la suspensión de la autonomía
catalana o porque los creen blandos (¡!) frente a la contestación social. Cosas
de la caverna española.
Etiquetas: crisis, extrema derecha, política, populismo, PP
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