EN DEFENSA DEL CENTRO NIEMEYER

La última de las enojosas impertinencias a las que se dedica el Gobierno autonómico es torpedear y poner en serio riesgo el futuro del Centro Cultural Internacional Óscar Niemeyer. En los primeros pasos de este Centro es evidente -e inevitable y normal, por la génesis de la iniciativa- que se considerase fruto del impulso del Principado de Asturias, ya que al fin y al cabo la propuesta, el liderazgo determinante para su puesta en marcha y la propia construcción del complejo de edificios junto a la Ría de Avilés (por cierto, única obra con la firma del centenario Niemeyer en España) correspondió al anterior Gobierno. De todas formas, desde el principio se destacó el deseo de integrar a otras Administraciones y al sector privado en la iniciativa, lo que en la actualidad es un hecho, como se refleja en la composición del Patronato de la Fundación que gestiona el Centro y en la circunstancia de que el Principado de Asturias no tiene dominio efectivo sobe la entidad. Así las cosas, con el proyecto alzando el vuelo, proyectando positivamente a Avilés y a Asturias y erigiéndose como referencia de los beneficiosos efectos sociales y económicos de iniciativas culturales como ésta, es precisamente ahora cuando el nuevo Gobierno sólo parece tener como pretensión controlar a machamartillo la Fundación, sin tener escrúpulos a la hora de desprestigiar al Centro y la gestión realizada, con divulgación de agresivos comunicados y filtración de facturas incluida.
Es difícil encontrar en nuestro entorno iniciativas culturales que en un periodo de tiempo tan corto hayan sido capaces de conseguir lo que ha alcanzado el Centro Niemeyer, con logros brillantes como la colaboración con el Old Vic londinense o con el New York Times (el mejor periódico del mundo), la organización del encuentro de centros culturales con el Pompidou (París), el Lincoln Center (Nueva York) y la Biblioteca de Alejandría, la colaboración con artistas, cineastas y escritores de enorme prestigio (desde el Premio Príncipe Woody Allen al Nobel Wole Soyinka), etc. Nadie está diciendo que las aportaciones públicas no se justifiquen correctamente, que no se arbitren los controles administrativos necesarios o que no se mejore la transparencia y rigor en la gestión de las cantidades procedentes de las cuentas públicas, en lo que sea menester. Pero si un proyecto reciente, de éxito, con hechuras y proyección global, de indudable valor para nuestra tierra y que cuenta con enormes expectativas depositadas en él, acaba padeciendo severas dificultades o malográndose al ser objeto de conflicto y blanco de mezquinas estrategias de acoso y derribo, entonces es para hacérnoslo mirar.
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