ALGUNAS IMPRESIONES DEL 9-M

Posiblemente interpretar los resultados de las pasadas elecciones generales en clave principalmente autonómica o local sea un error de base en el análisis. A la hora de votar el pasado 9 de marzo los asturianos atendieron antes que a nada a las cuestiones que se discutían en el ámbito estatal, en el que la confrontación entre modelos y las diferencias programáticas eran más patentes que en anteriores convocatorias. Los asturianos apostaron por un José Luis Rodríguez Zapatero en estado de gracia, que ha hecho bandera de la defensa de los derechos civiles, la justicia social y la asunción de la pluralidad territorial de España. La incidencia de filias y fobias personales en el escenario autonómico, y cuitas sin trascendencia más allá del Pajares, ha sido menor. Sin embargo, algunas impresiones sí pueden extraerse en lo que atañe a la realidad política autonómica.
La primera de estas impresiones es que la fortaleza del PSOE en Asturias sigue siendo evidente, pese al desgaste ocasionado por ser el partido hegemónico en las instituciones asturianas durante la mayor parte del periodo democrático. Se tiende con cierta frecuencia a minusvalorar a la FSA-PSOE, pero, a la hora de la verdad, con todos los defectos que puedan achacarse a la estructura organizativa de los socialistas asturianos, los resultados dan la justa medida del vigor político de cada uno. En el caso de la FSA-PSOE, además, algunos discursos son perfectamente identificables y coherentes: la defensa de los servicios públicos, la apuesta por el desarrollo industrial pese a ciertos peajes medioambientales o el recelo ante los desequilibrios territoriales que pueda generar la evolución del Estado autonómico. Algunos puntos flacos de la práctica política de la FSA-PSOE, como la posición acentuadamente defensiva en materia de desarrollo autonómico o cierta incomprensión ante determinadas movilizaciones sociales, hasta ahora no han hecho sensible mella.
La segunda conclusión es que el propio Alcalde de Oviedo y cabeza de la lista del PP al Congreso de los Diputados se ha situado imprudentemente en una posición de debilidad al arrogarse un protagonismo que no le correspondía. Los ciudadanos saben perfectamente qué asuntos se deciden en cada elección, y orientan su voto en atención a ello, por eso existen notables diferencias entre los resultados de unos y otros en elecciones municipales, autonómicas y generales. Sin embargo Gabino de Lorenzo, acostumbrado a ser el niño en el bautizo, la novia en la boda y el difunto en el entierro, planificó su campaña electoral como si el candidato principal fuese él, dispuesto a protagonizar la escena (a todos los niveles), y a tratar de que todo se interpretase en función de su modo de decir y hacer. Entre la ocurrencia teatral y la incoherencia política, incluida su sobrevenida defensa de “los bables” tras 17 años de inactividad municipal en la promoción de la llingua asturiana, se ha puesto él solito en el disparadero. No será Presidente del PP de Asturias, ni candidato a la Presidencia del Gobierno del Principado, y como la edad no perdona, pese a su sólida base electoral en Oviedo más pronto que tarde planificará su retirada de la Alcaldía.
Finalmente, la tercera conclusión es la absoluta irrelevancia del asturianismo político organizado, por así llamarlo. En mi opinión se puede ejercer militancia asturianista, si por asturianismo entendemos la convicción en el autogobierno de Asturias y la confianza en sus propias posibilidades, de muchas formas y en diferentes ámbitos. Los partidos políticos que han tratado de sostenerse principal o exclusivamente sobre este distintivo, desde el regionalismo al nacionalismo, han fracasado uno tras otro en los últimos 30 años, entre escisiones y torpezas varias. Quienes desde otros ámbitos (primero Izquierda Unida y luego ciertos sectores del PP) han hecho guiños asumiendo elementos del discurso de las organizaciones políticas extraparlamentarias han comprobado la ineficacia electoral de esta estrategia. Mientras en otros ámbitos, como el de las organizaciones sociales o el de la creación cultural, el asturianismo sí ha alcanzado un grado de éxito y afecto ciudadano considerable, aportando además aire fresco a una Asturias necesitada de ello, en el plano estrictamente político no se pueda decir que exista un electorado que única o principalmente se defina como asturianista, para empezar porque los partidos políticos que han capitalizado esta etiqueta han caído habitualmente en un victimismo infundado dirigido a alimentar una dinámica de desconfianza que casi nadie comparte: Asturias es una comunidad netamente privilegiada por España, desde las balanzas fiscales al gasto por habitante, y lo seguirá siendo mientras exista un cierto concepto de solidaridad territorial. Otro debate, claro está, es si los asturianos hemos sido capaces de aprovechar suficientemente las ventajas ofrecidas, y si en nuestros fracasos no tendrán responsabilidad, en buena medida, nuestras limitaciones para ser conscientes de la relevancia de nuestro autogobierno y nuestra capacidad para tomar decisiones por nosotros mismos.
La primera de estas impresiones es que la fortaleza del PSOE en Asturias sigue siendo evidente, pese al desgaste ocasionado por ser el partido hegemónico en las instituciones asturianas durante la mayor parte del periodo democrático. Se tiende con cierta frecuencia a minusvalorar a la FSA-PSOE, pero, a la hora de la verdad, con todos los defectos que puedan achacarse a la estructura organizativa de los socialistas asturianos, los resultados dan la justa medida del vigor político de cada uno. En el caso de la FSA-PSOE, además, algunos discursos son perfectamente identificables y coherentes: la defensa de los servicios públicos, la apuesta por el desarrollo industrial pese a ciertos peajes medioambientales o el recelo ante los desequilibrios territoriales que pueda generar la evolución del Estado autonómico. Algunos puntos flacos de la práctica política de la FSA-PSOE, como la posición acentuadamente defensiva en materia de desarrollo autonómico o cierta incomprensión ante determinadas movilizaciones sociales, hasta ahora no han hecho sensible mella.
La segunda conclusión es que el propio Alcalde de Oviedo y cabeza de la lista del PP al Congreso de los Diputados se ha situado imprudentemente en una posición de debilidad al arrogarse un protagonismo que no le correspondía. Los ciudadanos saben perfectamente qué asuntos se deciden en cada elección, y orientan su voto en atención a ello, por eso existen notables diferencias entre los resultados de unos y otros en elecciones municipales, autonómicas y generales. Sin embargo Gabino de Lorenzo, acostumbrado a ser el niño en el bautizo, la novia en la boda y el difunto en el entierro, planificó su campaña electoral como si el candidato principal fuese él, dispuesto a protagonizar la escena (a todos los niveles), y a tratar de que todo se interpretase en función de su modo de decir y hacer. Entre la ocurrencia teatral y la incoherencia política, incluida su sobrevenida defensa de “los bables” tras 17 años de inactividad municipal en la promoción de la llingua asturiana, se ha puesto él solito en el disparadero. No será Presidente del PP de Asturias, ni candidato a la Presidencia del Gobierno del Principado, y como la edad no perdona, pese a su sólida base electoral en Oviedo más pronto que tarde planificará su retirada de la Alcaldía.
Finalmente, la tercera conclusión es la absoluta irrelevancia del asturianismo político organizado, por así llamarlo. En mi opinión se puede ejercer militancia asturianista, si por asturianismo entendemos la convicción en el autogobierno de Asturias y la confianza en sus propias posibilidades, de muchas formas y en diferentes ámbitos. Los partidos políticos que han tratado de sostenerse principal o exclusivamente sobre este distintivo, desde el regionalismo al nacionalismo, han fracasado uno tras otro en los últimos 30 años, entre escisiones y torpezas varias. Quienes desde otros ámbitos (primero Izquierda Unida y luego ciertos sectores del PP) han hecho guiños asumiendo elementos del discurso de las organizaciones políticas extraparlamentarias han comprobado la ineficacia electoral de esta estrategia. Mientras en otros ámbitos, como el de las organizaciones sociales o el de la creación cultural, el asturianismo sí ha alcanzado un grado de éxito y afecto ciudadano considerable, aportando además aire fresco a una Asturias necesitada de ello, en el plano estrictamente político no se pueda decir que exista un electorado que única o principalmente se defina como asturianista, para empezar porque los partidos políticos que han capitalizado esta etiqueta han caído habitualmente en un victimismo infundado dirigido a alimentar una dinámica de desconfianza que casi nadie comparte: Asturias es una comunidad netamente privilegiada por España, desde las balanzas fiscales al gasto por habitante, y lo seguirá siendo mientras exista un cierto concepto de solidaridad territorial. Otro debate, claro está, es si los asturianos hemos sido capaces de aprovechar suficientemente las ventajas ofrecidas, y si en nuestros fracasos no tendrán responsabilidad, en buena medida, nuestras limitaciones para ser conscientes de la relevancia de nuestro autogobierno y nuestra capacidad para tomar decisiones por nosotros mismos.
Versión en castellano. Publicado en Les Noticies, 15 de marzo de 2008.