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4.3.08

CON ZAPATERO, CONTRA RAJOY


Votaré a Zapatero a pesar de sus exasperantes pausas valorativas, su caldito con el Nuncio, la banalidad de sus cejas arqueadas hecha símbolo, su confusión entre “sesgado” y “segado”, su idea de que todo puede decirse con una sonrisa, su afición al Barça, el canon digital, su gafe en las competiciones deportivas (como en la final del Eurobasket 2007), la devolución de 400 € del IRPF, su titubeante política exterior salvando los gestos, su falta de soluciones para resolver la huelga de funcionarios de Justicia y de paso mejorar de una vez por todas este servicio público, su juego de palabras con la z pateando el Diccionario, su relativa ingenuidad en la negociación con ETA que acabó igual que las anteriores, su falta de decisión para sacar adelante la reforma del régimen local y la mejora de la financiación de los ayuntamientos, su falta de firmeza suficiente para evitar que las reformas estatutarias no incluyesen algunos disparates, su timidez para profundizar en las medidas democratizadoras que planteó en el Congreso del PSOE en el que fue elegido Secretario General, sus reparos a plantear más temprano que tarde una despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo y la eutanasia, y algunos otros peros.
Votaré a Zapatero porque cree en la formulación de políticas desde convicciones ideológicas y morales, porque ha fortalecido los mecanismos de control del poder público y rendición de cuentas, porque da la cara, por creer en los servicios públicos, por elevar el Salario Mínimo Interprofesional, por la Ley de Dependencia, por –en su mayor parte- la Ley de Igualdad, por la Ley de la Memoria Histórica, por la erradicación de la discriminación derivada de la orientación sexual, por tratar con educación al discrepante, por trabajar para la integración social de los inmigrantes, por confiar en la capacidad de autogobierno de las Comunidades Autónomas, por creer en el valor de la ciudadanía, por ser profundamente europeísta, por perseguir sus sueños, por incrementar la ayuda oficial al desarrollo, por mirar con respeto al Sur, por retirar las tropas de Irak, por el impulso a las infraestructuras ferroviarias y de carreteras, porque no se arruga ante los gritos, por su apuesta por la educación pública, por su preocupación por el cambio climático, porque aprobó la cofinanciación del Hospital Central Universitario de Asturias, porque Asturias es la Comunidad Autónoma con más gasto estatal por habitante, por lo de “buenas noches y buena suerte” en el debate y por bastantes otras razones.
No votaré a Rajoy a pesar de que no me parece mal tipo, a pesar de que es una persona seria y formada, a pesar de que en el fondo no le gusta la algarada ultraderechista de los suyos, a pesar de que parece humilde y llano, a pesar de que en otras circunstancias y sin el apadrinamiento de Aznar quizá hubiese permitido la homologación de la derecha española con los cristianodemócratas europeos, a pesar de que tuvo capacidad, fortaleza y paciencia para sacar las oposiciones de Registrador de la Propiedad, y a pesar de poco más.
No votaré a Rajoy porque es pusilánime, porque regatea con los derechos de las personas, porque ha utilizado políticamente el terrorismo, porque alienta la desconfianza hacia los inmigrantes, porque se deja llevar por la derecha iracunda que nos ha aburrido en esta legislatura, porque la política de su partido socava los servicios públicos y la cohesión social, porque frente al nacionalismo periférico sólo contrapone puro y duro nacionalcatolicismo de viejo cuño, por la cursilada de la niña en el debate, por Pujalte, por Zaplana, por Acebes, por Aznar, por Trillo, por Arias-Cañete, por Esperanza Aguirre, por Gabino, porque no defiende la estricta separación entre Iglesia y Estado, porque se arredra ante quienes creen que los valores morales sólo vienen de fuente divina y los descifran éllos, y porque, en definitiva, sobran los motivos.

Publicado en Oviedo Diario, sábado 1 de marzo de 2008.