TENGAMOS LA FIESTA EN PAZ

Me temo que el Equipo de Gobierno del PP no puede esconder que, en contradicción con sus propias siglas, nunca le ha gustado el carácter popular de las fiestas de San Mateo. En el fondo añoran el espíritu elitista y carca de los bailes de pago en La Herradura, ese deseo de diferenciar del resto, en todos los acontecimientos sociales –también en las fiestas- el Oviedo de rancio abolengo supuestamente auténtico, selecto, impoluto y puro que guardan en su ideario. Pero la eclosión de las fiestas de San Mateo como acontecimiento de masas, en el modelo impuesto en 1983, no sin polémica, por Antonio Masip y Covadonga Bertrand, sucedió para quedarse porque su incuestionable éxito ha impedido una vuelta atrás. Y en ese estilo de fiestas los chiringuitos han jugado el papel decisivo, convirtiendo durante unos días calles y plazas en terrazas, pubs al aire libre y puntos de encuentro que no exigen diferenciación social ni acreditación de estatus. Que haya sido el PSOE el impulsor de este modelo festivo causa urticaria en un Alcalde que pretende la exclusiva identificación y paternidad de la ciudad, como si antes de su mandato nada hubiera tenido relevancia y después de él nada se pudiese esperar.
Además resulta que los chiringuitos los regentan comisiones de festejos pero también asociaciones ciudadanas -de esas a las que en escasas ocasiones se recibe y escucha por parte de los responsables municipales- y entidades culturales que mayoritariamente tienen un carácter progresista y hacen gala de ello. Para el núcleo duro de aquellos que manejan una concepción del “Oviedo invicto”, viene a ser casi una afrenta que otros ovetenses decidan exhibir en la calle su apego a otras causas alejadas del discurso oficial municipal, y que encima financien sus actividades gracias a los ingresos generados durante esos días. Parte del Oviedo social, cultural y político progresista, efectivamente, se financia con estos ingresos tan honradamente heterodoxos y alejados de otras formas de proceder. Sabemos, por el contrario, que no serán algunos clubes sociales o entidades vinculadas a ese Oviedo elitista los que recurrirán a vender bocatas y cócteles para sacarse unos cuartos; tampoco el PP local se financia así.
A todo esto cabe sumar que en los últimos años los chiringuitos ya han hecho un esfuerzo notable por mejorar su estética y los servicios que prestan, lo que no parece reconocerse ahora por los actuales responsables de festejos. Obviamente, el carácter masivo de las fiestas tiene una serie de inconvenientes de difícil solución, que es cierto que unos vecinos –los del Antiguo- sufren más que otros. Pero, en términos generales, el exceso popular mateíno no deja de ser estimulante y casi salvífico para que este Oviedo un tanto estirado rompa, al menos momentáneamente, el corsé que el poder establecido le ha puesto. No olvidemos que en todas las fiestas populares hay un espíritu liberador, carnavalesco y un tanto incivilizado que sirve para que el resto del año sobrellevemos mejor las servidumbres del necesario orden y concierto.
Publicado en Oviedo Diario, 27 de septiembre de 2008.
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