NIÑOS DE LA GUERRA, DE AYER A HOY
La historia de los llamados “Niños de la Guerra”, evacuados de la España republicana durante la Guerra Civil para proteger sus vidas, es uno de los episodios más dramáticos y representativos del desgarro que representó aquella contienda. Miles de niños salieron del país, bajo la convicción de sus familiares de que se trataba de una medida de carácter temporal, con la esperanza de protegerlos y alejarlos de las penurias y los riesgos de las ciudades sometidas al bombardeo del ejército franquista. El destino deparó separaciones que en muchas ocasiones fueron definitivas, destierros y desarraigos provocados por la derrota de la II República y las circunstancias de la postguerra, y, en el mejor de los casos, reencuentros posteriores entre seres queridos que, en algunos supuestos, se demoraron largos años.Muchos de los “Niños de la Guerra” fueron evacuados desde el inicio de la Guerra y, sobre todo, a lo largo del año 1937, del puerto del Musel, en Gijón, intensificándose el flujo de salida a medida que arreciaba la ofensiva en el Norte. Partieron sin comprender realmente las circunstancias que obligaban a su marcha, y sin sospechar que su periplo duraría no meses sino años o décadas. La herida que la Guerra Civil tuvo en sus vidas fue por ello irreparable y profundamente traumática. Una escultura recuerda en la Playa del Arbeyal a aquellos “Niños de la Guerra”, en un gesto de preservación de la memoria que honra al Ayuntamiento de Gijón.La mayor parte de los “Niños de la Guerra” fue acogida gracias al compromiso de las autoridades de los países que en aquellos momentos mostraron su solidaridad con la II República, como México y la Unión Soviética, mientras las potencias occidentales (Francia y el Reino Unido, principalmente) se mantenían en una posición de inhibición en el conflicto. En otros casos, fue sobre todo la sociedad civil de países europeos como Suiza, Noruega, Bélgica, Holanda o Dinamarca la que reaccionó ante la catástrofe humanitaria que representó nuestra Guerra Civil, demostrando una conciencia global sensible al dolor de las víctimas. Cabe destacar que numerosas asociaciones, sindicatos, partidos políticos de izquierda y, en general, una constelación de movimientos sociales progresistas, hicieron un particular esfuerzo para auxiliar a las familias que, en la zona republicana, pudieron enviar a sus hijos fuera de España para sustraerlos del horror de la guerra.Una historia menos conocida, pero también desgarradora, fue precisamente la de los 120 “Niños de la Guerra” asturianos, cántabros y vascos que partieron del Musel, en agosto de 1937, rumbo a Dinamarca, y cuyo periplo está documentando el realizador asturiano Iñaki Ibisate, con la colaboración de la TPA. Precisamente el pasado 13 de septiembre Ibisate reunió en Gijón algunos de los entonces niños que aún sobreviven, junto con sus familias, en un acto de sentido recuerdo de aquella experiencia. Los “Niños de la Guerra” que viajaron a Dinamarca fueron excepcionalmente bien acogidos en aquel país, pese a las enormes presiones de la vecina Alemania y a algunas disputas políticas internas, y despertaron una ola de solidaridad de familias danesas, algunas de las cuáles realizaron donativos o ayudaron en la manutención de los niños, junto a las organizaciones políticas de izquierda que entendieron –tristemente anticipándose a los hechos luego acaecidos- que las víctimas civiles del franquismo eran también víctimas del fascismo dispuesto a extender su dominio por toda Europa. Los “Niños de la Guerra” enviados a Dinamarca, que regresaron a partir de 1938, se encontraron a la vuelta, en muchos casos, con sus ciudades destruidas y sus familias destrozadas por muertes y desapariciones, o temerosas del nuevo orden reinante en la recién inaugurada dictadura. No obstante, quizá el bárbaro azar de aquellos años les deparó un mejor destino en comparación con los “Niños de la Guerra” que fueron a Rusia, que padecieron con toda su crudeza la II Guerra Mundial, y cuyo regreso resultó mucho más dificultoso por la enemistad posterior entre las autoridades soviéticas y el régimen franquista, de modo que una buena parte echó raíces en esa tierra lejana y ya no volvió jamás a España.Bien está recordar los jirones que aquellos tiempos dejaron en nuestra historia, pues aunque hoy veamos tan lejano aquel terror, lo cierto es que sucedió hace un tiempo relativamente breve, y aquellas desgracias son hoy padecidas por los 37 millones de refugiados y desplazados internos que, según el Alto Comisionado de las Naciones para los Refugiados, han tenido que huir de las decenas de conflictos armados que subsisten en el mundo.
Publicado en Fusión Asturias, octubre de 2008.
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