A QUIÉN AGRAVIAN ES A TODOS

Mientras crece exponencialmente la ola de rechazo al convenio suscrito entre el Ayuntamiento de Oviedo y COMAMSA, al tiempo que se conocen con más detalle sus pormenores y se aportan análisis más detenidos sobre sus repercusiones e inconsistencias, a la par se incrementa el nerviosismo y las reacciones destempladas del poder local. De todo este proceso, plagado de negligencias municipales, negociaciones opacas y mercadeo de intereses particulares en perjuicio del interés general, lo que más ha llamado la atención en los últimos días –por repulsivo y sintomático- es el furibundo ataque lanzado desde el gobierno municipal hacia las personas que han aportado su voz independiente y autorizada a la riada de críticas contra la heterodoxa y arriesgada alternativa ideada para evitar el pago en metálico del justiprecio retasado de Villa Magdalena. Cuando los subordinados del Alcalde, para hacer méritos, exhiben su acreditada falta de escrúpulos vilipendiando a profesionales ajenos a la influencia del poder local que han expuesto sus fundadas reticencias, lo que consiguen es demostrar de qué pasta está hecho el gobierno que rige los destinos del Ayuntamiento.
Esta vez les ha tocado padecer los insultos a personas muy destacadas y justamente apreciadas, como, entre otros, Alfonso Toribio, arquitecto y presidente de Tribuna Ciudadana, o Paz Andrés, Catedrática de Derecho Internacional Público, que siempre se ha destacado por su compromiso social y político. El crédito intelectual y humano de las víctimas de las diatribas, es, por otra parte, reconocidamente superior al de los insultadores oficiales del gabinismo; y sus aportaciones a la actividad académica, social y económica de la ciudad, mucho más destacadas.
No es, sin embargo, la primera vez que se utiliza esta táctica defensiva desde la Alcaldía, inmersa en la dialéctica amigo/enemigo en su relación con la sociedad civil. A lo largo de la eternidad que viene durando el mandato de este Alcalde, han sido varios los episodios en que se ha atacado frontalmente, por la vía de la descalificación intimidatoria, a personas y entidades que se han mostrado abiertamente disconformes con el proceder del gobierno local. ¿Cuántos suman ya los receptores de sus infamias? Se pierde la enumeración, pero cabe recordar, por aquello de ser mínimamente justos, como se ha tratado a los presidentes de entidades respetables como la Unión de Consumidores, la Federación de Asociaciones de Vecinos de Oviedo o la Asociación de Vecinos de Las Campas, por poner un caso, o las barbaridades que dijeron sobre la Plataforma contra las Privatizaciones y sus responsables en fechas no tan lejanas.
El problema es que tales invectivas no son inocuas, porque el gabinismo ha acumulado múltiples resortes de poder y control social en casi dos décadas de imperio, y, efectivamente, mucha gente prefiere no destacar en la crítica para no aguantar lo que –justamente- consideran que no tienen por qué soportar; lo que no deja de ser un comportamiento humanamente comprensible, aunque de efectos perniciosos para el conjunto, porque alimenta la espiral de silencio que refuerza a los que pretenden cortar de raíz todo debate legítimo. Cuando un poder local tan asentado como éste, provisto de potentes cauces de expresión y dispuesto a adoptar medidas de retorsión al disidente, despliega su gama de exabruptos, lamentablemente consigue que muchos se lo piensen dos veces antes de participar en la discusión pública. Esta dinámica sólo cambia si, como ha sucedido ocasionalmente en episodios pasados, la capacidad de respuesta de la sociedad es suficientemente robusta como para repeler estas tentativas; en éllo, el papel de los medios de comunicación y la pluralidad informativa es determinante. Al mismo tiempo, arropar al ciudadano sometido a las vejaciones del concejal de turno, es, prácticamente, una obligación de todo el que aprecie en lo esencial los valores democráticos, esté de acuerdo o no con las opiniones de quién, a causa de éstas, recibe el embate del poder.
Esta vez les ha tocado padecer los insultos a personas muy destacadas y justamente apreciadas, como, entre otros, Alfonso Toribio, arquitecto y presidente de Tribuna Ciudadana, o Paz Andrés, Catedrática de Derecho Internacional Público, que siempre se ha destacado por su compromiso social y político. El crédito intelectual y humano de las víctimas de las diatribas, es, por otra parte, reconocidamente superior al de los insultadores oficiales del gabinismo; y sus aportaciones a la actividad académica, social y económica de la ciudad, mucho más destacadas.
No es, sin embargo, la primera vez que se utiliza esta táctica defensiva desde la Alcaldía, inmersa en la dialéctica amigo/enemigo en su relación con la sociedad civil. A lo largo de la eternidad que viene durando el mandato de este Alcalde, han sido varios los episodios en que se ha atacado frontalmente, por la vía de la descalificación intimidatoria, a personas y entidades que se han mostrado abiertamente disconformes con el proceder del gobierno local. ¿Cuántos suman ya los receptores de sus infamias? Se pierde la enumeración, pero cabe recordar, por aquello de ser mínimamente justos, como se ha tratado a los presidentes de entidades respetables como la Unión de Consumidores, la Federación de Asociaciones de Vecinos de Oviedo o la Asociación de Vecinos de Las Campas, por poner un caso, o las barbaridades que dijeron sobre la Plataforma contra las Privatizaciones y sus responsables en fechas no tan lejanas.
El problema es que tales invectivas no son inocuas, porque el gabinismo ha acumulado múltiples resortes de poder y control social en casi dos décadas de imperio, y, efectivamente, mucha gente prefiere no destacar en la crítica para no aguantar lo que –justamente- consideran que no tienen por qué soportar; lo que no deja de ser un comportamiento humanamente comprensible, aunque de efectos perniciosos para el conjunto, porque alimenta la espiral de silencio que refuerza a los que pretenden cortar de raíz todo debate legítimo. Cuando un poder local tan asentado como éste, provisto de potentes cauces de expresión y dispuesto a adoptar medidas de retorsión al disidente, despliega su gama de exabruptos, lamentablemente consigue que muchos se lo piensen dos veces antes de participar en la discusión pública. Esta dinámica sólo cambia si, como ha sucedido ocasionalmente en episodios pasados, la capacidad de respuesta de la sociedad es suficientemente robusta como para repeler estas tentativas; en éllo, el papel de los medios de comunicación y la pluralidad informativa es determinante. Al mismo tiempo, arropar al ciudadano sometido a las vejaciones del concejal de turno, es, prácticamente, una obligación de todo el que aprecie en lo esencial los valores democráticos, esté de acuerdo o no con las opiniones de quién, a causa de éstas, recibe el embate del poder.
Publicado en Oviedo Diario, 22 de mayo de 2010.