BANKIANISTÁN
Tenemos
todo el derecho del mundo a sentirnos aturdidos y alarmados por lo que estápasando con BFA-Bankia. Después de adornar su creación con operaciones de
imagen dirigidas a ensalzar la llamada bancarización de las cajas de ahorro, de
reiteradas apelaciones a la profesionalización de la gestión y de poner al
frente de la entidad a todo un ex Ministro de Economía y ex Director-Gerente del FMI, al final el resultado ha sido el surgimiento de una entidad de riesgo
sistémico, una bomba de relojería cuya precariedad era un secreto a voces y el
mayor desafío capaz de hacer zozobrar cualquier plan de recuperación de la
estabilidad financiera en España. Lo preocupante, sin embargo, no es que los
ciudadanos contemplemos asombrados el rápido devenir de los acontecimientos,
sino la creciente sensación de que el Gobierno, pese a su mayoría absoluta y la
arrogancia exhibida hasta hace unas semanas, se encuentra completamente
sobrepasado por la situación y perdiendo credibilidad a chorros. No hay más que
ver al actual Ministro de Economía (¡y Competitividad!) dando cifras del aporte
público para el saneamiento de BFA-Bankia corregidas al alza prácticamente un minuto después, en una escalada que lleva las magnitudes a proporciones
estratosféricas que por ahora alcanzan 23.000 millones de euros. O a la
Vicepresidenta del Gobierno desmentida por el nuevo Presidente de la entidad
financiera al poner éste en duda que BFA-Bankia tenga que devolver las
cantidades facilitadas ya que, a la postre, el banco va a ser mayoritariamente público;
aunque, por cierto, no tendrá tal condición para suplir las carencias del
sector financiero privado a la hora de facilitar crédito a particulares y
empresas, sino simplemente para agarrarse al flotador de los fondos públicos –casi
pinchado ya- para subsistir.
Las
consecuencias del desastre están todavía por definir y podemos ponernos en lo
peor cuando los responsables de la calamidad hacen repetidos llamamientos a la
calma. El caso de Irlanda, abocada a la intervención no por la situación de su
tejido económico sino por el déficit provocado por los rescates de sus
entidades financieras, es paradigmático. En España este escenario se produciría
sobre una crisis precedente que ha disminuido la actividad, ha menguado el
número de empresas, ha destrozado la confianza de los consumidores, ha
deteriorado enormemente a los poderes públicos -cada vez con más dificultades
para cumplir sus funciones elementales- y, sobre todo ha inoculado masivamente
un miedo insuperable a un sombrío porvenir. Sobre este panorama y metidos de
lleno en un nuevo ciclo recesivo, es difícil aventurar de dónde saldrán los
recursos públicos para el rescate de BFA-Bankia: queda poco que privatizar (y
ya veremos las penosas consecuencias que comportarán algunas ventas), recurrir
al endeudamiento parece inviable con los costes financieros actuales, el margen
para recortar el gasto público se achica por momentos y de los contribuyentes
poco más se puede exigir, a menos que, por utilizar el lenguaje en boga, se
considere una muestra de duplicidades e ineficiencia disponer de dos riñones
(al fin y al cabo con uno se puede sobrevivir) y se nos reclame el esfuerzo
patriótico de entregar uno al floreciente comercio de órganos.
Súmese
a todo esto la renuencia a dar explicaciones por parte de los responsables
gubernamentales y los gestores de BFA-Bankia; añádase el negro historial que el
PP atesora en sus manejos y el intestino combate a muerte que han desarrollado
durante años por el control de Bancaja y Caja Madrid (imposible olvidar la
feroz inquina de Aguirre y Gallardón en la disputa por el juguete); y combínese
con los inevitables impedimentos para depurar responsabilidades. El producto
final es terrorífico, muestra del estado de cosas y, a la par, un motivo más
que suficiente para comenzar a cuestionarse –en serio y hasta el final- muchas
de las asunciones preconcebidas que hasta ahora parecían intocables en nuestro
sistema político y económico.
Publicado en Oviedo Diario, 2 de junio de 2012
Etiquetas: Bankia, capitalismo, crisis, España, Gobierno de España, PP, privatizaciones, sistema financiero
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