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21.4.12

CAFELITO Y ADORMIDERA




La práctica de moda en España es descalificar por sistema a los empleados públicos y, por extensión, cuestionar los presupuestos de base en el funcionamiento de las Administraciones, cargando las tintas no sólo en los responsables directivos sino también en su clase de tropa y marinería. El último en sumarse con entusiasmo y desfachatez a la corriente ha sido nada más y nada menos que el Secretario de Estado de Administración Pública, que acude al socorrido argumento del cafelito para seguir apretando las tuercas. Que estas declaraciones procedan de un alto cargo entre cuyos cometidos se encuentra precisamente asegurar que la regulación, organización y funcionamiento de la Administración sirva para el cumplimiento de los fines que la justifica, revela las verdaderas convicciones y pretensiones de este Gobierno al respecto. Si las palabras provienen además de Antonio Beteta, que fuera sempiterno Diputado en la Asamblea de Madrid (desde 1983, con puntuales destinos en otros cargos), ejemplo de la denunciada falta de renovación de los representantes públicos y adalid del oscurantismo como Portavoz del PP en la farsa de la Comisión de Investigación del parlamento madrileño en el caso Tamayo – Sáez (pecado original de la exitosa Aguirre), comprobamos el grado de coherencia personal que las anima.
Lo peor no es que esta clase de agresiones gratuitas a los empleados públicos sean recurrentes, sino que encuentran una excelente acogida entre una parte significativa de la población, porque el campo está perfectamente abonado ideológicamente para que florezca esta estrategia de desprestigio. A algunos incautos de las clases medias y trabajadoras les han convencido de que deteriorar el empleo público, socavar el papel de las Administraciones y deteriorar los servicios públicos no va con éllos e incluso parecen encontrar cierto regocijo en este tipo de ofensa a los que les sirven. Por lo que se ve, sigue haciendo falta recordar el importante valor económico y social que los bienes públicos producidos comporta, sin los cuáles muchos de los críticos de todo lo compartido serían incapaces de subsistir dignamente. Además, frente a la oleada difamadora que pretende poner en la picota colectivamente a los empleados públicos, conviene recordar -¡miremos a nuestro entorno!- la multitud de ejemplos de personas que, tras el esfuerzo consiguiente en un rígido proceso selectivo, dedican su trabajo al servicio público, creen en él y luchan porque merezca la pena confiar en el bien común, pese a los sinsabores. Quien, al identificar las personas que se dedican al sector público no sea capaz de recordar los nombres de profesores cuyo magisterio resultase estimulante, profesionales sanitarios eficaces y comprensivos, empleados de la Administración dispuestos a facilitar el ejercicio de los derechos del ciudadano, o trabajadores de emergencias o fuerzas de seguridad a los que no le debamos mucho, simplemente es que vive en el imaginario neocon o instalado en la mezquindad.
La inmensa mayoría de las personas que trabajan en las Administraciones merecen nuestra consideración y respeto. Si además se tiene en cuenta que llevan añosde pérdida de poder adquisitivo (también en época de vacas gordas), que muchas veces aguantan estructuras organizativas ineficaces y desalentadoras, que están soportando cambios sustanciales que dificultan las condiciones en las que ejercen sus funciones, habrá que comenzar a evaluar hasta dónde tienen que aguantar la presión que se les echa encima. Porque el siguiente paso en la acometida  en curso será cuestionar abiertamente la inamovilidad de los funcionarios –una garantía fundamental de nuestro sistema-, la privatización masiva de servicios esenciales, la entrega al mercado bloques de actividad hasta ahora ajenos a sus reglas y la rápida transmutación del concepto de ciudadano con derechos en cliente que los tendrá o no en función de los que se pueda pagar. Lo que está por ver es si esta ofensiva contará con la respuesta social que la impida o seguiremos distraídos en si los funcionarios se toman o no un cafelito.

Publicado en Oviedo Diario, 14 de abril de 2012.

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