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4.3.12

PREGUNTAS EN MEDIO DE LA CRISIS

Cuando se supere la crisis económica -que no será a corto plazo, vistas las recientes previsiones- ¿cómo saldremos del trance? ¿Existirá un Estado con cierta capacidad de intervención en la realidad económica o habrá renunciado incluso a ejercer una mínima función reguladora? ¿Habrá sobrevivido el sistema de descentralización territorial o las Administraciones serán cascarones vacíos de competencias reales? ¿Alguien aspirará a reverdecer el espíritu democrático o asumiremos la resignación y el sometimiento a las circunstancias como pauta? ¿Seguiremos escuchando apelaciones al sacrificio y al esfuerzo o, visto el reparto de cargas, descreeremos finalmente de todo mensaje de llamamiento a la abnegación?

¿Subsistirá algo parecido al Estado Social de Derecho, al que alude nuestra Constitución y las de los países de nuestro entorno? ¿Tendrá sentido seguir hablando de derechos económicos y sociales en el contraste con la realidad? Cuando los estándares laborales continúen descendiendo por la pendiente de la desprotección y la desregularización, ¿nos convenceremos de que algo habrá que hacer con las reglas del comercio internacional y las prácticas de dumping social? Si tener un empleo ni siquiera garantizará el acceso digno a bienes y servicios necesarios, ¿debatiremos el reparto de los resultados del proceso productivo?

¿Aceptaremos que en los mercados de derivados financieros, títulos de deuda pública, credit default swaps, futuros, divisas, etc. se siga especulando sin conexión alguna con las necesidades de la actividad económica? ¿Y que se haga con un clic de ordenador sin controles ni tributos? ¿Se acordará alguien de la anunciada refundación del capitalismo? ¿Y del paréntesis?

¿Existirán redes educativas o sanitarias públicas que no sean subsidiarias? ¿Cuántos continuarán confiando en ellas? ¿Cuánto invertirán las familias en seguros sanitarios privados más que ahora? ¿Y en colegios privados? ¿Dejará paso el sistema de servicios sociales a medidas asistenciales y de beneficencia? ¿Confiará alguien en lo público? ¿Existirá un sentido del interés colectivo más allá de las apelaciones patrioteras, belicistas, cuasitribales, futboleras y demás subespecies de pensamiento grupal? ¿Alguien pronunciará las palabras ciudadano, compañero, trabajador o incluso prójimo con plena conciencia de su sentido?

Y, con particular tristeza, a tenor de lo vivido estos días, ¿se mantendrá el concepto de pluralidad informativa? ¿Pervivirán medios de comunicación capaces de cuestionar las injusticias sociales? ¿Tendremos la posibilidad de informarnos por diversidad de fuentes? ¿Perdurará un periodismo consecuente con el deseo de combatir las desigualdades? ¿Cuántos profesionales comprometidos –para ellos mi admiración- serán capaces de no tirar la toalla luchando contra los elementos?

Visto el estado de cosas, nos hallamos en situación de formularnos estos interrogantes. Ahora que la crisis no ha concluido aún, y antes de que nos arrebaten cualquier alternativa, quizá estemos en posición de darle a estas preguntas –a todas- otra respuesta diferente a la que hoy nos tememos.


Publicado en La Voz de Asturias, 28 de febrero de 2012.

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