REPENSAR OVIEDO
Dicen que los ovetenses estamos, por lo común, muy orgullosos de nuestra ciudad con la que nos identificamos profundamente, y, sin duda, tenemos muchos motivos para ello. Es cierto que Oviedo goza de una calidad de vida envidiable en muchos aspectos, que es limpia, apacible, segura, tiene espacios de gran belleza, está cargada de historia y además ha tenido buena fortuna a la hora de afrontar menos dificultades que las que han tenido que arrostrar otras ciudades de nuestro entorno más cercano (por ejemplo el embate de la reconversión industrial asturiana, felizmente superada). El resultado es una ciudadanía bastante satisfecha, que no es especialmente exigente con los poderes públicos, y que se muestra por lo general confiada en el futuro de Oviedo. La base, por lo tanto, es buena, en términos generales.
Ahora bien, quizá por efecto de dicha placidez exista un cierto aletargamiento, y un exceso de conservadurismo –no sólo político- de inquietantes consecuencias, en diferentes ámbitos. En el plano económico, Oviedo no puede fiar toda su suerte a seguir jugando la carta de ser una ciudad eminentemente administrativa beneficiada por la capitalidad, y nuestro dinamismo empresarial no es particularmente brillante. En cuanto al crecimiento urbano de Oviedo, la velocidad que se lleva es efectivamente de crucero, principalmente desde la aprobación del Plan General de Ordenación Urbana de 2005, que prevé un intenso desarrollo en la zona Oeste y Sur del municipio; pero el punto de destino y la hoja de ruta no se han planificado convenientemente, y posiblemente nos lleve a una ciudad con importantes desequilibrios territoriales, serios problemas en los accesos, servicios a los ciudadanos y cohesión urbana en los nuevos barrios en construcción: una ciudad segregada urbanísticamente como anticipo de una más acusada segregación social fundamentada en la renta familiar. Sobre el carácter de Oviedo como ciudad universitaria y de conocimiento, posiblemente sea ésta una de las facetas más desatendidas en los últimos años, en los que sólo se ha esgrimido la bandera de la institución académica a la defensiva en controversias localistas, sin ofrecer verdaderas posibilidades para su crecimiento en la ciudad y para aprovechar su buen hacer. Además, el brío cultural que en otro tiempo disfrutó la ciudad hoy es apenas una sombra, salvo honrosísimas excepciones, provocando la sensación de que en Oviedo no se cuece nada sugerente en el ámbito creativo. Por otra parte, se percibe un deterioro progresivo de los servicios públicos que mucho tiene que ver con la encarnizada y masiva privatización de los mismos, renunciando en buena medida el Ayuntamiento siquiera a una cierta supervisión de su funcionamiento, dañando con tal desidia a quienes son los principales beneficiarios de los mismos: las clases medias y trabajadoras. Finalmente, y quizá sea uno de los síntomas más preocupantes, se detecta una desgana social rayana en la abulia cuando de participación ciudadana y formación de capital social se trata, ya que si bien el ovetense puede estar más o menos al tanto de por dónde andan los tiros en la vida pública local, a la hora de la verdad sólo determinados chispazos le harán moverse de su casa, por motivos muy dispares (desde el catastrazo de los 90 hasta la reacción frente al ataque municipal al Real Oviedo de 2003).
Quizá por ello cabe diagnosticar signos de agotamiento en el modelo de ciudad predominante en los últimos años, sostenido en buena parte por la falta de concreción y continuidad de las alternativas, lo que tiene reflejo en los resultados electorales pero también en muchos otros ámbitos. Como se suele decir, estamos en un momento en que lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer; necesitados por lo tanto, de un impulso que permita superar las incertidumbres antes descritas, sobre una reflexión conjunta (a la que mucho ayudan iniciativas de comunicación como Oviedo Diario) acerca de lo que queremos ser en el futuro: una agradable capital de provincia, o una ciudad abierta e integradora, engarzada en las corrientes de la globalización.
Ahora bien, quizá por efecto de dicha placidez exista un cierto aletargamiento, y un exceso de conservadurismo –no sólo político- de inquietantes consecuencias, en diferentes ámbitos. En el plano económico, Oviedo no puede fiar toda su suerte a seguir jugando la carta de ser una ciudad eminentemente administrativa beneficiada por la capitalidad, y nuestro dinamismo empresarial no es particularmente brillante. En cuanto al crecimiento urbano de Oviedo, la velocidad que se lleva es efectivamente de crucero, principalmente desde la aprobación del Plan General de Ordenación Urbana de 2005, que prevé un intenso desarrollo en la zona Oeste y Sur del municipio; pero el punto de destino y la hoja de ruta no se han planificado convenientemente, y posiblemente nos lleve a una ciudad con importantes desequilibrios territoriales, serios problemas en los accesos, servicios a los ciudadanos y cohesión urbana en los nuevos barrios en construcción: una ciudad segregada urbanísticamente como anticipo de una más acusada segregación social fundamentada en la renta familiar. Sobre el carácter de Oviedo como ciudad universitaria y de conocimiento, posiblemente sea ésta una de las facetas más desatendidas en los últimos años, en los que sólo se ha esgrimido la bandera de la institución académica a la defensiva en controversias localistas, sin ofrecer verdaderas posibilidades para su crecimiento en la ciudad y para aprovechar su buen hacer. Además, el brío cultural que en otro tiempo disfrutó la ciudad hoy es apenas una sombra, salvo honrosísimas excepciones, provocando la sensación de que en Oviedo no se cuece nada sugerente en el ámbito creativo. Por otra parte, se percibe un deterioro progresivo de los servicios públicos que mucho tiene que ver con la encarnizada y masiva privatización de los mismos, renunciando en buena medida el Ayuntamiento siquiera a una cierta supervisión de su funcionamiento, dañando con tal desidia a quienes son los principales beneficiarios de los mismos: las clases medias y trabajadoras. Finalmente, y quizá sea uno de los síntomas más preocupantes, se detecta una desgana social rayana en la abulia cuando de participación ciudadana y formación de capital social se trata, ya que si bien el ovetense puede estar más o menos al tanto de por dónde andan los tiros en la vida pública local, a la hora de la verdad sólo determinados chispazos le harán moverse de su casa, por motivos muy dispares (desde el catastrazo de los 90 hasta la reacción frente al ataque municipal al Real Oviedo de 2003).
Quizá por ello cabe diagnosticar signos de agotamiento en el modelo de ciudad predominante en los últimos años, sostenido en buena parte por la falta de concreción y continuidad de las alternativas, lo que tiene reflejo en los resultados electorales pero también en muchos otros ámbitos. Como se suele decir, estamos en un momento en que lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer; necesitados por lo tanto, de un impulso que permita superar las incertidumbres antes descritas, sobre una reflexión conjunta (a la que mucho ayudan iniciativas de comunicación como Oviedo Diario) acerca de lo que queremos ser en el futuro: una agradable capital de provincia, o una ciudad abierta e integradora, engarzada en las corrientes de la globalización.
Publicado en Oviedo Diario, 2 de febrero de 2008.
1 Comments:
Estoy totalmente de acuerdo con lo que se manifiesta en el artículo. Si se ponen en una balanza los pros y los contras, no hay color. En fin los ovetenses se miran mucho al ombligo. El presente es anodino y triste; y el futuro: yo creo que las cabezas pensantes se están cargando la ciudad.
22:40
Publicar un comentario
<< Home