EL ALIGUSTRE RESISTE
En el año 2008 después de Jesucristo el cemento ocupa toda la parcela del Vasco y la adyacente de los antiguos jardines del Edificio Panorama. ¿Toda? ¡No! Un irreductible aligustre de unos 120 años resiste todavía y siempre al invasor. Y la vida no es fácil para las guarniciones de los constructores y munícipes locales en los campamentos de Ayuntamentórum, Jovellanórum XXI, Pepórum y Gabinórum.
El aligustre emulador de los galos de Astérix ha pervivido en los últimos años a multitud de agresiones: se llevaron por delante los jardines y árboles del entorno; le cuelgan periódicamente lucecitas publicitarias con el consiguiente destrozo de ramas; dañaron sus raíces en las obras de la parcela; aplastaron parte de su copa con los paneles publicitarios que dan a la calle Víctor Chavarri, etc.. Antes, Jovellanos XXI ya había dado buena cuenta de los árboles del llamado Bosque Urbano de Buenavista, en el entorno del antiguo estadio Carlos Tartiere, reduciendo considerablemente este espacio singular que tanto defendieron los vecinos del entorno, capitaneados por Javier Bauluz.
Pese a todos estos desalentadores precedentes, el aligustre aún se mantiene en pie, dispuesto a dar guerra pese al acoso y a la general indiferencia de numerosos ovetenses, estos días absortos mirando escaparates. Por fortuna no todos, porque las quejas de un puñado de ciudadanos (Tomás y Victoria, algunos ecologistas, los jóvenes socialistas, etc.) de momento han contribuido a salvar este ejemplar.
Tengamos en cuenta que en Oviedo no hay día en que alguien no lea la placa situada en el antiguo emplazamiento del Carbayón y se lamente de que el 2 de octubre de 1879 se talase nuestro tótem particular, cuya memoria nos bautiza a los ovetenses y nos recuerda que además de las obras fruto del progreso técnico del hombre y de las construcciones hechas por nuestra mano, también hay otros monumentos que son el resultado de la actuación –lenta pero paciente- de la naturaleza, y que merecen respeto, protección y admiración. Sin embargo, tras el Carbayón cayeron otros árboles singulares, y uno de ellos, el aligustre amenazado del que hablo, puede correr la misma suerte si nadie lo impide.
La necedad humana a veces nos hace olvidar que toda la belleza y audacia que pueda tener una obra arquitectónica –y aquí habrá gustos para todos- no llegará a rozar jamás el milagro de la naturaleza que representa un árbol centenario erguido en medio de la vorágine urbana. Dirán que soy un romántico, pero no cambio el aligustre centenario por las trillizas de Calatrava, que al igual que las que hacían los coros a Julio Iglesias bien podrían calificarse como las trillizas de oro, por los pingües beneficios que tales aprovechamientos urbanísticos reportarán a sus impulsores.
Precisamente al echar una ojeada a las infografías del proyecto planteado por Calatrava, promovido por Jovellanos XXI y bendecido –sin ningún pero- por el Alcalde, no he visto por ningún lado al aligustre, aunque sí unos cuantos árboles que ya aparecen creciditos y recios en la realidad virtual, como si hubieran crecido en una probeta. Al parecer uno de los puntos fuertes del proyecto será la habilitación de una zona arbórea que, paradójicamente, el arquitecto denominó, en su psicodélico discurso, Bosque Urbano, seguramente sin saber que sus mecenas ya se habían cepillado uno similar en Buenavista en los preparativos de la construcción del complejo del Palacio de Congresos.
Quizás esta historia del viejo aligustre no deje de ser, si termina mal, un símbolo del gato por liebre que nos quieren dar con la otrora llamada operación de los Palacios, hoy de las trillizas y el centollo. Tendremos árboles de diseño y no ejemplares emblemáticos; artificio en vez de realidad; ficción en lugar de historia; rascacielos implantados a calzador en lugar de equipamientos públicos; y, en fin, beneficio privado en sustitución del interés público.
El aligustre emulador de los galos de Astérix ha pervivido en los últimos años a multitud de agresiones: se llevaron por delante los jardines y árboles del entorno; le cuelgan periódicamente lucecitas publicitarias con el consiguiente destrozo de ramas; dañaron sus raíces en las obras de la parcela; aplastaron parte de su copa con los paneles publicitarios que dan a la calle Víctor Chavarri, etc.. Antes, Jovellanos XXI ya había dado buena cuenta de los árboles del llamado Bosque Urbano de Buenavista, en el entorno del antiguo estadio Carlos Tartiere, reduciendo considerablemente este espacio singular que tanto defendieron los vecinos del entorno, capitaneados por Javier Bauluz.
Pese a todos estos desalentadores precedentes, el aligustre aún se mantiene en pie, dispuesto a dar guerra pese al acoso y a la general indiferencia de numerosos ovetenses, estos días absortos mirando escaparates. Por fortuna no todos, porque las quejas de un puñado de ciudadanos (Tomás y Victoria, algunos ecologistas, los jóvenes socialistas, etc.) de momento han contribuido a salvar este ejemplar.
Tengamos en cuenta que en Oviedo no hay día en que alguien no lea la placa situada en el antiguo emplazamiento del Carbayón y se lamente de que el 2 de octubre de 1879 se talase nuestro tótem particular, cuya memoria nos bautiza a los ovetenses y nos recuerda que además de las obras fruto del progreso técnico del hombre y de las construcciones hechas por nuestra mano, también hay otros monumentos que son el resultado de la actuación –lenta pero paciente- de la naturaleza, y que merecen respeto, protección y admiración. Sin embargo, tras el Carbayón cayeron otros árboles singulares, y uno de ellos, el aligustre amenazado del que hablo, puede correr la misma suerte si nadie lo impide.
La necedad humana a veces nos hace olvidar que toda la belleza y audacia que pueda tener una obra arquitectónica –y aquí habrá gustos para todos- no llegará a rozar jamás el milagro de la naturaleza que representa un árbol centenario erguido en medio de la vorágine urbana. Dirán que soy un romántico, pero no cambio el aligustre centenario por las trillizas de Calatrava, que al igual que las que hacían los coros a Julio Iglesias bien podrían calificarse como las trillizas de oro, por los pingües beneficios que tales aprovechamientos urbanísticos reportarán a sus impulsores.
Precisamente al echar una ojeada a las infografías del proyecto planteado por Calatrava, promovido por Jovellanos XXI y bendecido –sin ningún pero- por el Alcalde, no he visto por ningún lado al aligustre, aunque sí unos cuantos árboles que ya aparecen creciditos y recios en la realidad virtual, como si hubieran crecido en una probeta. Al parecer uno de los puntos fuertes del proyecto será la habilitación de una zona arbórea que, paradójicamente, el arquitecto denominó, en su psicodélico discurso, Bosque Urbano, seguramente sin saber que sus mecenas ya se habían cepillado uno similar en Buenavista en los preparativos de la construcción del complejo del Palacio de Congresos.
Quizás esta historia del viejo aligustre no deje de ser, si termina mal, un símbolo del gato por liebre que nos quieren dar con la otrora llamada operación de los Palacios, hoy de las trillizas y el centollo. Tendremos árboles de diseño y no ejemplares emblemáticos; artificio en vez de realidad; ficción en lugar de historia; rascacielos implantados a calzador en lugar de equipamientos públicos; y, en fin, beneficio privado en sustitución del interés público.
Publicado en Oviedo Diario, 12 de enero de 2008.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home