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27.11.07

EVOCACIÓN DE LA ISLA LUNA

Una empresa pretende reunir 5.000 millones de euros para construir en Valencia la primera isla artificial del Mediterráneo, de 1.600.000 metros cuadrados. Esta suerte de ínsula Barataria que anhelara Sancho Panza acogería, como no, una zona residencial con unas 1.000 viviendas de las cuáles, agárrense, el 25 o 30 por ciento serían de protección oficial, según los promotores del último desatino urbanístico propuesto en este país. Lo más gracioso de la noticia es sin duda esto último de las viviendas asequibles. La isla de mentirijilla será interclasista y, si me apuran, tendrá su asociación de vecinos y su Ateneo Obrero. Alguno picará y subrayará la audacia visionaria de la propuesta, con su vocación integradora, por utilizar un discurso al uso.
Pero pensemos en cómo podría ser esta ensoñación especulativa, la nueva isla de Utopía del capitalismo moderno...
Posiblemente si la “Isla Luna” –así la llaman- llega algún día a ser una realidad, en ella todos tendrán su vehículo para salir a comprar el pan, aunque, por supuesto, vendrá con las últimas tecnologías para reducir las emisiones contaminantes. Todos los viernes habrá en algún club social cenas benéficas de entrante y dos platos a beneficio de los huérfanos y de los pobres de la capital. Algún que otro sábado la televisión local emitirá telemaratones solidarios. Y entre la cartera de prestaciones sociales que el nuevo Ayuntamiento recién creado pondrá a disposición de los ciudadanos, se contemplará el paquete “siéntase rico por un día”, programa en el cuál podrás hacer unos hoyos en el campo de golf, si les cabe.
Tengo alguna duda sobre si los spas de la islita, que se crearán en suelo público cedido gratuitamente por el Ayuntamiento, tendrán la concesión a 35 o 40 años, y si podrán cambiar el contrato a los dos días para hacerse con seis o siete plantas de subsuelo. Pero sí tengo la certeza de que el precio del abono impedirá que se cuele cualquiera procedente de esas supuestas viviendas sociales. Ellos ya tendrán su centro social, muy apañadito, en el que jugar a las cartas o hacer cursos de corte y confección. Eso sí, en su “barrio” con guarda de seguridad (para que no salgan mucho) estarán orgullosos de tener a mano un spa y una cancha de pádel, como los ricos.
La ínsula también tendrá inmigrantes, claro está; si no, a quién iban a culpar cuándo alguien monte un jaleo en el bar de la esquina. Trabajarán duro para achicar el agua cuando el cambio climático muestre sus garras. Una vez al año desfilarán alegres por la calle principal mientras uno de ellos entrega un ramo de flores a la mujer del Alcalde, momento que oportunamente destacará el periódico local; la policía municipal afirmará que 200.000 personas siguieron el espectáculo arracimados en las aceras y la gente se lo creerá.
Por supuesto tendrán temporada de ópera, cuya financiación será el principal asunto de debate político. Quizá no haya trabajo digno para todos ni equipamientos sociales o culturales en el “barrio” de viviendas protegidas, ya que no todo puede conseguirse fácilmente y es necesario el sacrificio y promover la cultura del esfuerzo. Pero siempre podrán sentirse orgullosos de la interpretación que anoche desplegó la mezzosoprano, y de la brillante dirección escénica, que resituó una historia inspirada en el medievo para enmarcarla en la consulta de un psicoanalista argentino. Por supuesto habrán asistido a tal deleite estético los ciudadanos que no tienen que alquilar la raqueta de pádel; pero los que sí la alquilan o no saben jugar leerán la crónica y se enfurecerán igual cuando el Gobierno estatal sólo incremente un 40% la subvención para sufragar el coste del espectáculo.
Un día, puede ser que alguno de los habitantes de la isla, aunque tenga casa, coche y perro, se sientan como Truman en su burbuja de telerrealidad repleta de publicidad subliminal. Quizá también encuentre la puerta de salida y vuelva a poner los pies en tierra firme.

Publicado en Oviedo Diario, 24 de noviembre de 2007.