PAPANATAS
Se supone que en Oviedo todos debemos ponernos en pie y descubrirnos cada vez que Santiago Calatrava viene y abre la boca. Claro que es un arquitecto audaz, que sus obras son imponentes y que tiene un estilo propio e inconfundible. Por algo ha alcanzado reconocimiento mundial y ha sido galardonado con, entre otras distinciones, el Premio “Príncipe de Asturias” de las Artes. Pero eso no debe sustraer la intervención de la empresa que ha contratado sus servicios, Jovellanos XXI, del escrutinio público; ni tampoco puede hacer indemne al propio arquitecto de algunas críticas razonables. Y, sobre todo, no puede impedir que se cuestionen algunas decisiones municipales que han dado cobertura a la transformación en curso de las parcelas del Vasco y Buenavista.
En Oviedo, salvo algunos valientes conocidos y otros ciudadanos anónimos, pocos han dejado oír su voz criticando la llamada operación de los Palacios, que ya no es tal porque se parece cada vez menos a la idea original. En muchos sectores se ha impuesto una cierta autocensura para no incomodar a determinados intereses políticos y empresariales. Parece que algunas obviedades no pueden evidenciarse.
Algunas de estas verdades calladas tienen que ver con cuestiones estéticas y de diseño urbano, discutibles pero compartidas por una mayoría silenciosa. Por ejemplo: en el solar del antiguo estadio Carlos Tartiere, el volumen y dimensiones del Palacio de Congresos y el hotel y oficinas anexos no encajan ni a calzador con el entorno ni la parcela. El conjunto no dialoga con las torres cercanas sino que más bien discute a grito pelado, configurando una fisonomía urbana abigarrada e inarmónica. Otras alternativas que oxigenasen esta zona hubieran resultado más acertadas, emplazando el Palacio de Congresos en un área urbana en expansión, permitiendo al mismo tiempo que este edificio tuviese un entorno más abierto en el que brillase.
Otras realidades escondidas tienen que ver con los aspectos económicos del proyecto y la pésima defensa de los intereses públicos. El Ayuntamiento pasará de tener dos parcelas de altísimo valor económico y numerosas posibilidades a no contar con un metro cuadrado de equipamientos públicos en el Vasco y un edificio de gestión privatizada durante décadas en Buenavista. Como la operación es enormemente costosa, para evitar que encallase a medio camino se han modificado reiteradamente las condiciones contractuales que vinculaban a Jovellanos XXI y al Ayuntamiento, saltándose a la torera las previsiones iniciales, permitiendo que en ambas parcelas se instalen grandes superficies comerciales, y reduciendo las obligaciones de la empresa. En cuanto ha sido preciso para los intereses de la promotora, el Ayuntamiento ha modificado tanto el planeamiento urbanístico como el contrato administrativo, sin pararse a cuestionar, siquiera por un momento, si tales cambios supeditaban el interés general a la viabilidad de esta iniciativa. Aquí el Ayuntamiento ha sido mera comparsa. Han decidido otros, que exclusivamente defienden su inversión (lo que es legítimo, ojo). La intervención pública en defensa de los intereses generales ni está ni se le espera.
Y, sobre todo, como corolario, algunas de esas verdades incómodas tienen que ver con quién ha tenido la sartén por el mango durante todo el periplo de esta operación. Toda planificación sobre el destino de estas parcelas ha sido puro camelo, y la máxima expresión de esta representación la tuvimos en la última visita de Calatrava, dónde todo lo que se ofreció para la parcela del Vasco –y esto no es responsabilidad última del arquitecto, sino de la empresa y el Ayuntamiento-, más de un lustro después de iniciado este vía crucis, fue una acuarela ovacionada por papanatas ante el asombro de no pocos ovetenses.
En Oviedo, salvo algunos valientes conocidos y otros ciudadanos anónimos, pocos han dejado oír su voz criticando la llamada operación de los Palacios, que ya no es tal porque se parece cada vez menos a la idea original. En muchos sectores se ha impuesto una cierta autocensura para no incomodar a determinados intereses políticos y empresariales. Parece que algunas obviedades no pueden evidenciarse.
Algunas de estas verdades calladas tienen que ver con cuestiones estéticas y de diseño urbano, discutibles pero compartidas por una mayoría silenciosa. Por ejemplo: en el solar del antiguo estadio Carlos Tartiere, el volumen y dimensiones del Palacio de Congresos y el hotel y oficinas anexos no encajan ni a calzador con el entorno ni la parcela. El conjunto no dialoga con las torres cercanas sino que más bien discute a grito pelado, configurando una fisonomía urbana abigarrada e inarmónica. Otras alternativas que oxigenasen esta zona hubieran resultado más acertadas, emplazando el Palacio de Congresos en un área urbana en expansión, permitiendo al mismo tiempo que este edificio tuviese un entorno más abierto en el que brillase.
Otras realidades escondidas tienen que ver con los aspectos económicos del proyecto y la pésima defensa de los intereses públicos. El Ayuntamiento pasará de tener dos parcelas de altísimo valor económico y numerosas posibilidades a no contar con un metro cuadrado de equipamientos públicos en el Vasco y un edificio de gestión privatizada durante décadas en Buenavista. Como la operación es enormemente costosa, para evitar que encallase a medio camino se han modificado reiteradamente las condiciones contractuales que vinculaban a Jovellanos XXI y al Ayuntamiento, saltándose a la torera las previsiones iniciales, permitiendo que en ambas parcelas se instalen grandes superficies comerciales, y reduciendo las obligaciones de la empresa. En cuanto ha sido preciso para los intereses de la promotora, el Ayuntamiento ha modificado tanto el planeamiento urbanístico como el contrato administrativo, sin pararse a cuestionar, siquiera por un momento, si tales cambios supeditaban el interés general a la viabilidad de esta iniciativa. Aquí el Ayuntamiento ha sido mera comparsa. Han decidido otros, que exclusivamente defienden su inversión (lo que es legítimo, ojo). La intervención pública en defensa de los intereses generales ni está ni se le espera.
Y, sobre todo, como corolario, algunas de esas verdades incómodas tienen que ver con quién ha tenido la sartén por el mango durante todo el periplo de esta operación. Toda planificación sobre el destino de estas parcelas ha sido puro camelo, y la máxima expresión de esta representación la tuvimos en la última visita de Calatrava, dónde todo lo que se ofreció para la parcela del Vasco –y esto no es responsabilidad última del arquitecto, sino de la empresa y el Ayuntamiento-, más de un lustro después de iniciado este vía crucis, fue una acuarela ovacionada por papanatas ante el asombro de no pocos ovetenses.
Publicado en Oviedo Diario, 10 de noviembre de 2007.
2 Comments:
Hermano, sinceramente te lo digo...CHAPEAU!!!
Ivan Piñ.
20:05
Hola Gonz, más que tridentes marinos para que luzca la playa de Gabino, se trata de guadañas de diseño que anuncian cómo Saturno, de nuevo, devora a sus hijos.
12:47
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