TRISTE OVIEDO

Son conocidas y numerosas las gabinadas, entendiendo por tales las decisiones heterodoxas –cuando no disparatadas-, los exabruptos y los comentarios pretendidamente ingeniosos del Alcalde. En algunos casos, reconozcámoslo, incluso nos hacen gracia. Pero la mayoría de las veces los frecuentes desvaríos de Gabino de Lorenzo o nos hacen desear un poco más de rigor y sobriedad en la Alcaldía, o directamente nos indignan profundamente. Éste último caso es el sucedido con la supresión, de golpe y plumazo, del Festival de Jazz y la Noche de San Juan.
El Festival de Jazz fue durante los años 80 una de las enseñas de la programación cultural local. En aquellos tiempos Oviedo también era una ciudad señorial –de orden, dirían algunos- y un tanto adusta, pero tenía un punto bohemio y creativo del que hoy sólo quedan algunos vestigios. Si al llegar al sillón principal de la Consistorial en 1991 el Alcalde no se hubiera cargado el Festival, posiblemente en la actualidad este acontecimiento estaría a la par de sus homólogos de Vitoria o San Sebastián, que atraen a miles de personas. Felizmente, en 2004 la Sociedad Ovetense de Festejos rescató el Festival, con excelente acogida de público y satisfacción de la escena y afición jazzística local, que, dicho sea de paso, cada vez tiene más importancia. Pero sólo tres años después, De Lorenzo tropieza en la misma piedra, y nos deja huérfanos de programación cultural a los miles de ovetenses que pasaremos una buena parte del verano trabajando (aunque el Ayuntamiento se para, el ritmo de la sociedad civil sigue su curso).
De la Noche de San Juan poco hay que decir. Es conocido su origen pagano, sus raíces insondables, y su transformación en un ritual de paso hacia el verano, plagado de misticismo y tradición. La hoguera en la que se consumen el tiempo, nuestras frustraciones y deseos, en torno a la que se baila la danza prima en una imagen que tiene mucho de tribal, es quizá una de las fiestas más nuestras. Su conexión con la música folk era adecuada y su acogida por el público de todas las edades, contrastada.
Es sorprendente la capacidad de De Lorenzo para tratar de moldear la ciudad a su imagen y semejanza. Al Alcade no le gusta el jazz porque no lo entiende y difícilmente podrá disfrazarse de chulapo para presentarlo al público. Tampoco le interesan los festejos populares como la Noche de San Juan, en la que no hay nadie por encima de nadie; prefiere el paseíllo en el estreno de la ópera donde demostrar quienes pueden acceder a este acontecimiento –y qué rentas tienen- frente a la mayoría de los ovetenses. Así que decide fulminar de la programación festiva aquello que no le plazca, inventarse una mala excusa –que ni él se cree-, y a seguir gobernando a golpe de ocurrencia.

El problema es que los caprichos del Alcalde hacen menos habitable y grata la ciudad. Resulta que la mayoría de los ovetenses queremos disfrutar de otras músicas, perdernos entre la riada de gente en las fiestas locales y pasar un buen rato abandonando nuestras preocupaciones. Las actividades festivas municipales son parte de nuestro acervo cultural y además son una válvula de escape y desahogo en tiempos difíciles. Y no queremos que nadie nos quite este derecho, perfectamente compatible –con un poco de sentido común- con el derecho de los vecinos a vivir sin ruidos excesivos.

Publicado en Oviedo Diario, 30 de junio de 2007.