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11.4.06

VUELVE LA INQUISICIÓN

Ya se que no anuncio nada nuevo, y que hay múltiples manifestaciones, todos los días, de una moral imperante que aspira a encumbrar nuevamente valores victorianos: decencia, severidad en las costumbres, disciplina, orden en definitiva. Junto a la involución política y económica viene de la mano este revival de la moralina que pretende protegernos de los males que nos acechan.
La última manifestación de los herederos de Torquemada la ha protagonizado Ovidio Sánchez, esta luminaria del centro-derecha mundial, que ha exigido preservar nuestras débiles voluntades de la contemplación del cuadro Carapijo, de Carlos Álvarez Cabrero, expuesto estos días en la Junta General del Principado, con motivo del III Premio de Pintura que nuestra Cámara convoca.
Sucede que a Ovidín, güeli Laura –la Consejera- ya le bautizó acertadamente, no le gusta este cuadro, a pesar de que el jurado de este Premio, compuesto por expertos que de esto saben más incluso que René Álvarez Saavedra, le otorgó una distinción. Parece que, según la rancia forma de entender el arte del PP, un cuadro no puede contener elementos que –sin juicios de valor- llamen a la provocación, a aspectos oscuros pero presentes en la vida cotidiana, a distorsiones de una realidad que voluntariamente estira y deforma el artista para causar inquietante repulsión o simplemente curiosidad.
La cuestión es que Ovidín, que debe ser un poco ignorantón, desconoce que Cabrero es un pintor sobradamente reconocido, que retrata con una visión personal, flirteando con el cómic y con la irreverencia, un Oviedo latente de desgarradora urbanidad, crudeza y balsámica banalidad. No todo iban a ser farolas, adoquines y esculturas elegidas por Arturo Fernández.
O sea que, se?ores del PP, al menos déjennos disfrutar en paz de otras perspectivas y descansen un poco, que tanto prohibir acaba cansando incluso al que prohíbe.
Versión en castellano. Publicado en Les Noticies el 12 de diciembre de 2003.