TASAS UNIVERSITARIAS Y OTRAS PARADOJAS
Se vuelve a hablar, últimamente con bastante profusión, de posibles nuevas subidas de tasas. Desde luego no es nada nuevo, pero el debate cobre especial relevancia cuando discurre paralelamente al debate en torno a la deuda de la Universidad de Oviedo, sus causas, consecuencias, cómo afrontarla, etc.
En la actualidad las tasas universitarias vienen a representar en torno a ? parte de lo que cuesta cada alumno a la Universidad. Esto es un hecho. Es decir que la Universidad sigue siendo relativamente accesible, y hay que considerar el enorme esfuerzo que hace el erario público, y por extensión el conjunto de la sociedad, para ofrecer una ense?anza superior y formar a un importante número de universitarios y universitarias en todo el Estado. Pero cabe se?alar otros muchos aspectos en torno a las tasas universitarias. Por un lado, es importante resaltar la disparidad de su cuantía entre comunidades autónomas; sabemos que una universidad siempre es distinta a otra, pero a veces parece injustificable que el coste por crédito varíe sensiblemente de una comunidad autónoma a otra o que, como sucede, los recargos aplicados en segundas, terceras y sucesivas matrículas de una misma asignatura sean totalmente divergentes. Este desaguisado se da y es urgente establecer cierto equilibrio, cuanto menos. Al mismo tiempo, el sistema de becas universitarias sigue siendo eminentemente pobre. En nuestro caso, el porcentaje de créditos a aprobar sigue dejando sin beca a muchos alumnos y alumnas poco después de comenzada la carrera, lo cuál se produce con especial intensidad en algunas carreras de cierta dificultad. Y, lo que es más, en nuestra Universidad las ayudas complementarias destinadas a servicios que requiere el alumnado siguen siendo exiguas, tanto en ayudas al transporte, como en vivienda universitaria, ayudas a la adquisición de libros, etc. Es decir, en definitiva, una serie de obstáculos ponen cuesta arriba en ocasiones el criterio de accesibilidad a la universidad por mérito y no por condiciones económicas.
?Qué se puede hacer al respecto? Lo que está más o menos claro es que en este caso hay que coger el asunto por las solapas, lo cuál es lo más difícil de todo. Por un lado las administraciones autonómica y estatal tienen que saber que para que nuestra Universidad tenga unos mínimos niveles de calidad y pueda además ofertar ciertos servicios básicos, tiene que producirse una inyección financiera que espabile y reactive la institución. Vale que es preciso rigor presupuestario, control del gasto y sobre todo saber de donde proceden los déficits acumulados, pero no hay otra opción si verdaderamente apostamos por la educación superior pública, laica y democrática. Por otro lado creo que se hace cada día más urgente replantearse las aportaciones privadas a la Universidad y en particular, por lo que nos ata?e, las tasas universitarias. Es absolutamente paradójico e inaceptable que pague lo mismo un alumno de renta familiar media o baja que un alumno de renta familiar alta. Sigue siendo impensable que no se apueste por establecer un sistema de becas completo, más amplio y más justo. Y también es incomprensible que no se atienda la situación de aquellos que, sin haberse emancipado del núcleo familiar, se costean sus propios estudios a través de un trabajo o similar circunstancia. Hablando claro, aquí se hace necesario estudiar la introducción de un sistema de pago del coste de los estudios asignado a la aportación a través de la matrícula que incluya elementos de progresividad y atienda a diversos aspectos personales como los se?alados anteriormente. Estamos hablando de que paguen más quienes pueden permitírselo y que, al mismo tiempo, la Universidad sea accesible a todos y todas, independientemente de los recursos personales y familiares. Sé que es un planteamiento polémico y que ofrece dificultades diversas para su aplicación (criterios, medios técnicos y administrativos, etc.) pero creo que es digno de ser estudiado. No nos olvidemos que se trata de aplicar mecanismos de redistribución, igualdad real de oportunidades y justicia social.Y no olvidemos tampoco que hablamos de sostener e impulsar a la universidad pública, es decir, la de todos y todas.
En la actualidad las tasas universitarias vienen a representar en torno a ? parte de lo que cuesta cada alumno a la Universidad. Esto es un hecho. Es decir que la Universidad sigue siendo relativamente accesible, y hay que considerar el enorme esfuerzo que hace el erario público, y por extensión el conjunto de la sociedad, para ofrecer una ense?anza superior y formar a un importante número de universitarios y universitarias en todo el Estado. Pero cabe se?alar otros muchos aspectos en torno a las tasas universitarias. Por un lado, es importante resaltar la disparidad de su cuantía entre comunidades autónomas; sabemos que una universidad siempre es distinta a otra, pero a veces parece injustificable que el coste por crédito varíe sensiblemente de una comunidad autónoma a otra o que, como sucede, los recargos aplicados en segundas, terceras y sucesivas matrículas de una misma asignatura sean totalmente divergentes. Este desaguisado se da y es urgente establecer cierto equilibrio, cuanto menos. Al mismo tiempo, el sistema de becas universitarias sigue siendo eminentemente pobre. En nuestro caso, el porcentaje de créditos a aprobar sigue dejando sin beca a muchos alumnos y alumnas poco después de comenzada la carrera, lo cuál se produce con especial intensidad en algunas carreras de cierta dificultad. Y, lo que es más, en nuestra Universidad las ayudas complementarias destinadas a servicios que requiere el alumnado siguen siendo exiguas, tanto en ayudas al transporte, como en vivienda universitaria, ayudas a la adquisición de libros, etc. Es decir, en definitiva, una serie de obstáculos ponen cuesta arriba en ocasiones el criterio de accesibilidad a la universidad por mérito y no por condiciones económicas.
?Qué se puede hacer al respecto? Lo que está más o menos claro es que en este caso hay que coger el asunto por las solapas, lo cuál es lo más difícil de todo. Por un lado las administraciones autonómica y estatal tienen que saber que para que nuestra Universidad tenga unos mínimos niveles de calidad y pueda además ofertar ciertos servicios básicos, tiene que producirse una inyección financiera que espabile y reactive la institución. Vale que es preciso rigor presupuestario, control del gasto y sobre todo saber de donde proceden los déficits acumulados, pero no hay otra opción si verdaderamente apostamos por la educación superior pública, laica y democrática. Por otro lado creo que se hace cada día más urgente replantearse las aportaciones privadas a la Universidad y en particular, por lo que nos ata?e, las tasas universitarias. Es absolutamente paradójico e inaceptable que pague lo mismo un alumno de renta familiar media o baja que un alumno de renta familiar alta. Sigue siendo impensable que no se apueste por establecer un sistema de becas completo, más amplio y más justo. Y también es incomprensible que no se atienda la situación de aquellos que, sin haberse emancipado del núcleo familiar, se costean sus propios estudios a través de un trabajo o similar circunstancia. Hablando claro, aquí se hace necesario estudiar la introducción de un sistema de pago del coste de los estudios asignado a la aportación a través de la matrícula que incluya elementos de progresividad y atienda a diversos aspectos personales como los se?alados anteriormente. Estamos hablando de que paguen más quienes pueden permitírselo y que, al mismo tiempo, la Universidad sea accesible a todos y todas, independientemente de los recursos personales y familiares. Sé que es un planteamiento polémico y que ofrece dificultades diversas para su aplicación (criterios, medios técnicos y administrativos, etc.) pero creo que es digno de ser estudiado. No nos olvidemos que se trata de aplicar mecanismos de redistribución, igualdad real de oportunidades y justicia social.Y no olvidemos tampoco que hablamos de sostener e impulsar a la universidad pública, es decir, la de todos y todas.
Publicado en el Informativo Universitario Aulas octubre de 2000.
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