LA LARGA ESPERA DEL SAHARA
Recientemente, el enviado del Secretario General de las Naciones Unidas como mediador para el conflicto del Sahara Occidental, James Baker, concluyó su gira en la zona, tras la cuál se espera una propuesta que pueda salvar la crisis interminable de los acuerdos de paz de Houston. Lo cierto es que muy pocos son optimistas. Los acuerdos de Houston y el plan de paz de las Naciones Unidas han tenido desde su inicio una actitud muy diferenciada de las partes: el Frente Polisario ha cumplido y no sólo eso sino que ha sabido demostrar la voluntad de paz que el pueblo saharaui siempre ha expresado. Al mismo tiempo, Marruecos, en ese supuestamente frágil equilibrio en el que se desenvuelve, ha puesto trabas continuas a la consecución del objetivo de los acuerdos, es decir la celebración de un referéndum imparcial y justo que permita a la población saharaui decidir sobre su destino.
Pero las actitudes están sobradamente probadas. Marruecos no quiere el referéndum, porque sabe cuál es la voluntad de los saharauis, cuya capacidad de resistencia tanto en los campos de refugiados saharauis de Tinduf como en las zonas ocupadas se incrementa día a día a pesar de la larga, casi interminable, espera de 25 a?os. El problema viene además por la actitud de la Unión Europea, y más en concreto de Francia y Espa?a, ante el conflicto. Francia se muestra recelosa y quiere guardar a toda costa sus intereses estratégicos y económicos en África, y Marruecos, gobernado por una oligarquía que mantiene en la pobreza a gran parte de su población y se resiste a la democratización, aferrándose a un expansionismo inútil, es una aliado esencial de su política. El gobierno espa?ol, mientras tanto, se muestra como un temeroso convidado de piedra, rehuye su responsabilidad histórica con el pueblo saharaui al que primero sojuzgó y luego abandonó, y acata el status actual.
Pero las actitudes están sobradamente probadas. Marruecos no quiere el referéndum, porque sabe cuál es la voluntad de los saharauis, cuya capacidad de resistencia tanto en los campos de refugiados saharauis de Tinduf como en las zonas ocupadas se incrementa día a día a pesar de la larga, casi interminable, espera de 25 a?os. El problema viene además por la actitud de la Unión Europea, y más en concreto de Francia y Espa?a, ante el conflicto. Francia se muestra recelosa y quiere guardar a toda costa sus intereses estratégicos y económicos en África, y Marruecos, gobernado por una oligarquía que mantiene en la pobreza a gran parte de su población y se resiste a la democratización, aferrándose a un expansionismo inútil, es una aliado esencial de su política. El gobierno espa?ol, mientras tanto, se muestra como un temeroso convidado de piedra, rehuye su responsabilidad histórica con el pueblo saharaui al que primero sojuzgó y luego abandonó, y acata el status actual.
Aún así, el pueblo saharaui sigue afrontando la adversidad con una dignidad abrumadora. De la nada, del desierto pedregoso y hostil de Tinduf ha surgido, en estos 25 a?os, toda una sociedad, todo un Estado, la República Árabe Saharaui Democrática, (reconocida por más de 80 países y por la propia Organización para la Unidad Africana) que goza de un grado de libertad y desarrollo social incomparable dada su situación. A través de una organización dotada de buenas dosis de democracia y participación, se provee a toda la población de alimentación, sanidad y hogar, aunque éste sea una jaima o una casa de adobe. La educación primaria es universal, el analfabetismo está prácticamente desterrado, el papel de la mujer saharaui es esencial y decisivo, y los valores del respeto y la solidaridad son una característica común de este pueblo. Pero sobre todo destaca su tenacidad en la lucha, su tesón en la defensa de su origen, rechazando cualquier posible salida que no sea la de decidir por sí mismos. Llevan el Sahara en el alma y en el corazón te dejan su recuerdo, imborrable ya.
Abril de 2000
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