NUEVOS CIUDADANOS
Tengo un amigo de Senegal que lleva por aquí 14 a?os. Cuando vino a Asturias era cabeza de puente, exótica importación, novedad absoluta entre los ovetenses. Sobre todo era, y es, una persona que lucha por un proyecto de vida propio, para sí mismo y para los suyos. De esto de emigrar, como es sabido, los asturianos tenemos cierta experiencia, así que no voy a contar nada que no esté en nuestra memoria colectiva (dónde quiera que esté).
Ahora las cosas han cambiado un poco, y siguen evolucionando. Somos país receptor de inmigración, es decir, de conocimientos, proyectos, habilidades, ilusiones y frustraciones. Mi amigo ya no es una rara avis, si no que es parte de la comunidad. Sin embargo, aunque sea totalmente partícipe de lo que sucede en el entorno, con catorce a?os de lucha y mestizaje, en todos los sentidos, con Asturias, resulta que legalmente se ha establecido, cada vez con más rigidez, una segregación que le impide desarrollar plenamente sus derechos políticos más elementales, aquellos merced a los cuales uno puede elegir a los gobernantes, controlarlos, exigirles que rindan cuentas, etc.
Seguimos funcionando con una concepción de derechos de ciudadanía vinculados inexorablemente a la nacionalidad espa?ola. Vamos, un modelo del Siglo XIX. Un emigrante espa?ol que lleva fuera a?os puede seguir eligiendo a alcaldes y diputados, aunque ello no influya en su vida cotidiana; y sin embargo mi amigo, que está sujeto directamente a unas obligaciones para con las administraciones espa?olas, no puede decir ni pío con su voto ni con su voz.
O sea que ya va siendo hora de que transformemos el concepto de ciudadanía, consagrando derechos universales, adaptando los deberes y facultades políticas del individuo a un escenario de diversidad, intercambio, permeabilidad de fronteras y de mentes. Eso sí que es globalización.
Ahora las cosas han cambiado un poco, y siguen evolucionando. Somos país receptor de inmigración, es decir, de conocimientos, proyectos, habilidades, ilusiones y frustraciones. Mi amigo ya no es una rara avis, si no que es parte de la comunidad. Sin embargo, aunque sea totalmente partícipe de lo que sucede en el entorno, con catorce a?os de lucha y mestizaje, en todos los sentidos, con Asturias, resulta que legalmente se ha establecido, cada vez con más rigidez, una segregación que le impide desarrollar plenamente sus derechos políticos más elementales, aquellos merced a los cuales uno puede elegir a los gobernantes, controlarlos, exigirles que rindan cuentas, etc.
Seguimos funcionando con una concepción de derechos de ciudadanía vinculados inexorablemente a la nacionalidad espa?ola. Vamos, un modelo del Siglo XIX. Un emigrante espa?ol que lleva fuera a?os puede seguir eligiendo a alcaldes y diputados, aunque ello no influya en su vida cotidiana; y sin embargo mi amigo, que está sujeto directamente a unas obligaciones para con las administraciones espa?olas, no puede decir ni pío con su voto ni con su voz.
O sea que ya va siendo hora de que transformemos el concepto de ciudadanía, consagrando derechos universales, adaptando los deberes y facultades políticas del individuo a un escenario de diversidad, intercambio, permeabilidad de fronteras y de mentes. Eso sí que es globalización.
Versión en castellano. Publicado en Les Noticies el 7 de marzo de 2003.
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