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26.3.06

LEGITIMIDADES

Seguro que no soy el único que estos días ha sentido verdaderas náuseas al comprobar como el Presidente de Espa?a ponía a la maquinaria estatal al servicio del César Bush Jr. Aznar ha decidido apostar por una Santa Alianza con el hiperimperio norteamericano, o, peor aún, ha venido a prestar un verdadero juramento de vasallaje que no sólo le afecta a él, sino a todos los espa?oles. Las consecuencias son gravísimas, además, para el papel de Espa?a en el contexto internacional. Aznar contribuye a marginar a la abuela ONU y a amputar la esperanza de una Unión Europea con capacidad de actuación exterior, más allá de ser un alma cándida en el concierto internacional.
La verdad es que Aznar, en un gesto más de imprudencia que de determinación, está dispuesto a hacer caso omiso de la mayoritaria opinión social y se agarra como un clavo ardiendo a la confianza que la gente depositó en él, por un motivo o por otro, en el a?o 2000. Se abre aquí un debate clave en el funcionamiento de nuestro sistema. Por un lado tenemos a aquellos que alegan que la legitimidad de las urnas permite aplicar, pese a quien pese, la política exterior del PP; máxime cuando hay una mayoría absoluta en las Cortes. Por otro lado están (estamos) los que defienden que, si bien hay una legitimidad, digamos formal, para tales decisiones, si estas contradicen clara, directa y contundemente la masiva opinión social, expresada sin lugar a dudas el pasado 15 de febrero, esa legitimidad pierde su contenido, digamos material.
La cuestión es que es así como se abren brechas, de incalculables consecuencias, entre representantes y representados. Estos últimos pueden (podemos) hacer pagar políticamente a Aznar, con nuestra disidencia activa y repulsa social, un alto precio, más tarde o más temprano.

Versión en castellano. Publicado en Les Noticies el 28 de febrero de 2003.