CONJETURA ANTE LA MUERTE DE UN ACTIVISTA
Tenemos mala suerte los que no creemos en la divinidad o la trascendencia. Nos pasamos todo el día tratando de aprovechar el tiempo, en la infructuosa búsqueda de consuelo para este viaje tan breve. Así se nos pasan los días, enfrentándonos al absurdo que late detrás de todos nuestros proyectos, porque todo pierde sentido ante la verdad de que, al final, irremediablemente, nos espera una cajón de pino. Esta única seguridad nos aguijonea y nos sitúa frente a nuestra propia fugacidad.
Para los más resueltos, la solución pasa por no tomarse tan en serio la certeza del final, y hacen bien. A veces, incluso uno puede dejarse contagiar por esta estrategia, pero luego viene la tozuda realidad y devuelve, hasta al más pintado, a la consciencia de que el ocaso existe.
Así me ha pasado estos días. Se acaba de morir Jaime Lago, dirigente de la Juventud Comunista de Asturias, de 25 a?os, los mismos que tengo yo. No lo pude conocer mucho pero me parecía un tipo vehemente, íntegro, que tenía esa mezcla de ferocidad y esperanza que se palpa en la militancia, y ese incomprensible anhelo de pureza de quien se sabe en el lado justo de la historia, deseando hacer un poco más para asaltar al futuro. Más allá de que la izquierda haya perdido a un prometedor activista, lo peor de todo esto es la repetida fatalidad que representa que una persona se vaya para siempre cuando todavía tenía mucha tela que cortar, con el saco de ilusiones aún cargado.
La desorientación que a uno le queda ante cosas así es infinita. Lo único que se puede hacer, por lo tanto, es enviar un mensaje de ánimo a los suyos, apretar la u?a contra la carne y seguir adelante.
Para los más resueltos, la solución pasa por no tomarse tan en serio la certeza del final, y hacen bien. A veces, incluso uno puede dejarse contagiar por esta estrategia, pero luego viene la tozuda realidad y devuelve, hasta al más pintado, a la consciencia de que el ocaso existe.
Así me ha pasado estos días. Se acaba de morir Jaime Lago, dirigente de la Juventud Comunista de Asturias, de 25 a?os, los mismos que tengo yo. No lo pude conocer mucho pero me parecía un tipo vehemente, íntegro, que tenía esa mezcla de ferocidad y esperanza que se palpa en la militancia, y ese incomprensible anhelo de pureza de quien se sabe en el lado justo de la historia, deseando hacer un poco más para asaltar al futuro. Más allá de que la izquierda haya perdido a un prometedor activista, lo peor de todo esto es la repetida fatalidad que representa que una persona se vaya para siempre cuando todavía tenía mucha tela que cortar, con el saco de ilusiones aún cargado.
La desorientación que a uno le queda ante cosas así es infinita. Lo único que se puede hacer, por lo tanto, es enviar un mensaje de ánimo a los suyos, apretar la u?a contra la carne y seguir adelante.
Versión en castellano. Publicado en Les Noticies el 3 de octubre de 2003
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