COMPLEJO DE INFERIORIDAD
Decía Alfred Adler, psiquiatra, que el complejo de inferioridad se basa en la existencia de una compensación psíquica para las imperfecciones orgánicas o para las frustraciones sufridas en la primera infancia.
Muy mal las debió pasar Aznar de guaje; ya me lo imagino sólo en el patio del colegio refunfu?ando contra los antiespa?oles que no le dejaban jugar de delantero, o pinchando resignadamente los discos en los guateques llenos de chicas de la Cruz Roja (de las de antes), maldiciendo a los indisciplinados y revoltosos que no optaban por el destino de monjes soldados que el Movimiento les reservaba.
Así que Aznar lleva siete a?os desquitándose. Este otrora buen hombre ha sacado de sí mismo sus peores prejuicios, resentimientos, miedos atávicos y dogmas de la fe nacionalcatólica y nos los quiere hacer tragar todos juntos. Y se queda más ancho que un ocho, abusando y apropiándose de banderas e himnos, imponiendo la religión como asignatura evaluable, fomentando el espíritu castrense y el militarismo, volviendo a hacer de Espa?a potencia de segunda fila ocupante de otro país, o repudiando la cultura extranjerizante, en este caso del sur. O sea, otra vez, la calle es mía, la reserva espiritual de Europa, el vigía de Occidente. Todo ello sin complejos, claro.
Aznar necesita una terapia de choque con los herederos de Adler, y si eso no funciona, una tarde con Nel Amaro, descontextualizando la patria, eso seguro que no falla. Porque mejor nos iría si hubiese conservado sus complejos, pecando de humano, y se hubiese conformado con ser el gris inspector del fisco vallisoletano que sigue llevando dentro. Como en el caso de Bush Jr, prefiero hombres alcohólicos o acomplejados que halcones que no conocen ni a su padre cuando pierden el control. Los primeros por lo menos no odian.
Muy mal las debió pasar Aznar de guaje; ya me lo imagino sólo en el patio del colegio refunfu?ando contra los antiespa?oles que no le dejaban jugar de delantero, o pinchando resignadamente los discos en los guateques llenos de chicas de la Cruz Roja (de las de antes), maldiciendo a los indisciplinados y revoltosos que no optaban por el destino de monjes soldados que el Movimiento les reservaba.
Así que Aznar lleva siete a?os desquitándose. Este otrora buen hombre ha sacado de sí mismo sus peores prejuicios, resentimientos, miedos atávicos y dogmas de la fe nacionalcatólica y nos los quiere hacer tragar todos juntos. Y se queda más ancho que un ocho, abusando y apropiándose de banderas e himnos, imponiendo la religión como asignatura evaluable, fomentando el espíritu castrense y el militarismo, volviendo a hacer de Espa?a potencia de segunda fila ocupante de otro país, o repudiando la cultura extranjerizante, en este caso del sur. O sea, otra vez, la calle es mía, la reserva espiritual de Europa, el vigía de Occidente. Todo ello sin complejos, claro.
Aznar necesita una terapia de choque con los herederos de Adler, y si eso no funciona, una tarde con Nel Amaro, descontextualizando la patria, eso seguro que no falla. Porque mejor nos iría si hubiese conservado sus complejos, pecando de humano, y se hubiese conformado con ser el gris inspector del fisco vallisoletano que sigue llevando dentro. Como en el caso de Bush Jr, prefiero hombres alcohólicos o acomplejados que halcones que no conocen ni a su padre cuando pierden el control. Los primeros por lo menos no odian.
Versión en castellano. Publicado en Les Noticies el 4 de julio de 2003
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