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13.3.06

DE SANGÜESA A GUANTÁNAMO

En los a?os más duros de la represión tras la Guerra Civil Espa?ola, numerosos presos republicanos fueron llevados a realizar trabajos forzados, como parte del castigo impuesto por los vencedores, a la llamada Zona Media de Navarra, y, en esta área, a poblaciones como Sangüesa. Antes de la llegada de aquellos apestados perdedores de nuestra negra guerra, los habitantes de la peque?a Sangüesa fueron reiteradamente alertados por las fuerzas vivas de la localidad sobre la peligrosidad de los prisioneros: entre los temibles y odiados rojos ateos se encontraban mineros asturianos, que venían a ser para el nacional-catolicismo la quintaesencia del mal para el orden moralmente justo que se imponía a sangre y fuego en aquellos a?os bárbaros. La población local se encerró en sus casas mientras la cuerda de presos atravesó Sangüesa. Pero la curiosidad humana es, por fortuna infinita; algunos atrevidos pobladores comprobaron con sus ojos como, contrariamente a lo que su imaginario colectivo aseguraba, aquellos presos no tenía cuernos ni rabo diablesco ni desprendían olor a azufre, no eran malvados demonios, sino personas de carne y hueso, más bien de lo segundo. Los más temerarios incluso se acercaron a ellos y algunas mujeres que ofrecieron a los presos un poco de agua se atrevieron a tantear con sus manos la frente y la cabeza de alguno de aquellos desdichados para comprobar, que, contra lo esperado, no había cuernos en su frente.
La ignorancia ha sido desde siempre el mejor caldo de cultivo para estereotipos, juicios simplones, propaganda burda e imposiciones ideológicas. Los habitantes más humildes de Sangüesa, aunque parezca increíble, habían llegado a creer que efectivamente aquellos presos republicanos eran verdaderos demonios que habían tratado de asolar la civilización católica en Espa?a.
Hoy día está sucediendo, en cierto modo –quizá de forma más sutil, aunque no exento también de cierta ridiculez-, lo mismo. Hemos asistido en los medios de comunicación, desde el pasado 11 de septiembre, a toda una campa?a orquestada desde el poder norteamericano para convencer a la humanidad, y en particular a las sociedades occidentales, del necesario uso de la fuerza, en nombre del bien, de la libertad, etc. contra la representación de la maldad en la tierra, encarnada en un indefinido terrorismo internacional. Para ello no se ha dudado en utilizar poderoso armamento militar junto con una ofensiva de mensajes fáciles basados en apelar a sentimientos elementales de la población. Con todo su aparato propagandístico, George W. Bush y su Gobierno se erigen en los defensores de la libertad y la justicia y el resto del mundo asiente; el unilateralismo consentido de la superpotencia alcanza su máxima expresión; y la legalidad internacional y el sistema de las Naciones Unidas –con la propia aquiescencia de sus representantes- quedan relegados al cajón de los cuentos románticos.
Junto a este reforzamiento del poder norteamericano, se encuentran múltiples oportunidades para los sectores más reaccionarios, en todos los países, y en especial en los propios Estados Unidos. « Un crimen horrendo. Sus víctimas principales, como de costumbre, fueron los trabajadores. Un regalo para la derecha dura y patriotera. » dijo Noam Chomsky sobre el 11-S. Y tiene razón, la oportunidad de reactivar la industria militar es idonea, con un aumento exorbitante del gasto militar ; sigo la enumeración : el definitivo impulso a la Guerra de las Galaxias, sue?o dorado de Reagan, es ya un hecho ; ha triunfado la búsqueda de una prioridad nacional que desvíe la atención de las miserias internas (las contradicciones e insostenilbilidad del sistema que evidencian los grupos denominados antiglobalización, el empobrecimiento de un minado sistema democrático en ridículo tras las últimas elecciones presidenciales, el escándalo de la bancarrota de Enron, etc.) ; el recorte drástico de las libertades ciudadanas y los derechos fundamentales se afianza ; la generación de una nueva ola conservadora en todo el planeta se demuestra día a día, etc.
El culmen de todo este proceso se sitúa en Guantánamo. A la base norteamericana en Cuba el ejército de Estados Unidos lleva a lo que denominan "combatientes ilegales" en un desprecio del Derecho Humanitario de la Convención de Ginebra; les priva de toda percepción sensorial y los muestra al mundo como los peones del mal, personificado en dos figuras propias de cómic de Marvel (lexluthorianas, prácticamente) como Bin Laden y el Mulá Omar. La población a la que Bush dice defender ha de ver, en la lógica de la Casa Blanca, en estos presos de Guantánamo a esos mismos demonios infrahumanos de rabo y cuernos que los habitantes de Sangüesa esperaban en aquellos a?os, justificándose que a un ser humano se le prive de derechos elementales. La diferencia es que en los tiempos de los presos rojos de Sangüesa el bienestar social, el conocimiento y la información eran patrimonio de unos pocos, mientras que hoy las sociedades occidentales vivimos, supuestamente, en una era de amplio acceso a esos bienes.
Ya se plantean, con efectos imprevisibles, las nuevas fases de la cruzada de Estados Unidos por la libertad duradera, precisamente contra países no especialmente desarrollados ni estables: Corea del Norte –asolada por hambrunas-, Filipinas –al borde de la desestabilización definitiva-, Somalia –en pleno proceso para re-edificar un Estado y un gobierno-, Irán –menudo regalo ha hecho Bush a los inmovilistas con su anuncio-, e Irak –que sufre un embargo de dimensiones genocidas-. La victoria militar de Estados Unidos en su primera fase de su deja tras de sí un reguero de sangre en Afganistán, mayor que el del espantoso atentado contra el World Trade Center; pero además también lega para la historia el avance a la polarización del mundo entre Norte y Sur; la supeditación de las libertades –cuya garantía es la única razón de ser del Estado y lo único que lo legitima- a una supuesta seguridad; el progreso del militarismo y el patriotismo radicalizado, etc.
El problema es que el Gobierno de los Estados Unidos pretende que pasen por razonables e incluso obvias, -y consigue que mayoritariamente así se entiendan- cuestiones que no podrían ser asumibles bajo ninguna condición. No es legítimo justificar o anunciar agresiones militares a gran escala sobre la base del terrorismo –por muy abyecto que sea-. No es legítimo valorar como opciones de "defensa" la comisión de crímenes por los servicios secretos, la realización de juicios militares sin garantía alguna, el tratamiento como animales a personas humanas –aunque hayan sido partícipes de la locura talibán-, el desprecio a las libertades que se dice defender, etc. No es legítimo tratar de obtener apoyo popular sobre la base del patriotismo excluyente y avasallador, sobre el pánico colectivo –infundido interesadamente muchas veces-, o sobre el histórico y facilón "o conmigo o contra mí". No es legítimo inducir a enga?o y confusión a la población para aprovecharse de ello recurriendo a la desinformación o a la propaganda, cuando no directamente a la mentira.
No es legítimo apuntalar un orden mundial injusto sobre la base de los restos del horror del 11-S.

Publicado en La Nueva Espa?a, febrero de 2002

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Muy bien, Gonza, ahora tienes que poner artículos (post que se dice) nuevos...;-) Por cierto, deberías haberlos puesto en orden temporal, ayudaría mucho a la lectura de aquellos que no los conocían. Yo, por mi parte, me quedo en este repaso con los recuerdos que me traen Indios, y Lo que a todos ata?e (título con el que apareció también un artículo mío al día siguiente por la magia de los duendes de la imprenta).
Felicidades por tu travesía digital, y que sea duradera y provechosa.
David

13:13

 

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