LA LUCHA ESTUDIANTIL DE LA UNAM (MÉXICO)
La Universidad Autónoma de México (UNAM) es una de las instituciones educativas públicas más grandes del mundo, y sin lugar a dudas tiene un destacadísimo papel en el conjunto de América Latina. Hablamos nada más y nada menos que de una Universidad con más de 250.000 estudiantes que ocupan una Ciudad Universitaria de dimensiones verdaderamente enormes, y que juga un papel decisivo en todo el sistema educativo mexicano.
Pero la UNAM viene siendo noticia por otros motivos. Y es que los universitarios mexicanos han tenido que sufrir una serie de medidas propias de la evolución (o involución) neoliberal que campa por sus anchas en todo el mundo y que minan el carácter público de las grandes universidades y reducen o impiden el establecimiento de sistemas democráticos y plurales de gestión. Así que los estudiantes de la UNAM, a principios del a?o 1999 encendieron la chispa de lo que ha sido el movimiento estudiantil más reivindicativo y sólido de todo el mundo iberoamericano. El 20 de abril de ese a?o se inició una huelga que ha mantenido a todo el continente en vilo, que ha despertado grandes muestras de solidaridad por parte de estudiantes y movimientos sociales de los países latinos y que ha puesto contra las cuerdas a los intentos de erosionar el principio básico que debe situar la Universidad pública como la de todos y para todos.
?Y qué pedían los jóvenes mexicanos? Curiosamente, y aunque imbricaban todas sus propuestas en un contexto global, principalmente se trataba de cuestiones muy apegadas a la vida universitaria, pero de gran calado: garantía de la gratuidad de la educación, freno a los intentos de introducción de mecanismos privatizadores de la Universidad, democratización de la institución, participación real de los estudiantes en la toma de decisiones, etc. Pero, como se indicó, no olvidaban el carácter social de sus reivindaciones, que provocó un establecimiento de relaciones estrechas con movimientos internacionales y latinoamericanos de izquierda. Destaca por ejemplo su implicación en la lucha contra los efectos negativos de la globalización, paralela y en colaboración a las grandes movilizaciones de Seattle, Washington y Davos.
Los universitarios mexicanos, al mismo tiempo, establecieron un complejo sistema de organización interna y autogestión que les ha permitido resistir en su lucha durante nada más y nada menos que diez meses, con ocupación del Campus Universitario incluida. La generalización de un movimiento asambleario se combinó con el establecimiento de un Consejo General de Huelga (CGH) que se configuró como rotativo, público, abierto y que aplicaba mecanismos de horizontalidad y decisión consensuada.
El respaldo casi unánime del estudiantado de la UNAM fortaleció a un CGH que ha mantenido firmes posturas en sus negociaciones con las autoridades universitarias para dar salida al conflicto. Pero finalmente ha sido el uso de la fuerza el que ha acabado con la larga huelga de la UNAM. En febrero del presente a?o, y con un durísimo empleo de mecanismos represores, la policía federal frustró toda esperanza de acuerdo poniendo fin a la huelga y deteniendo a centenares de estudiantes. Posteriormente, el traslado de estos a centros de detención vino seguido de las demandas de las autoridades contra los líderes de la revuelta. Muchos de ellos han estado entre 20 y 30 días detenidos, y en la actualidad aún permanecen 8 estudiantes encarcelados, sobre cuya situación organizaciones de prestigio como la propia Amnistía Internacional se han interesado.
El CGH, sin embargo, prosigue su lucha. A pesar del enorme revés que la actuación represiva de las autoridades ha supuesto, han continuado sus llamamientos a la comunidad universitaria y a la sociedad latinoamericana en general, centrando ahora, con gran énfasis, su exigencia de libertad y justicia para sus compa?eros presos, y para los más de 200 estudiantes que, en libertad bajo fianza, se enfrentan a una interesada e inusitada acusación de despojo.
Sin lugar a dudas, el movimiento insurgente estudiantil de la UNAM se ha convertido, a pesar de sus múltiples problemas, en un referente de resistencia y pasión revolucionaria. La exigencia de justicia social, y el reflejo de ésta en el mundo educativo, es una necesidad vital en México y en todo el mundo. Y es que, en México y en todas partes, la educación es un instrumento de transformación social, y, cómo tal, debe estar al alcance de todos, y sus beneficios deben ir dirigidos a toda la sociedad.
Pero la UNAM viene siendo noticia por otros motivos. Y es que los universitarios mexicanos han tenido que sufrir una serie de medidas propias de la evolución (o involución) neoliberal que campa por sus anchas en todo el mundo y que minan el carácter público de las grandes universidades y reducen o impiden el establecimiento de sistemas democráticos y plurales de gestión. Así que los estudiantes de la UNAM, a principios del a?o 1999 encendieron la chispa de lo que ha sido el movimiento estudiantil más reivindicativo y sólido de todo el mundo iberoamericano. El 20 de abril de ese a?o se inició una huelga que ha mantenido a todo el continente en vilo, que ha despertado grandes muestras de solidaridad por parte de estudiantes y movimientos sociales de los países latinos y que ha puesto contra las cuerdas a los intentos de erosionar el principio básico que debe situar la Universidad pública como la de todos y para todos.
?Y qué pedían los jóvenes mexicanos? Curiosamente, y aunque imbricaban todas sus propuestas en un contexto global, principalmente se trataba de cuestiones muy apegadas a la vida universitaria, pero de gran calado: garantía de la gratuidad de la educación, freno a los intentos de introducción de mecanismos privatizadores de la Universidad, democratización de la institución, participación real de los estudiantes en la toma de decisiones, etc. Pero, como se indicó, no olvidaban el carácter social de sus reivindaciones, que provocó un establecimiento de relaciones estrechas con movimientos internacionales y latinoamericanos de izquierda. Destaca por ejemplo su implicación en la lucha contra los efectos negativos de la globalización, paralela y en colaboración a las grandes movilizaciones de Seattle, Washington y Davos.
Los universitarios mexicanos, al mismo tiempo, establecieron un complejo sistema de organización interna y autogestión que les ha permitido resistir en su lucha durante nada más y nada menos que diez meses, con ocupación del Campus Universitario incluida. La generalización de un movimiento asambleario se combinó con el establecimiento de un Consejo General de Huelga (CGH) que se configuró como rotativo, público, abierto y que aplicaba mecanismos de horizontalidad y decisión consensuada.
El respaldo casi unánime del estudiantado de la UNAM fortaleció a un CGH que ha mantenido firmes posturas en sus negociaciones con las autoridades universitarias para dar salida al conflicto. Pero finalmente ha sido el uso de la fuerza el que ha acabado con la larga huelga de la UNAM. En febrero del presente a?o, y con un durísimo empleo de mecanismos represores, la policía federal frustró toda esperanza de acuerdo poniendo fin a la huelga y deteniendo a centenares de estudiantes. Posteriormente, el traslado de estos a centros de detención vino seguido de las demandas de las autoridades contra los líderes de la revuelta. Muchos de ellos han estado entre 20 y 30 días detenidos, y en la actualidad aún permanecen 8 estudiantes encarcelados, sobre cuya situación organizaciones de prestigio como la propia Amnistía Internacional se han interesado.
El CGH, sin embargo, prosigue su lucha. A pesar del enorme revés que la actuación represiva de las autoridades ha supuesto, han continuado sus llamamientos a la comunidad universitaria y a la sociedad latinoamericana en general, centrando ahora, con gran énfasis, su exigencia de libertad y justicia para sus compa?eros presos, y para los más de 200 estudiantes que, en libertad bajo fianza, se enfrentan a una interesada e inusitada acusación de despojo.
Sin lugar a dudas, el movimiento insurgente estudiantil de la UNAM se ha convertido, a pesar de sus múltiples problemas, en un referente de resistencia y pasión revolucionaria. La exigencia de justicia social, y el reflejo de ésta en el mundo educativo, es una necesidad vital en México y en todo el mundo. Y es que, en México y en todas partes, la educación es un instrumento de transformación social, y, cómo tal, debe estar al alcance de todos, y sus beneficios deben ir dirigidos a toda la sociedad.
Publicado en el Informativo Universitario Aulas, junio de 2000.
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