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13.3.06

APOLÍTICOS, APÁTICOS Y ASEXUALES

Dicen que los que se autodenominan apolíticos tienen otros instrumentos para defender su posición que no pasan por la acción colectiva, pública, en general la actividad política, vamos. Bajo la impostura del apoliticismo se suele esconder un interés en que las cosas se mantengan como están: es mejor no tocar determinados resortes con el enredo de la política, y que siga la tradición, o sea la perenne injusticia.
Otros se dicen apolíticos cuando quieren decir apartidistas o alejados de las maquinarias instituidas para canalizar la participación política. Es algo hasta comprensible, aunque a veces se pintan como seres inmaculados hasta la exasperación, y como decía Benedetti del poeta Roque Daltón: "le tenías ojeriza a la pureza, porque sabes cuán impuros somos".
Algunos más se califican como apolíticos cuando deberían decir apáticos. Apolítico no es nadie, salvo aquellos que alcanzan su sublimación encerrados a solas con Dios o como quieran llamarlo, al estilo del personaje que Bu?uel retrataba en Simón el Estilita (y ni siquiera este). Pero esta gente no existe o los cuentas con una mano.
A todos nos afecta lo que se decide en la "polis", que hoy viene a ser la aldea global. Otra cosa es que a algunos les importe un rábano tomar parte en el proceso de formación de la decisión colectiva, de ahí lo de apáticos, es decir, impasibles. Lo que no les dijeron es que entonces deciden por ellos, y por lo general contra ellos. Aún así todavía encontramos por el mundo ejemplares de apáticos contumaces que poseen el oscuro prurito de negar su propia naturaleza de ser social o político. En el fondo su conducta es prima hermana de la aspiración a la asexualidad, y ya conocemos los funestos transtornos que en ambos casos produce ir contra la propia esencia.
Versión en castellano. Publicado en Les Noticies el 12 de septiembre de 2003.