PENSIONES DE MIERDA
Mátese usted a trabajar, hasta los 65, los 67,
los 70 años; más si puede. Afánese usted en cotizar, 25 años, 35 años, 38 años
y medio. Acepte que de su salario bruto se detraiga una cantidad todos los
meses para las cotizaciones sociales. Asuma que su empleador establezca su sueldo
considerando, lógicamente, todos los costes que comporta su puesto de trabajo,
cuota patronal incluida. Alcance el final de su vida laboral, probablemente
extenuado y un poco harto, habiendo cumplido con su deber de contribuir.
Llegada la hora de determinar la prestación de jubilación que recibirá, cuando
le toque el turno y haya desplegado todos sus efectos la Ley reguladora del Factor de Sostenibilidad y del Índice de Revalorización del Sistema de Pensiones de la Seguridad Social, que así se llama el instrumento, comprobará que su pensión será,
probablemente, poco más que de subsistencia. Que si no tiene un plan de
pensiones privado decentemente dotado, ahorros suficientes o patrimonio del que
obtener una rentabilidad con su explotación, lo va a pasar regular, como poco.
Que, si su sueldo ha estado gran parte de su vida laboral de la media hacia
abajo no se podrá permitir ninguna licencia, le esperará la pobreza térmica en
los inviernos y las vacaciones en el parque los veranos. Y de echar un cable a
las personas de su entorno a las que les vaya peor –como generosamente hacen
tantos pensionistas hoy día- mejor olvidarse.
No
es ninguna caricatura sino el efecto que traerá la planificación del sistema
público de pensiones que el Gobierno de España y el partido que lo sustenta van
camino de poner en marcha por la vía rápida, sin diálogo social y sin más respaldo que el suyo, pero con escasa conciencia entre la ciudadanía sobre lo
que representa; y, lo peor, con tenue contestación ciudadana. El 1 de enero de
2014 la revalorización de las pensiones, desvinculada del Índice de Precios al
Consumo (IPC), considerando la menguada afiliación a la Seguridad Social y la
situación económica, comenzará, por lo común y en la mayoría de los ejercicios,
a divergir del coste de la vida, en especial mientras no se recuperen niveles
de empleo y cotizantes aceptables (porque que los salarios se recuperen ni
siquiera se desea). Los periodos de bonanza apenas corregirán la tendencia porque,
por mandato legal, las pensiones nunca se incrementarán un 0,25% más que el
IPC. Además, con esta política económica continuamos perdiendo masa laboral y
sustento del sistema a chorros, movimientos migratorios incluidos, porque se ha
minusvalorado el trabajo de una forma atroz: o no merece la pena buscarlo, o
mejor encontrarlo fuera si se tienen expectativas.
Si esto fuera poco
(y como van las cosas que nadie descarte otra revisión del sistema en unos
años), a partir de 2019 entrará en juego Factor de Sostenibilidad, para
vincular el importe de las pensiones a la esperanza de vida de los
pensionistas. El éxito colectivo que representa que la gente viva más jugará en
contra de que la mayoría viva mejor, toda una paradoja que, no obstante, las
políticas del PP van camino de solucionar a la brava: en España en 2012
descendió por primera vez en lustros la esperanza de vida (de 79,16 a 79,01
años en los hombres; y de 84,97 a 84,72 años en las mujeres).
Mátese
a pagar tributos toda su vida. Asuma que las rentas del trabajo y los impuestos
indirectos, que pagan el común de los mortales, sostengan la recaudación
tributaria en España. Acepte que eso no se traduzca en servicios públicos de
calidad sino menguantes y, más temprano que tarde, subsidiarios de su provisión
por el sector privado (sanidad y educación incluidas, según van las cosas).
Consienta que las pensiones de jubilación no se vayan a financiar jamás
parcialmente por vía tributaria y que, ante cualquier queja se blanda la
insostenibilidad fatal del sistema.
Reconozca
que todos los menores de 45 años ya nos hemos hecho a la idea, previsores pero
conformistas, de que cualquier prestación del Estado del Bienestar, pensiones
incluidas, será un espejismo o un modesto complemento a lo que hayamos conseguido
por nuestra cuenta. Contemple que la aspiración de una realidad socioeconómica
mejor organizada, con los avances de la tecnología y el conocimiento, con el
trabajo repartido, estimulante, digno y razonablemente pagado, es una
ensoñación al estilo de los falansterios o de New Harmony.
Y,
finalmente, regodéese con las declaraciones de la Ministra de Empleo y
Seguridad Social, que a buen seguro no tendrá ninguno de estos problemas que a
usted y a mí nos inquietan, afirmando que el sistema será ahora “más justo y
solidario” y que su contrarreforma se trata de “una conquista social”. Es para
darle las gracias.
Publicado en Asturias 24, martes 12 de noviembre de 2013.
Etiquetas: estado social, Gobierno de España, pensiones, política, PP, protección social
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