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15.4.06

FLORES EN EL DESIERTO

“Un pueblo heroico resiste en el desierto porque tiene razón y no se rinde: es el pueblo saharaui”. Maruja Torres.

Se cumplen veinticinco a?os de ocupación, y otros tantos de exilio, nostalgia y resistencia. Sobre todo de resistencia, orgullo y voluntad de lucha. El pueblo saharaui, veinticinco a?os después de la Marcha Verde y los Acuerdos Tripartitos de Madrid, continúa su larga espera por la libertad.
La realidad es dura para los saharauis. Los intereses políticos, económicos y estratégicos han olvidado que en torno a 150.000 personas aguardan la devolución de lo que es suyo en los campos de refugiados de Tindouf, en Argelia, cerca de la frontera del Sahara. La timorata actuación de la ONU y la posibilista actitud de la Unión Europea, más interesada en “mantener a raya” al vecino reino marroquí mientras negocia con la riqueza pesquera del banco saharaui, y en definitiva, las reglas despiadadas de negociación política internacional mantienen paralizado el referéndum que, a buen seguro, otorgará al Sahara su independencia.
Mientras tanto, la sociedad saharaui sigue creciendo, venciendo las abrumadoras dificultades del inhóspito desierto argelino. Parece increíble que, aún a pesar de todo, el pueblo saharaui se haya podido organizar en un sistema social basado en un alto nivel de igualdad, en el acceso a la educación básica y en la solidaridad mutua. En los campos de Tindouf asistimos a un proceso histórico y un experimento político, social y cultural inaudito. En las condiciones más extremas, la sociedad saharaui es un referente de dignidad y resistencia, y guarda un potencial inmenso en conocimientos organizativos, democráticos, técnicos, etc. que aportar para el desarrollo integral de África. Porque el pueblo saharaui quiere y desea la paz tanto como la independencia, y es un pueblo constructor, vivo y dinámico, con una orientación panafricana clara y una voluntad de reconciliación y colaboración con todos, incluyendo el pueblo marroquí, sojuzgado y condenado en un alto porcentaje al analfabetismo, la represión y la pobreza bajo la dinastía dominante en un país que goza de unas oportunidades de desarrollo evidentes. Lo que es inaceptable es que, por las ansias expansionistas de un irracional pseudoabsolutismo monárquico en Marruecos, impuesto por el todopoderoso Hassan II y prorrogado sin casi fisuras por su hijo Mohammed VI, bajo la complicidad europea, el pueblo saharaui continúe sufriendo el destierro y tenga que batallar por su supervivencia.
Ahora, tanto o más que antes, se hace necesario para asegurar u referéndum rápido, justo e imparcial, reforzar la presión internacional, empezando por nuestro propio Gobierno, maestro en la técnica huidiza. Ahora, sobre todo ahora, es imprescindible continuar apoyando la causa saharaui, que es en definitiva la causa de la libertad.
Noviembre de 2000.