COMBATIR EL APARTHEID HOMÓFOBO
Una de las
claves de la superación del apartheid en Sudáfrica residió en una sostenida
presión internacional a la que finalmente, en el contexto de los estertores de
la Guerra Fría, acabaron por sumarse los principales aliados estratégicos del
régimen racista. El balance interno de fuerzas en todo este periodo, con la
maquinaria represiva en funcionamiento y la aparente hegemonía de la minoría
blanca favorable al sistema, no era suficiente para el mantenimiento de la aberración
segregacionista, a causa de los perjuicios ocasionados por el creciente
aislamiento, las sanciones económicas, la exclusión de las organizaciones
internacionales (de las Naciones Unidas, la entonces Organización para laUnidad Africana o la Commonwealth). La sólida conciencia en la comunidad
internacional sobre el carácter inadmisible e irreformable del apartheid y la
afrenta que para la dignidad humana suponía su pervivencia, favoreció las
condiciones necesarias para la continuidad de los movimientos de resistencia en
los tiempos más difíciles y para que finalmente el sistema se viese abocado a
promover su propia extinción, vista su inviabilidad.
A
día de hoy, otra discriminación, genuinamente atávica, con manifestaciones cada
vez más violentas, se abre paso en un buen número de países, con medidas que
retrotraen a siglos pasados, a la barbarie y a una crueldad insospechada. Se
trata de las continuas reformas legales en virtud de las cuales diferentes
Estados están incorporando, con una virulencia inusitada, castigos de toda
índole (multas, internamiento para la “reeducación”, humillaciones públicas,
prisión o incluso la pena de muerte) frente a la homosexualidad, considerada
directamente como delictiva. En un grado inferior, pero en franca escalada en
la discriminación directa, se sitúan otros Estados que orquestan una
persecución abierta frente a cualquier activismo favorable a la visibilidad y
la reclamación de derechos civiles para las personas del colectivo LGBT
(lesbianas, gais, bisexuales y transexuales), a despecho de las libertades
básicas de asociación, reunión y manifestación, alentando con su mensaje la
marginación social y las agresiones e insultos de grupos homófobos. Según nos
recuerda Amnistía Internacional con motivo del Día Internacional contra la
Homofobia y la Transfobia (el 17 de mayo), en total más de 70 países
consideran fuera de la ley y susceptible de represión la homosexualidad y
siguen siendo minoría los que impulsan legislaciones consideradas con la
diversidad de orientación sexual. Pero el problema es que, a los progresos hacia
la igualdad en algunas legislaciones nacionales (más recientemente Dinamarca,
Francia, Reino Unido, Argentina, Uruguay o Brasil), se contrapone un terrible
recrudecimiento de la persecución en otros países (Nigeria, Uganda o Brunei) o
retrocesos muy significativos (Rusia o India).
Las
declaraciones de los líderes políticos que impulsan esta inconcebible regresión
son prueba de la mezcla de fundamentalismo, ignorancia y odio que sustenta su
programa en la materia. Yoweri Museveni, Presidente de Uganda (país en el que
recientemente se ha aprobado castigar la homosexualidad con penas que llegan
hasta a la cadena perpetua) afirmó que “los homosexuales son desagradables, ¿qué
clase de gente son? Son heterosexuales y se convierten por dinero. Son
mercenarios y prostitutas”. Yahya Jammeh, Presidente de Gambia (país en el
que se castiga la homosexualidad con penas de hasta 14 años de cárcel), afirmó
que los homosexuales son “alimañas” y
que su gobierno se disponía a “afrontar
el problema de la misma manera que lucha contra los mosquitos que causan la
malaria”. Para Robert Mugabe, Presidente de Zimbabue (donde la
homosexualidad es perseguida con multas y castigos), “los homosexuales merecen ser castrados. Es una abominación”,
añadiendo que “si fuera por mí, me
aseguraría de que van derechos al infierno y se pudren. Son peores que cerdos,
cabras y aves”. Vladimir Putin Presidente de Rusia (país que hostiga a las
asociaciones LGBT bajo una ley que persigue lo que denomina la “propaganda
homosexual”) afirmó al calor de la polémica por el boicot a los juegos de Sochi
que “Rusia necesita limpiarse de
homosexualidad si quiere aumentar su tasa de natalidad”. Son una muestra
reciente de las muchas declaraciones que jalonan la carrera homófoba que
algunos mandatarios han iniciado; precisamente aquéllos a los que suele
acompañar a su aversión al colectivo LGBT, en otros órdenes, un proceder
agresivo en su política externa y restrictivo de la libertad individual y
colectiva en la vertiente interna.
El
retroceso que en el respeto a la orientación sexual se advierte en muchos
países no debe ser indiferente a la comunidad internacional, que no puede
considerar una cuestión secundaria que el colectivo LGBT sea víctima de una
espiral integrista, que le condena al repudio, la ocultación, la cárcel o
incluso la muerte. Al igual que con el apartheid, de cuya derrota la humanidad
se enorgullece, la política excluyente y discriminatoria hacia el colectivo
LGBT debe ser motivo para el aislamiento diplomático y la aplicación de las
medidas de presión (incluyendo las sanciones) para, frente a la involución que
protagonizan algunos países, oponer y hacer triunfar un ideal de progreso
común, respetuoso con todas las personas.
Publicado en Asturias24, 13 de mayo de 2014.
Etiquetas: apartheid, comunidad internacional, derechos humanos, derechos LGBT, dictaduras, homofobia
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