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1.6.14

COMBATIR EL APARTHEID HOMÓFOBO

Una de las claves de la superación del apartheid en Sudáfrica residió en una sostenida presión internacional a la que finalmente, en el contexto de los estertores de la Guerra Fría, acabaron por sumarse los principales aliados estratégicos del régimen racista. El balance interno de fuerzas en todo este periodo, con la maquinaria represiva en funcionamiento y la aparente hegemonía de la minoría blanca favorable al sistema, no era suficiente para el mantenimiento de la aberración segregacionista, a causa de los perjuicios ocasionados por el creciente aislamiento, las sanciones económicas, la exclusión de las organizaciones internacionales (de las Naciones Unidas, la entonces Organización para laUnidad Africana o la Commonwealth). La sólida conciencia en la comunidad internacional sobre el carácter inadmisible e irreformable del apartheid y la afrenta que para la dignidad humana suponía su pervivencia, favoreció las condiciones necesarias para la continuidad de los movimientos de resistencia en los tiempos más difíciles y para que finalmente el sistema se viese abocado a promover su propia extinción, vista su inviabilidad.

            A día de hoy, otra discriminación, genuinamente atávica, con manifestaciones cada vez más violentas, se abre paso en un buen número de países, con medidas que retrotraen a siglos pasados, a la barbarie y a una crueldad insospechada. Se trata de las continuas reformas legales en virtud de las cuales diferentes Estados están incorporando, con una virulencia inusitada, castigos de toda índole (multas, internamiento para la “reeducación”, humillaciones públicas, prisión o incluso la pena de muerte) frente a la homosexualidad, considerada directamente como delictiva. En un grado inferior, pero en franca escalada en la discriminación directa, se sitúan otros Estados que orquestan una persecución abierta frente a cualquier activismo favorable a la visibilidad y la reclamación de derechos civiles para las personas del colectivo LGBT (lesbianas, gais, bisexuales y transexuales), a despecho de las libertades básicas de asociación, reunión y manifestación, alentando con su mensaje la marginación social y las agresiones e insultos de grupos homófobos. Según nos recuerda Amnistía Internacional con motivo del Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia (el 17 de mayo), en total más de 70 países consideran fuera de la ley y susceptible de represión la homosexualidad y siguen siendo minoría los que impulsan legislaciones consideradas con la diversidad de orientación sexual. Pero el problema es que, a los progresos hacia la igualdad en algunas legislaciones nacionales (más recientemente Dinamarca, Francia, Reino Unido, Argentina, Uruguay o Brasil), se contrapone un terrible recrudecimiento de la persecución en otros países (Nigeria, Uganda o Brunei) o retrocesos muy significativos (Rusia o India).

Las declaraciones de los líderes políticos que impulsan esta inconcebible regresión son prueba de la mezcla de fundamentalismo, ignorancia y odio que sustenta su programa en la materia. Yoweri Museveni, Presidente de Uganda (país en el que recientemente se ha aprobado castigar la homosexualidad con penas que llegan hasta a la cadena perpetua)  afirmó que “los homosexuales son desagradables, ¿qué clase de gente son? Son heterosexuales y se convierten por dinero. Son mercenarios y prostitutas”. Yahya Jammeh, Presidente de Gambia (país en el que se castiga la homosexualidad con penas de hasta 14 años de cárcel), afirmó que los homosexuales son “alimañas” y que su gobierno se disponía a “afrontar el problema de la misma manera que lucha contra los mosquitos que causan la malaria”. Para Robert Mugabe, Presidente de Zimbabue (donde la homosexualidad es perseguida con multas y castigos), “los homosexuales merecen ser castrados. Es una abominación”, añadiendo que “si fuera por mí, me aseguraría de que van derechos al infierno y se pudren. Son peores que cerdos, cabras y aves”. Vladimir Putin Presidente de Rusia (país que hostiga a las asociaciones LGBT bajo una ley que persigue lo que denomina la “propaganda homosexual”) afirmó al calor de la polémica por el boicot a los juegos de Sochi que “Rusia necesita limpiarse de homosexualidad si quiere aumentar su tasa de natalidad”. Son una muestra reciente de las muchas declaraciones que jalonan la carrera homófoba que algunos mandatarios han iniciado; precisamente aquéllos a los que suele acompañar a su aversión al colectivo LGBT, en otros órdenes, un proceder agresivo en su política externa y restrictivo de la libertad individual y colectiva en la vertiente interna.

            El retroceso que en el respeto a la orientación sexual se advierte en muchos países no debe ser indiferente a la comunidad internacional, que no puede considerar una cuestión secundaria que el colectivo LGBT sea víctima de una espiral integrista, que le condena al repudio, la ocultación, la cárcel o incluso la muerte. Al igual que con el apartheid, de cuya derrota la humanidad se enorgullece, la política excluyente y discriminatoria hacia el colectivo LGBT debe ser motivo para el aislamiento diplomático y la aplicación de las medidas de presión (incluyendo las sanciones) para, frente a la involución que protagonizan algunos países, oponer y hacer triunfar un ideal de progreso común, respetuoso con todas las personas.

Publicado en Asturias24, 13 de mayo de 2014.

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