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12.1.09

¿EXÓTICO?


Para la mayor parte del mundo, la elección de Barack Obama como presidente de Estados Unidos es un soplo de aire fresco y una esperanza de un nuevo liderazgo democrático global en tiempos especialmente turbulentos. Para José María Aznar, sin embargo, la victoria de Obama es, principalmente, un “exotismo histórico”. Lo exótico, para él, es que un mulato, hijo de padre negro y keniata, y madre blanca y norteamericana, alcance la máxima responsabilidad del país más poderoso del planeta (aunque algo venido a menos, por cierto).
Posiblemente Aznar no pretendía revestir voluntariamente su calificativo del contenido racista que le atribuyen, pero lo cierto es que las palabras son afiladas y casi nunca inocuas, máxime cuando surgen con escaso pulimento, y fue nuestro ex presidente del Gobierno a escoger una con particular carga ideológica y cultural. Quien tilda el acontecimiento de “exótico”, primero se ha situado –quien sabe con que suficiencia moral e intelectual- en una suerte de atalaya desde la que supuestamente es capaz de contemplar los acontecimientos con superior perspectiva. Allí encaramado y con su preclaro juicio, no puede evitar deslizar un cierto desprecio, con su correlativa mueca, por el entusiasmo que ha despertado de Norte a Sur –y allí sobre todo- la elección de Obama. Para Aznar, los que se han emocionado sinceramente por el tremendo simbolismo y el espíritu de cambio global e igualitarismo que viene de la mano del triunfo electoral de Obama, no dejan de ser incautos o desinformados, cuando no “progres trasnochados”, como a él le gusta decir. Sienta cátedra Aznar desde su posición, pretendidamente cercana a la sabiduría del experto, que no es reconocida por el gran público debido a la usual conjura de necios que desean acallar al genio.
Lo de Obama, en el fondo del pensamiento aznaril, viene a ser un acontecimiento fuera de la escala y el orden habitual, un accidente político motivado por la ingratitud e incomprensión del pueblo norteamericano hacia los grandes líderes del Partido Republicano (su admirada y brillantísima Sarah Palin entre ellos), y que por lo tanto será una excepción seguramente efímera (ya pronostica que traerá un “desastre económico”, obviando la herencia que en este ámbito recibe), un suceso extraño que más temprano que tarde será superado y depurado por la lógica del sistema. A nuestro viejo conocido Aznar, una vez más, su admiración por el denostado George W. Bush (que le convierte en rara avis porque una inmensa mayoría –también en EEUU- deplora su gestión), le lleva a quedar en evidencia en medio del escenario en el que se ha colocado deliberadamente: de los pies sobre la mesa a la foto de las Azores, pasando por el acento tejano, y, como colofón, el sostenimiento en solitario y contra toda evidencia del pensamiento neocon, que ya se cae por sí mismo, entre subprimes, Madoffs, armas de destrucción masiva que no aparecen y convulsiones globales cada vez más violentas.
Pero ojo que el término “exotismo” empleado por Aznar tiene también otro componente algo más inquietante, por el inconfundible olor a podrido que desprende. Para la visión estrictamente clavada en la perspectiva local y netamente cerril ante la pluralidad del mundo, son otras las realidades exóticas, nunca la propia. Y aunque lo exótico puede, en cuanto tal, tener cierto atractivo, no deja de ser algo ajeno y por lo tanto, desde los cánones que maneja el provinciano, sospechoso. La utilización del término “exótico”, en el pensamiento de la derecha, se emplea como eufemismo para describir la extrañeza que suscita aquello de lo que se habla: el otro, su idioma, su piel o sus raíces culturales. En la tradición más castiza de la que bebe Aznar –pueblerina y con su pizca de brutalidad-, lo que no es similar, o asusta o, en el mejor de los casos, se puede observar y juzgar con la ignorante soberbia de quien lo califica sencillamente de “exótico”, como queriendo ahorrarse términos más agrios que le pasan por la mente. El punto de partida del que nacen estas palabras de Aznar es, por lo tanto, profundamente cavernario, e imposible de disfrazar bajo todas las capas de maquillaje publicitario. Aznar, a la postre, no es capaz de esconder el tipo de aspirante a caudillo que representa: puramente reaccionario.

Publicado en Oviedo Diario, 10 de enero de 2009.