UN RECUERDO PARA JULIA CONESA
El 5 de agosto de 1939, poco después de la finalización de la Guerra Civil, 56 personas fueron fusiladas junto a la tapia del cementerio de la Almudena, en Madrid. La mayoría eran militantes o simpatizantes de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). Entre éllas se encontraban las denominadas Trece Rosas, nombre que se dio al grupo de mujeres jóvenes de las JSU madrileñas ajusticiadas bajo la acusación de “adhesión a la rebelión” (todo un sarcasmo viniendo el régimen surgido del llamado alzamiento nacional), condenadas a muerte en un Consejo de Guerra mediante un procedimiento sumarísimo, que viene a recordarnos aquella tragicómica máxima de Groucho Marx de que la justicia militar es a la justicia lo que la música militar a la música.
Una de las Trece Rosas se llamaba Julia Conesa y era ovetense. Tenía 19 años cuando fue ejecutada, no alcanzado la mayoría de edad que entonces estaba fijada en 21 años, lo que no impidió su fusilamiento. Era modista y responsable de la Secretaría de Deportes del Sector Oeste de las JSU de Madrid. Su significación política era claramente menor, si bien en aquel momento las JSU habían cobrado una especial relevancia como organización llamada a mantener la llama de la resistencia republicana en el interior mientras se dilucidaba el destino de Europa en los prolegómenos de la II Guerra Mundial, motivo por el cuál esta organización fue víctima de una feroz represión, sin contemplaciones ni piedad pese a la edad de sus integrantes.
Julia Conesa, en las horas previas a su fusilamiento, pese a lo terrible del momento, y con una madurez impropia de su juventud, pidió a su familia en su carta de despedida “que mi nombre no se borre de la historia” consciente de la necesidad de combatir aquello que perseguían sus ejecutores: el olvido, la desaparición completa de los enemigos del régimen y de las ideas de progreso que habían alentado a la II República. Sin embargo, durante años, el nombre de Julia Conesa fue desconocido para muchos, en un tiempo propicio al odio y al temor. Sólo en los últimos años, con el deseo de rescatar el dolor de las víctimas de la represión franquista, ha podido cumplirse aquel mandato, gracias a escritores, historiadores, cineastas, activistas y, también hay que decirlo, a los responsables políticos que han impulsado la institucionalización del proceso de recuperación de la memoria histórica reflejado en la Ley 52/2007, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la dictadura.
La parte menos conocida, en lo que atañe a nuestro pequeño universo local, valga la contradicción, es que una de las Trece Rosas fuese ovetense. Alguien se encargó durante décadas de esculpir en piedra una sesgada y uniforme visión del Oviedo de la II República, la Guerra Civil y la dictadura, ocultando deliberadamente que esta ciudad tuvo mucho que ver con figuras de aquellos tiempos como Indalecio Prieto, Teodomiro Menéndez o José Miaja, no precisamente gratas al franquismo. Otros nombre menos conocidos, pero cuyas vidas y, en particular, sus trágicas muertes, nos recuerdan que muchos otros ovetenses se enfrentaron a la dictadura y perecieron por éllo, tienen un valor sentimental e histórico no menos relevante. Entre estos nombres está el de Julia Conesa, pero también el de los 1.316 asturianos, muchos de éllos ovetenses, asesinados por la represión franquista y enterrados en la Fosa Común de Oviedo, en el cementerio del Salvador.
Ahora que la ciudad se sacude de una vez por todas del callejero y los símbolos comunes la ignominiosa glorificación del golpe militar; ahora que existe además un compromiso del Alcalde (que debe cumplirse cuanto antes) para instalar el monolito conmemorativo que reivindica la Asociación de Familiares y Amigos de la Fosa Común de Oviedo; es ahora también cuando corresponde que Oviedo rinda homenaje a Julia Conesa, que a los 19 años, sin desearlo, sin haber cometido más crimen que ser una joven idealista afiliada a las JSU, fue víctima del horror de la tiranía.
Una de las Trece Rosas se llamaba Julia Conesa y era ovetense. Tenía 19 años cuando fue ejecutada, no alcanzado la mayoría de edad que entonces estaba fijada en 21 años, lo que no impidió su fusilamiento. Era modista y responsable de la Secretaría de Deportes del Sector Oeste de las JSU de Madrid. Su significación política era claramente menor, si bien en aquel momento las JSU habían cobrado una especial relevancia como organización llamada a mantener la llama de la resistencia republicana en el interior mientras se dilucidaba el destino de Europa en los prolegómenos de la II Guerra Mundial, motivo por el cuál esta organización fue víctima de una feroz represión, sin contemplaciones ni piedad pese a la edad de sus integrantes.
Julia Conesa, en las horas previas a su fusilamiento, pese a lo terrible del momento, y con una madurez impropia de su juventud, pidió a su familia en su carta de despedida “que mi nombre no se borre de la historia” consciente de la necesidad de combatir aquello que perseguían sus ejecutores: el olvido, la desaparición completa de los enemigos del régimen y de las ideas de progreso que habían alentado a la II República. Sin embargo, durante años, el nombre de Julia Conesa fue desconocido para muchos, en un tiempo propicio al odio y al temor. Sólo en los últimos años, con el deseo de rescatar el dolor de las víctimas de la represión franquista, ha podido cumplirse aquel mandato, gracias a escritores, historiadores, cineastas, activistas y, también hay que decirlo, a los responsables políticos que han impulsado la institucionalización del proceso de recuperación de la memoria histórica reflejado en la Ley 52/2007, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la dictadura.
La parte menos conocida, en lo que atañe a nuestro pequeño universo local, valga la contradicción, es que una de las Trece Rosas fuese ovetense. Alguien se encargó durante décadas de esculpir en piedra una sesgada y uniforme visión del Oviedo de la II República, la Guerra Civil y la dictadura, ocultando deliberadamente que esta ciudad tuvo mucho que ver con figuras de aquellos tiempos como Indalecio Prieto, Teodomiro Menéndez o José Miaja, no precisamente gratas al franquismo. Otros nombre menos conocidos, pero cuyas vidas y, en particular, sus trágicas muertes, nos recuerdan que muchos otros ovetenses se enfrentaron a la dictadura y perecieron por éllo, tienen un valor sentimental e histórico no menos relevante. Entre estos nombres está el de Julia Conesa, pero también el de los 1.316 asturianos, muchos de éllos ovetenses, asesinados por la represión franquista y enterrados en la Fosa Común de Oviedo, en el cementerio del Salvador.
Ahora que la ciudad se sacude de una vez por todas del callejero y los símbolos comunes la ignominiosa glorificación del golpe militar; ahora que existe además un compromiso del Alcalde (que debe cumplirse cuanto antes) para instalar el monolito conmemorativo que reivindica la Asociación de Familiares y Amigos de la Fosa Común de Oviedo; es ahora también cuando corresponde que Oviedo rinda homenaje a Julia Conesa, que a los 19 años, sin desearlo, sin haber cometido más crimen que ser una joven idealista afiliada a las JSU, fue víctima del horror de la tiranía.
Publicado en Oviedo Diario, 28 de junio de 2008.
2 Comments:
Había otra rosa roja también del municipio, de Trubia: Joaquina López Lafitte.
Esta bien tu texto porque recuerda que la personalidad de Oviedo no la forjaron sólo las farolas (y los abrazafarolas :-)).
Saludos!
14:31
Gracias, Gonzalo, por este recuerdo dedicado a Julia Conesa Conesa, y a todas las personas que fueron muertas por defender una democracia, durante ese tremendo monumento a la intolerancia que llamamos Guerra Civil.
Julia nació en Oviedo. Y Joaquina López Lafite en Trubia. Ambas compañeras de prisión en la cárcel de mujeres de Ventas, llamadas "a Jueces" el 2 de agosto del 39, y juzgadas en "Las Salesas" de Madrid al día siguiente, de donde salieron con "La Pepa", la pena de muerte. Ambas fueron fusiladas al alba del 5 de agosto de 1939, en las tapias del cementerio del Este de Madrid (hoy, Cementerio de La Almudena").
Media hora antes que ellas, fueron fusilados 43 hombres, entre los que se hallaban el esposo de Blanca Brisac Vázquez (Enrique García Mazas), el novio de Virtudes González García (Valentín Ollero Paredes), o el primo de Luisa Rodríguez de la Fuente (Isidro Hernández de la Fuente).
Su deseo era poder morir juntos, poderse ver por última vez, despedirse ... pero tampoco se lo permitieron.
Que sus nombres, y el de todos aquéllos que aún no han podido ser hallados o identificados, NO SE BORREN DE LA HISTORIA.
Constanza Paje García.
09:17
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