Blog de artículos publicados en medios de comunicación.

4.11.06

DESCUBRIDORES DE PLACAS

Un amigo mío, que recientemente se ha convertido en pariente, me contó el otro día como la llegada del primer televisor al escaparate de una tienda de electrodomésticos en el pueblo de su infancia, echó por tierra cualquier atisbo de reverencia a gobernantes y poderosos. Aquel crío de hace unas décadas no cesaba de escuchar que tal o cuál alcalde, gobernador civil, delegado del Movimiento, ministro o general(ísimo) había descubierto una placa, un día en el Parque de Turón, otro en el Retiro madrile?o y al día siguiente en la nacional radial VI. Se figuraba en su candidez que los honores que dispensaban a los próceres eran una recompensa a su mágica y habilidosa capacidad para hallar lo que a otros estaba oculto. Descubrir una placa vendría a ser en aquel ni?o algo similar a sacar a la luz la Piedra Roseta o la Dama de Elche; como no honrar, por lo tanto, al audaz arqueólogo. La creciente sospecha que ocasionaba que siempre fueran los mismos aquellos presuntos exploradores se confirmó con la primera televisión, al contemplar aquel evento: simplemente se trataba de descorrer una cortina tras la que aparecía la dichosa placa, que para más inri tenía grabado el nombre del descubridor, acto que proseguía con aplausos y discursos inflamados. El día del desenga?o, feliz al fin de cuentas, comenzó el principio del fin de la ingenuidad política de aquel crío.
Unas décadas después, difícilmente se podrá producir el mismo espejismo, vista la práctica habitual de contemplar, por las infinitas pantallas que nos rodean, la colocación o descubrimiento de placas en toda obra o instalación pública que se precie. Esta costumbre, que evidentemente no es sólo asturiana, tiene fieles seguidores en todas las administraciones, y pocos se libran realmente de esta tendencia; pero tiene en algunos políticos de derechas a los campeones del autobombo. Un ex ministro asturiano metido ahora a marchante de arte se dedicó a inaugurar prospecciones y sembrar esta tierra de monolitos con su nombre y primeras piedras, que muchas veces no tuvieron su segunda y subsiguientes. Por su parte, el Alcalde de Oviedo ha alcanzado tal grado de megalomanía que ha poblado los centros sociales de la capital de fotografías presuntamente artísticas y al mismo tiempo presuntamente realizadas por él; esto no es extra?o en esta curiosa personalidad, que incluso llegó a creerse en el derecho de indicar a los ovetenses cuál debía de ser su equipo de fútbol.
Volviendo al asunto, es cierto que resulta razonable, y hasta justo, que los gobernantes muestren a la ciudadanía sus logros y pretendan dar a conocer su gestión, subrayando quien impulsó o finalizó tal o cual equipamiento público. No me molestan demasiado algunas vanidades u orgullos, si quien hace gala de los mismos tiene realmente motivos, trayectoria y gestión que exhibir. Ahora bien, posiblemente hace tiempo que se ha sobrepasado con creces el límite de lo prudente en este capítulo. Si la acción política se circunscribe a un permanente marketing electoral y se vincula exclusivamente a lo inmediático (el palabro es de Felipe González), el espacio para la reflexión ideológica y para la discusión de programas se reduce correlativamente. Si al ciudadano se le marea, un día sí y otro también, con oleadas de placas conmemorativas, publicidad institucional y merchandaising oficial, lo que se acaba consiguiendo es un cierto hastío por saturación del personal, y, en el peor de los casos, una inevitable comparación entre el representante público y el comercial de cualquier crecepelo milagroso. No olvidemos que el líder político o el representante ciudadano no tiene que vender nada a nadie, y ni siquiera persuadir con a?agazas, sino convencer con el uso de la palabra, la razón, la dación de cuentas y, sobre todo, el diálogo sincero con aquel a quien se aspira a representar democráticamente.Urge por lo tanto una reflexión entre los partidos políticos, sobre el tipo de lenguaje y los medios utilizados en la pugna cotidiana. No se trata de impartir teoría política todos los días; pero tampoco de banalizar hasta convertir la cosa pública en un debate sobre quien lava más blanco.

Publicado en el suplemento de Asturias de Revista Fusión. Noviembre de 2006.