CUIDADO CON LA ISLAMOFOBIA
Vuelve el Sr. Iglesias Caunedo de un viaje a Israel, en representación del Ayuntamiento de Oviedo, con algunas certezas absolutas que nos confiesa en un artículo publicado en LA NUEVA ESPA?A. Enhorabuena por ellas, pero, ?de verdad cree en tales verdades incuestionables? ?No cree que ofrecer sus certidumbres como irrebatibles le acerca a aquellas ideas fundamentalistas que crítica?
Su primera verdad revelada es que el mundo islámico es, en esencia, incivilizado, arcaico y desigualitario. Empieza generalizando y simplificando. Los países y comunidades de mayoría musulmana son muy diversos (desde Indonesia a Marruecos o desde Bosnia-Herzegovina a Nigeria), y en ellos mismos se producen también contradicciones derivadas de una pluralidad incuestionable. Hay formas diferentes de analizar y entender los preceptos islámicos, y continuas controversias sobre las relaciones entre el poder civil y el poder religioso. Además, en muchos de los países de mayoría islámica también existen otros grupos que profesan otras confesiones o no profesan ninguna. Por supuesto, en estos países se producen evoluciones (e involuciones, que duda cabe) en relación con la protección de los derechos humanos de todas las personas. Es evidente que el menor desarrollo económico de esta zona del mundo introduce dificultades adicionales, empezando por el refugio en identidades cerradas frente al terceros.
Pero, siguiendo el consejo cristiano, miremos antes la viga en el propio ojo. El mismo proceso y las mismas contradicciones ocurren en los países de mayoría cristiana, aunque sobre otras circunstancias bastante más benévolas. Revisemos el impacto de los movimientos religiosos en la política norteamericana, con Bush invocando a Dios como su aliado para expandir su guerra santa en Iraq. Analicemos el refugio en identidades excluyentes acaecido en Europa, asolada en el siglo XX por los estragos del nacionalismo visceral. O, por quedarnos más cerca, advirtamos el persistente intento de la Iglesia espa?ola de determinar las leyes relativas a la educación o el matrimonio civil. No olvidemos que hasta hace cuatro días en Espa?a estaba consagrada legal y socialmente una feroz desigualdad entre hombres y mujeres.
La democracia y el Estado de Derecho claro que están más consolidados en la llamada sociedad occidental, por fortuna para aquellos a los que el azar nos ha deparado nacer aquí, pero en algunas cuestiones no estamos tan lejos del Sur, y en muchas otras no podemos alardear de superioridad moral, precisamente. Desprenderse de imposiciones religiosas y culturales arcaizantes no es un proceso sencillo, y, sobre todo, requiere alternativas moralmente más elevadas que aquellas que se abandonan. Hasta el momento, la opción que las potencias occidentales han sugerido al mundo islámico ha sido, el yugo del colonialismo, primero, y la losa del neocolonialismo después.
Su segunda evidencia incuestionable es que la izquierda es relativista y permisiva con la doctrina islamista, trayendo a colación la conflictiva realidad de Oriente Medio. No comparto en absoluto esta percepción. El vector principal de cualquier corriente de la izquierda moderna es, precisamente, el igualitarismo (respetando la libertad individual) y el universalismo. La consideración del ser humano como titular de una serie de derechos incuestionables, independientemente de la tradición de la que provenga, y sin que ninguna excepción cultural justifique un trato discriminatorio a cualquier individuo, es una se?a de distinción de la izquierda democrática. Este universalismo precisamente se refleja no sólo en la Declaración de los Derechos Humanos de 1948, sino también en la regulación de las relaciones internacionales a través del sistema de las Naciones Unidas. El multilateralismo, el respeto a la legalidad internacional, y el progreso colectivo basado en el apoyo mutuo son precisamente las bases de la doctrina que José Luis Rodríguez Zapatero expuso en su planteamiento de la Alianza de las Civilizaciones, denostada por el mismo Partido Popular que respalda el unilateralismo de la superpotencia, resta importancia al cumplimiento de las resoluciones de Naciones Unidas en Irak y Oriente Medio, y alienta la desconfianza entre el mundo occidental y las sociedades de mayoría musulmana.
Las firmes convicciones expuestas por Iglesias Caunedo, lamentablemente, se parecen mucho a los tópicos y las consignas que difundidas por la FAES y el pensamiento neocon. Personalmente, me quedo con mis infinitas dudas y mi proceso de aprendizaje, antes que con las certezas de Iglesias Caunedo. Aunque una seguridad si que tengo: la islamofobia que late detrás de las palabras de Iglesias Caunedo es tan peligrosa como el propio fundamentalismo islámico o el antisemitismo. Cuanto menos, se parecen mucho: revelan la misma miopía.
Su primera verdad revelada es que el mundo islámico es, en esencia, incivilizado, arcaico y desigualitario. Empieza generalizando y simplificando. Los países y comunidades de mayoría musulmana son muy diversos (desde Indonesia a Marruecos o desde Bosnia-Herzegovina a Nigeria), y en ellos mismos se producen también contradicciones derivadas de una pluralidad incuestionable. Hay formas diferentes de analizar y entender los preceptos islámicos, y continuas controversias sobre las relaciones entre el poder civil y el poder religioso. Además, en muchos de los países de mayoría islámica también existen otros grupos que profesan otras confesiones o no profesan ninguna. Por supuesto, en estos países se producen evoluciones (e involuciones, que duda cabe) en relación con la protección de los derechos humanos de todas las personas. Es evidente que el menor desarrollo económico de esta zona del mundo introduce dificultades adicionales, empezando por el refugio en identidades cerradas frente al terceros.
Pero, siguiendo el consejo cristiano, miremos antes la viga en el propio ojo. El mismo proceso y las mismas contradicciones ocurren en los países de mayoría cristiana, aunque sobre otras circunstancias bastante más benévolas. Revisemos el impacto de los movimientos religiosos en la política norteamericana, con Bush invocando a Dios como su aliado para expandir su guerra santa en Iraq. Analicemos el refugio en identidades excluyentes acaecido en Europa, asolada en el siglo XX por los estragos del nacionalismo visceral. O, por quedarnos más cerca, advirtamos el persistente intento de la Iglesia espa?ola de determinar las leyes relativas a la educación o el matrimonio civil. No olvidemos que hasta hace cuatro días en Espa?a estaba consagrada legal y socialmente una feroz desigualdad entre hombres y mujeres.
La democracia y el Estado de Derecho claro que están más consolidados en la llamada sociedad occidental, por fortuna para aquellos a los que el azar nos ha deparado nacer aquí, pero en algunas cuestiones no estamos tan lejos del Sur, y en muchas otras no podemos alardear de superioridad moral, precisamente. Desprenderse de imposiciones religiosas y culturales arcaizantes no es un proceso sencillo, y, sobre todo, requiere alternativas moralmente más elevadas que aquellas que se abandonan. Hasta el momento, la opción que las potencias occidentales han sugerido al mundo islámico ha sido, el yugo del colonialismo, primero, y la losa del neocolonialismo después.
Su segunda evidencia incuestionable es que la izquierda es relativista y permisiva con la doctrina islamista, trayendo a colación la conflictiva realidad de Oriente Medio. No comparto en absoluto esta percepción. El vector principal de cualquier corriente de la izquierda moderna es, precisamente, el igualitarismo (respetando la libertad individual) y el universalismo. La consideración del ser humano como titular de una serie de derechos incuestionables, independientemente de la tradición de la que provenga, y sin que ninguna excepción cultural justifique un trato discriminatorio a cualquier individuo, es una se?a de distinción de la izquierda democrática. Este universalismo precisamente se refleja no sólo en la Declaración de los Derechos Humanos de 1948, sino también en la regulación de las relaciones internacionales a través del sistema de las Naciones Unidas. El multilateralismo, el respeto a la legalidad internacional, y el progreso colectivo basado en el apoyo mutuo son precisamente las bases de la doctrina que José Luis Rodríguez Zapatero expuso en su planteamiento de la Alianza de las Civilizaciones, denostada por el mismo Partido Popular que respalda el unilateralismo de la superpotencia, resta importancia al cumplimiento de las resoluciones de Naciones Unidas en Irak y Oriente Medio, y alienta la desconfianza entre el mundo occidental y las sociedades de mayoría musulmana.
Las firmes convicciones expuestas por Iglesias Caunedo, lamentablemente, se parecen mucho a los tópicos y las consignas que difundidas por la FAES y el pensamiento neocon. Personalmente, me quedo con mis infinitas dudas y mi proceso de aprendizaje, antes que con las certezas de Iglesias Caunedo. Aunque una seguridad si que tengo: la islamofobia que late detrás de las palabras de Iglesias Caunedo es tan peligrosa como el propio fundamentalismo islámico o el antisemitismo. Cuanto menos, se parecen mucho: revelan la misma miopía.
Publicado en el suplemento "Oviedo y centro" del diario La Nueva Espa?a, 11 de noviembre de 2006.
1 Comments:
Me parece una gran respuesta a pensador de tama?a categoría. En la vida hay pocas certezas absolutas, habría que pensar si el tratamiento que se dispensa a ciertos delincuentes es admisible en una civilizacion que se considera paradigma de la democracia. Sigo pensando que haremos un mundo mejor sólo sobre la base de la libertad y el respeto.
Salud (Raúl)
23:30
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