ECLIPSE EN OVIEDO
Si Oviedo era una ciudad dormida, como Dolores Medio afirmaba, el letargo hoy se ha convertido en infinito. Tenemos el récord de inmovilismo, el campeonato de la indiferencia y una insoportable tolerancia con la infamia.
Ojo, eso tiene sus encantos: Oviedo es más Oviedo que nunca en estos días de humedad perpetua, silenciosas horas y paredes que parecen sangrar agua. Oviedo se parece hoy más al Oviedo gomoso, torpe y acomodado que asume la ceguera como opción y la cuesta abajo como alternativa ética y estética. Acepto que incluso esta elección tiene sus ventajas; hemos convertido a la ciudad en un parque temático maravilloso para el olvido, en una ciénaga para el entierro de ideas. Una ciudad inmejorable para la nada cotidiana, la rutina de la mediocridad. Mucha gente lo prefiere, y es legítimo. Respeto, aunque no sin asombro, el derecho al bostezo.
Aunque los hay que, rozando la necedad, preferimos aspirar al proyecto épico de espacio compartido. Sabemos que somos pocos, llevamos a?os de espera sin resultado y además nos estamos lamiendo las heridas día sí, día también, mientras afuera (en el mundo ajeno al eclipse de Oviedo), las cosas siguen moviéndose. Pero que no nos quiten nuestro derecho a empecinarnos en que es posible imaginar una ciudad dinámica, creativa, sugerente, abierta y plural..
Si perdemos, en el fondo tendremos “el brillo del fracaso en la mirada”, que Ángel González apreciaba en los indianos (nuevamente la marcha y el regreso acuden como hilo argumental) devueltos a la tierra con la derrota bajo el brazo, que también los hubo. Entretanto nos decidimos a ganar esta ciudad para la libertad, nos refugiamos en un pu?ado de cafés, escondrijos y esquinas propicias a la resistencia. Con eso a veces, incluso, nos conformamos. Deseo de veras que no sea así.
Ojo, eso tiene sus encantos: Oviedo es más Oviedo que nunca en estos días de humedad perpetua, silenciosas horas y paredes que parecen sangrar agua. Oviedo se parece hoy más al Oviedo gomoso, torpe y acomodado que asume la ceguera como opción y la cuesta abajo como alternativa ética y estética. Acepto que incluso esta elección tiene sus ventajas; hemos convertido a la ciudad en un parque temático maravilloso para el olvido, en una ciénaga para el entierro de ideas. Una ciudad inmejorable para la nada cotidiana, la rutina de la mediocridad. Mucha gente lo prefiere, y es legítimo. Respeto, aunque no sin asombro, el derecho al bostezo.
Aunque los hay que, rozando la necedad, preferimos aspirar al proyecto épico de espacio compartido. Sabemos que somos pocos, llevamos a?os de espera sin resultado y además nos estamos lamiendo las heridas día sí, día también, mientras afuera (en el mundo ajeno al eclipse de Oviedo), las cosas siguen moviéndose. Pero que no nos quiten nuestro derecho a empecinarnos en que es posible imaginar una ciudad dinámica, creativa, sugerente, abierta y plural..
Si perdemos, en el fondo tendremos “el brillo del fracaso en la mirada”, que Ángel González apreciaba en los indianos (nuevamente la marcha y el regreso acuden como hilo argumental) devueltos a la tierra con la derrota bajo el brazo, que también los hubo. Entretanto nos decidimos a ganar esta ciudad para la libertad, nos refugiamos en un pu?ado de cafés, escondrijos y esquinas propicias a la resistencia. Con eso a veces, incluso, nos conformamos. Deseo de veras que no sea así.
Versión en castellano. Publicado en Les Noticies el 17 de octubre de 2003.
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