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12.10.11

DESENLACE PREVISIBLE EN LA “OPERACIÓN DE LOS PALACIOS”

No era necesario ser Nostradamus para anticipar que la llamada operación de los Palacios, que ejemplifica un modelo de gestión local fracasado y que marcó buena parte del debate político municipal en la pasada década, iba a acabar como el rosario de la aurora. Un repaso a la hemeroteca nos permite analizar el cúmulo de despropósitos, incapacidades, apaños, compadreos indecorosos y desprecios al interés público que han jalonado este largo proceso desde que se anunció la utilización de un contrato de concesión de obra pública para la construcción de un Palacio de Congresos y Exposiciones en Buenavista y un Palacio de las Artes en el Vasco, hasta el momento actual, en el que nos aproximamos al punto de destino de esta pequeña historia local plagada de miserias.

Aunque trate de mirarse con indulgencia, el balance de la operación es desolador. En la parcela del antiguo estadio Carlos Tartiere la ciudad cuenta con un edificio envejecido prematuramente y que no goza precisamente del favor popular. Para el común de los mortales y para los entendidos –salvo para algunos iluminados o interesados- todo lo imponente del complejo se diluye al chocar brutalmente con el entorno y al perder la originalidad, porque contar con un edificio firmado por Calatrava ya no es rasgo exclusivo de ciudades selectas. Por si fuera poco, contemplamos como el proceso de construcción ha deparado un mar de pleitos que, al menos, nos permiten conocer la temeridad generalizada en el proceder de muchos de los implicados en este proyecto. El resultado global no ha quedado marcado por el fulgor del blanco Calatrava sino por el velo de desatinos que lo rodea, por un una visera inmóvil, un sistema hidráulico para erguirla que hasta ahora es inútil, un diseño flagrantemente antifuncional, unos elementos decorativos exteriores que no pasaron del dibujo, unos edificios administrativos anexos que desagradan a funcionarios y usuarios, un centro comercial con un buen número de locales vacíos y, en suma, por una desdichada aventura que nos ha legado un recinto de congresos privatizado pero incapaz de funcionar sin la respiración asistida de las –cada vez más insostenibles- subvenciones públicas y unas oficinas laterales que sólo pudieron salir adelante con su adquisición por la Administración.

En la parcela del Vasco nos encontramos con una versión corregida y aumentada del asalto al interés público que ha predominado en la operación. Cualquier ciudadano informado y consciente no podrá evitar rechinar los dientes al pasar por la acera de la calle Víctor Chavarri (la única que no lleva años ocupada por la obra) y comprobar como en un suelo que era de titularidad pública y que estaba destinado a dar servicio a todos los ciudadanos con nuevos equipamientos acaba convertido en suelo residencial privado en el que se están construyendo, a buen ritmo, lo único que algunos son capaces de hacer con rapidez: pisos (que en este caso no serán viviendas protegidas, precisamente). Ahí está el valor añadido aportado a la mejor parcela disponible del centro de la ciudad, que se escurrió del patrimonio municipal sin contraprestación equivalente por su enajenación y sin que ya nadie se acuerde de hacer valer los compromisos de la relación contractual entre el Ayuntamiento y empresa beneficiaria.

Es cierto que los ciudadanos estábamos avisados y que no fuimos capaces de generar, colectivamente, la presión adecuada para revertir la peligrosa tendencia. Desde el primer momento algunas voces advirtieron de los riesgos que comportaba el modelo de gestión que concentraba en un mismo contrato las actuaciones del Vasco y Buenavista. Cuando todo eran parabienes al espíritu emprendedor de quien asumía este reto desde el sector privado, una minoría política y social de esta ciudad nos empeñamos en resaltar los peligros para el interés público que acechaban y que se fueron confirmando con las modificaciones del contrato –hasta hacerlo irreconocible-, la disminución de los bienes que quedarían bajo titularidad municipal, la engañosa enajenación de la parcela del Vasco y el fracaso de los sucesivos proyectos para ésta.

Que ahora, tanto el interés público local como el de la empresa que acometió este proyecto se resientan severamente por una operación que está resultando económica y socialmente ruinosa, no es ninguna sorpresa y no cabe sólo imputarlo al contexto de crisis. Que el tiempo nos esté dando la razón a los escépticos con esta operación tampoco es ningún consuelo.

Publicado en Oviedo Diario, 1 de octubre de 2011.

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