EN LA MUERTE DE UN HOMBRE LIBRE

Se ha dicho, y es indiscutible, que en la experiencia vital de Semprún confluyeron muchos de los acontecimientos históricos del terrible e intenso siglo XX. Pero no hablamos sólo de un testigo excepcional que relató lo que contempló y padeció en primera persona, como en las inolvidables y angustiosas El largo viaje (1963) o Viviré con su nombre, morirá con el mío (2001). Hablamos también del hombre lúcido capaz de interpretar los hechos y extraer consecuencias para su acción política y sus decisiones personales. Porque Semprún no fue sujeto pasivo de la historia, aunque sí sufridor de élla, empezando por su condición de víctima de la pesadilla nazi. Desde el momento en que, con apenas 20 años, el joven estudiante de Filosofía tomó partido por la resistencia contra la ocupación alemana, con riesgo para su vida, vinculó reflexión y activismo de forma inseparable para el resto de sus días. A esta actitud de coherencia sumó la capacidad de analizar permanentemente el sentido de su militancia, con una actitud profundamente consciente, autoexigente y crítica, alejada de la tendencia falsamente autosuficiente en la que en ocasiones se cae desde las estructuras de organización política. Fue, por ello, vehemente e incómodo, dispuesto a desenvolverse en el conflicto a veces necesario y preparado para asumir las consecuencias de sus posiciones. Obtendríamos una visión edulcorada y parcial de Semprún si no se destacase este aspecto controvertido, que le llevó a confrontaciones, a veces ásperas: con el PCE del que fue expulsado en 1964, pese a haber anticipado la necesidad de cambios como los que luego, asumidos por este partido, dieron paso al necesario distanciamiento del bloque soviético; con sectores significativos del PSOE, al alinearse en las tensiones internas en su etapa gubernamental (1988-1991), pese a su condición de independiente; o con personalidades destacadas de la actividad cultural en España, mientras estuvo al frente del Ministerio. Episodios magníficamente recogidos en Autobiografía de Federico Sánchez (1977) o Federico Sánchez se despide de ustedes (1993); obras que, por otra parte, van mucho más allá de un repaso literario a las inevitables contradicciones de la izquierda.
Aunque siempre quedará lo que ha dejado escrito, con Semprún se pierde –y la echaremos en falta- una voz autorizada, elocuente y veraz. La de un hombre radicalmente libre, ferozmente celoso de su independencia y grabado con las cicatrices más vivas de la historia.
Publicado en Oviedo Diario, 11 de junio de 2011.
Etiquetas: buchewald, federico sánchez, jorge semprún, ministro de cultura
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