Blog de artículos publicados en medios de comunicación.

25.4.11

FALACIAS DEL NUEVO CONSERVADURISMO

Un buen número de los eslóganes que veremos repetidos en los próximos meses, entre las ofertas que se expondrán en el ciclo que se abre con las elecciones autonómicas del próximo mes de mayo, irá dirigido a establecer –indirectamente- una contraposición, profundamente interesada, entre el dinamismo y actividad de la sociedad frente al sistema público, incluyendo en éste, y como objeto de crítica, no sólo el aparato administrativo y la estructura encaminada a la prestación de los servicios, sino también las propias regulaciones que pretenden servir a los objetivos de las políticas públicas. Expresada de forma más tosca, pero eficaz en estos tiempos de simplificación, hemos visto esta idea recogida en el lema “Más sociedad, menos gobierno” de la precampaña del PP, y en su empeño por desacreditar en su conjunto la acción estatal. No es precisamente innovador este discurso, ya que procede de la ola conservadora impulsada por Thatcher y Reagan en la década de los 80, resumida en la filosofía “el Gobierno no es la solución a nuestro problema, el Gobierno es el problema”, enunciada por este último; enlaza con la práctica de Bush Jr. y los neocons; y conecta con el más cercano éxito de David Cameron en las elecciones legislativas británicas de 2010, bajo la bandera de la Big Society.
La táctica y la consigna son conocidas; también los efectos inmediatos de las fórmulas que aplica: reducción de la protección social y de los derechos de los trabajadores, vía libre a las prácticas especulativas y a la plena desregulación del mercado, retirada del sector público de la provisión de servicios y reducción de los instrumentos de intervención de la Administración. Contrariamente a lo que sería esperable en un recetario sinceramente liberal –etiqueta distorsionada por el enorme abuso que del término se hace-, suele acompañarse esta práctica política con una tendencia hacia estilos autoritarios, populismos nacionalistas y maneras agresivas, en particular cuando las cosas se tuercen, y para muestra los postulados que se gastan los defensores de esta nueva ola conservadora en, por ejemplo, política exterior, familia, medio ambiente, igualdad entre hombres y mujeres, inmigración o derechos de las minorías, materias en las que se plantea, abierta o subrepticiamente, la revisión de los avances conseguidos en las últimas décadas.
Lo que es diferente en esta ocasión, sin embargo, es el contexto en el que se pretende la aplicación de este modelo. A resultas de la crisis económica, del desequilibrio de las fuerzas el mercado y del repliegue del Estado, el entorno es mucho más favorable para la ejecución de la agenda conservadora, que además encuentra, en los países occidentales, resistencias debilitadas: insuficiente continuidad en los movimientos sociales, sindicatos desgastados, desorientación en la socialdemocracia para ofrecer políticas sustancialmente diferentes, etc. La filtración del pensamiento dominante, hasta arraigar en sectores sociales que resultan perjudicados por éste, es propia de un escenario de ausencia de alternativas, en el que, a fuerza de repetición y servidos de la fuerte implantación en los medios de comunicación, se ha instalado una actitud favorable para aplicar su programa.
No obstante, nada de esto esconde el sofisma sobre el que se sostiene la construcción teórica del nuevo conservadurismo. Argumentar que la limitación del poder público implica automáticamente un mayor margen de actuación y nuevos incentivos para la iniciativa de la sociedad parte de una diferenciación entre estos dos ámbitos que es totalmente falsa, máxime en sistemas democráticos; supone asumir, sin ninguna prueba que lo acredite, que los recursos que el primero utiliza, si deja de requerirlos, inmediatamente se transfieren a la sociedad en su beneficio; significa denostar la aportación que representan los bienes y servicios públicos, hoy por hoy fundamentales; y supone menospreciar la posibilidad de que los conflictos e iniquidades que laten en toda sociedad provoquen que el que ya es fuerte y poderoso mejore, en detrimento del resto, su posición en ausencia de limitaciones y redistribución.
De lo que sí hay pruebas –y el efecto de las políticas llamadas neoliberales lo acredita- es, precisamente, de lo contrario. Lo que hace a una sociedad más pequeña, desestructurada y débil no es necesariamente el tamaño de su gobierno o el radio de acción de los poderes públicos, sino, entre otras causas, la injusticia social desaforada, la inexistencia de redes de apoyo a las personas con menos posibilidades, la desorbitada exaltación de la cultura del éxito económico en detrimento de otros valores o la desconsideración del efecto, no siempre positivo, que las acciones individuales puede tener sobre el resto.


Publicado en Fusión Asturias, abril de 2011.

2 Comments:

Blogger José Enrique Carrero-Blanco Martínez-Hombre said...

Para empezar, me salgo del guión establecido por el sistema y que nadie ha osado discutir aunque sea una falacia. En ciertas ocasiones me recuerda a Matrix. Por eso impugno el significado que se le da a los términos políticos izquierda y derecha, que cualquiera que entre en la web de la RAE verá que no encaja en absoluto con los significados reales y originales. Así izquierda, según la RAE:
"10. (Por la posición que ocupaban los componentes en las asambleas de la Revolución francesa). f. En las asambleas parlamentarias, conjunto de los representantes de los partidos no conservadores ni centristas.

11. f. Conjunto de personas que profesan ideas reformistas o, en general, no conservadoras."

Y derecha:
"25. (Por la posición que ocupaban los componentes en las asambleas de la Revolución Francesa). f. En las asambleas parlamentarias, los representantes de los partidos conservadores.

26. f. Conjunto de personas que profesan ideas conservadoras."

El que es de verdad de izquierdas es el que profesa ideas reformistas o, en general, no conservadoras. Y, ¿qué significa realmente "conservador"? Según la RAE: "2. adj. Dicho de una persona, de un partido, de un gobierno, etc.: Especialmente favorables a la continuidad en las formas de vida colectiva y adversas a los cambios bruscos o radicales. U. t. c. s."

Expuesto esto, ¿se puede sostener que quien pretenda cambiar el sistema actual pueda ser conservador? En absoluto, porque, ¿cómo se puede ser conservador y a la vez reformista? Suena a esas piruetas dialécticas destinadas a mantener las apariencias, como el caso del Partido Revolucionario Institucional. Por eso el que basa sus discursos o argumentos en contraposición a un concepto mal visto o denostado. En el caso del artículo, el inconsciente del autor ha querido enfatizar la oposición a una determinada idea o propuesta en base a que es "conservadora", lo que es una contradicción in terminis porque no se puede apelar a una reforma y que a su vez sea una idea conservadora. Por ello, el autor, que se considera de izquierdas, ha interiorizado, como lo ocurre a mucha más gente, unos conceptos manipulados, cuyo origen proviene de la elaboración de una propaganda destinada a las capas de la población analfabetas. Recuérdese que a principios del Siglo XX, la tasa de analfabetismo en España era muy elevada. Y por algo temían ciertos partidos, como el PSOE, en la II República española, que las consecuencias de extender el sufragio universal al voto femenino fuera que las mujeres, muy devotas ellas, votasen lo que le dijera el párroco, y por ello votaron en contra del voto femenino, por mucho que ahora se apropien de la figura de Clara Campoamor, que fue diputada por el Partido Radical de Alejandro Lerroux, que presidía el Gobierno que sufrió el intento de golpe de Estado de 1934.

continuará

19:54

 
Blogger José Enrique Carrero-Blanco Martínez-Hombre said...

continua...

En fin, dejando de un lado los incisos históricos, el motivo principal por el que se sigue etiquetando a la sociedad en izquierdas y derechas, no es otro que tener un caladero de votos fijo, que se base en las vísceras, en el voto de familia. Por eso mismo no interesa emprender ninguna reforma educativa honesta, tendente a que los ciudadanos piensen por si mismos. Quieren seguir en el poder, ocupando moqueta. A fin de cuentas lo han convertido en una profesión. Así que los librepensantes son incómodos para los partidos españoles, son excluidos porque temen en los aparatos a las personas que les puedan hacer sombra.

En fin, cerrando los motivos de mi impugnación, entro a la cuestión de fondo y, como introducción, asumo el concepto aristotélico de que la virtud está en el medio. No se puede abrogar el Estado, ni tampoco el Estado debe ocuparlo todo usurpando los aspectos privados de las personas. El Estado no debe de intervenir en donde no sea necesario. Muchas veces, un Estado demasiado intervencionista ahoga, por no decir mata la iniciativa privada, impidiendo que sus ciudadanos más emprendedores se puedan enriquecer y la vez enriquecer al país al que pertenecen o residen. Tampoco se debe desarticular por completo al Estado porque siempre es necesario instrumentos de control ni de mecanismos que garanticen la igualdad de oportunidad. Recordemos que el Estado no es un fin en si mismo, aunque a veces se confundan los objetivos. Porque cuando se empiezan con las confusiones, se acaban mezclando los intereses particulares del gobernante de turno con los intereses generales, y de ahí que, ante la falta de argumentos, se pretenda patrimonializar la sociedad entera.

19:55

 

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