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6.8.10

JUSTICIA PARA JOSÉ COUSO

El paso del tiempo a veces provoca que acontecimientos que en su momento despertaron nuestra indignación y motivaron que nos cuestionásemos muchas cosas, aunque dejen cierta huella en nosotros, acaben por ser digeridos por la propia rutina y por cierta costumbre en la contemplación de la iniquidad, pasando a formar parte de un tiempo pasado cuya incidencia en la vida presente parece diluida.
Para muchos, quizá, esto sucedió con el caso de José Couso Permuy, cámara abatido el 8 de abril de 2003 por el disparo de un carro de combate norteamericano contra el Hotel Palestina de Bagdad, alojamiento de la prensa internacional en los días inmediatamente posteriores a la ocupación de la ciudad por el ejército estadounidense. En aquel momento, al enorme rechazo que en la sociedad española provocó la guerra de Iraq y el apoyo del Gobierno a la agresión, se unió la irritación por el asesinato de Couso, visto a todas luces como el intento de evitar que los profesionales de los medios de comunicación pudieran desarrollar su trabajo, en un momento histórico decisivo, de forma libre, sin intimidaciones ni amenazas. Cabe recordar que junto a Couso, perdió la vida en ese mismo ataque el cámara ucraniano Taras Prostyuk, de la Agencia Reuters, y otros tres periodistas resultaron heridos.
Inmediatamente después de estos sucesos, la familia y amigos de José Couso demostraron que, contrariamente a lo que hubiera deseado el aparato del poder, ellos no estaban dispuestos a conformarse con meras declaraciones retóricas de solidaridad y a dejar que el tiempo amainase los deseos de desagravio. Contra la plaga del olvido colectivo, ante la falta de compromiso de las autoridades y frente al inevitable desánimo que este tipo de tareas suele generar, se empeñaron en transformar el duelo y la repulsa en serena y decidida búsqueda de justicia, como única forma efectiva de reparación. Entre otras medidas iniciaron una campaña permanente, mantenida durante todos estos años, para la denunciar este crimen y reclamar responsabilidades. Junto a las iniciativas dirigidas a concienciar sobre la naturaleza de estos acontecimientos y a presionar para el esclarecimiento del caso, optaron por hacer valer directamente su posición con la correspondiente querella que, en un largo y tortuoso recorrido, ha acabado derivando en la efectiva imputación de los responsables militares y en una orden de búsqueda y captura para su posterior extradición a España.
El hecho de que el disparo frente al Hotel Palestina fuese un ataque directo contra un objetivo civil, deliberado, desproporcionado e innecesario militarmente, con el fatal resultado final, lo convierte conforme las normas de derecho internacional humanitario, que regulan unas reglas mínimas de respeto vigentes en cualquier conflicto armado, en un crimen de guerra, cometido sobre un ciudadano español, sobre el que los tribunales españoles tienen competencia, y que todo Estado puede y debe perseguir conforme a los estándares básicos del Derecho Internacional. La identificación de los participantes en el ataque (el teniente coronel que dio la orden, el capitán que la transmitió y sargento que la ejecutó), permite imputar individualmente la comisión del delito y exigir la correspondiente responsabilidad penal. En caso de no encontrar colaboración activa en la puesta a disposición de los implicados, las autoridades españolas podrían reclamar a EEUU las responsabilidades derivadas del incumplimiento de los compromisos adquiridos en virtud del derecho internacional humanitario, y así se debería hacer.
En casos como éste, la perseverancia de los perjudicados es la que consigue activar los recursos que el sistema jurídico de garantías ofrece para proteger derechos básicos. Independientemente de las evidentes limitaciones para el efectivo procesamiento de los responsables, el ejemplo de tenacidad y el deseo de justicia de los familiares y amigos de José Couso resplandece entre la bruma de la impunidad y nos saca, además, de la temible inclinación –socialmente extendida- a conformarnos con el atropello cotidiano del poderoso.

Publicado en Oviedo Diario, 31 de julio de 2010.