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22.1.07

OVIEDO

Oviedo es la capital administrativa e institucional de Asturias. Una verdad de Perogrullo. Pero, ?es la capital social, económica, cultural y política de Asturias? ?Tiene qué serlo? ?Qué significa hoy la capitalidad? Desgranemos algunas posibles respuestas.
Oviedo concentra la mayor parte de la estructura administrativa del Principado de Asturias y de la administración periférica del Estado en nuestra Comunidad. Acoge además la mayor parte de los centros y administración de la Universidad. En torno a esta circunstancia se ha creado históricamente una red de servicios asociados a la actividad administrativa y universitaria –y a la importante cantidad de personal que arrastra- que ha deparado una serie de ventajas sociales y económicas para la ciudad nada desde?ables. La configuración histórica de Oviedo como centro de poder eclesiástico –en su tiempo muy relevante, hoy casi anecdótico-, universitario y administrativo le ha permitido gozar de una posición de privilegio en el marco asturiano. Como muestra de las repercusiones de ello, cabe destacar que mientras el resto de Asturias ha tenido que superar, con enormes dificultades, una profunda crisis de los sectores económicos tradicionales –minería, siderurgia, construcción naval, actividades agropecuarias-, el municipio de Oviedo en ningún momento padeció con idéntica fuerza el embate de la reconversión y sus derivaciones sociales. En términos generales, esta ventaja comparativa subsiste en la actualidad, quizá algo atenuada por una concepción menos centralista de la organización administrativa, por la dispersión de la Universidad en Mieres y Gijón, y sobre todo por la pujanza creciente de otros municipios del propio Área Central de Asturias. Pero la ventaja de partida subsiste.
Los beneficios de la capitalidad, admitidos de buen grado por la gran mayoría de asturianos, y soportados con estoicismo y deportividad por otros municipios, tienen no obstante un objetivo muchas veces olvidado. Quien disfruta de esa posición tiene que saber devolver al conjunto los frutos obtenidos por esa situación de privilegio, porque la centralizad que otorga la capitalidad no debe suponer una plácida conformidad o un fin en sí mismo. La condición de capital, o implica liderazgo y generosidad, o se convierte en una carga para el resto de territorios. Si además el ejercicio de la capitalidad se realiza desde la arrogancia y la confrontación por parte de los responsables municipales, cosa habitual hoy por hoy, no sólo se incumple el deber que comporta tal responsabilidad sino que además se erosiona notablemente el proyecto conjunto de Asturias; se pasa entonces del aprovechamiento en beneficio común de las ventajas otorgadas, al puro ventajismo y la gestión del privilegio pro domo sua.
?Ha aprovechado Oviedo la condición de capital? ?Ha revertido las ventajas obtenidas por ello en el resto de Asturias? Los ovetenses tenemos que ser autocríticos al responder a estas preguntas. Porque mientras el resto de Asturias ha cambiado, y mucho, en los últimos a?os, la posición de Oviedo sigue siendo, por lo general, la misma. Los municipios de nuestro entorno, o han superado en buena medida la crisis minerosiderúrgica (las comarcas del Caudal y el Nalón, Gijón o la comarca de Avilés) o han aparecido con fuerza en la escena económica de Asturias (por ejemplo, el eje Siero – Llanera). Los movimientos sociales, las experiencias de participación ciudadana, la actividad cultural popular –no elitista- y las nuevas manifestaciones de iniciativas creativas, tienen más presencia en otros lares, no tanto porque tengan más fuerza -que quizá también-, sino sobre todo porque consiguen influir en el discurso propio de la ciudad e incluso en la agenda de preocupaciones de los gobernantes. Oviedo continúa disfrutando de una plácida situación y los números de la ciudad siguen siendo los mejores en renta, crecimiento de población, seguridad, etc. Pero el rendimiento que se puede obtener de la capitalidad administrativa cada vez es menor, las estrategias de futuro son muy pocas (del turismo y el aparente embellecimiento estético sólo no se vive) , y las consecuencias del menor dinamismo social y político comienzan a ense?ar la patita por debajo de la puerta. Al mismo tiempo, muchos asturianos observan con preocupación como la exhibición de la capitalidad se realiza sólo para pedir recursos públicos, nunca para proponer, discutir u ofrecer.
El problema es que el discurso oficial de Oviedo ha esculpido a conciencia una imagen distorsionada de la ciudad. Oviedo no es sólo la palaciega ciudad de la apariencia, las estatuas, las ínfulas imperiales, las lamentables evocaciones del llamado “cerco” o el caudillismo de ayer y de hoy. Oviedo es también, y sobre todo, una ciudad con barrios llenos de personalidad y aspiraciones, con jóvenes llenos de proyectos sociales, empresariales y culturales bajo el brazo; e históricamente, además, también ha sido una ciudad en la que el espíritu crítico y liberal ha brillado con Clarín, la extensión universitaria o el grupo del 98 (Posada, Álvarez-Buylla, Sela, Canella, etc.).
La losa del pensamiento único localista en medios de comunicación y responsables municipales al referirse a Oviedo lo que pretende es ahogar o minimizar intencionadamente otras expresiones y realidades que, aunque a algunos le molesten, siguen latentes en la ciudad. Se ha proyectado insistentemente desde el poder local una imagen de Oviedo en la que muchos ovetenses no se sienten reflejados, pero que otros, a fuerza de repetición, han acabado por asumir. El orgullo del lenguaje oficial que expresa satisfacción con el actual estado de cosas no tiene que ver con la autoestima –necesaria- y el sentido de pertenencia a la ciudad –imprescindible-, sino que se parece mucho a un conformismo pernicioso, a un indisimulado desprecio por el entorno que nos rodea, a un desconocimiento de los nuevos vientos de la globalización, y, en definitiva, a una inquietante miopía. Aunque el problema vaya más allá del gobierno municipal, es indudable que el largo mandato de Gabino de Lorenzo en la Alcaldía, su inconfundible personalismo, su dominio de la escena institucional y mediática, y los modos que destila han contribuido a subrayar el protagonismo de ese Oviedo anticuado cuya noción de la capitalidad es tan ombliguista como cortoplacista. Lo que debe motivar una reflexión profunda en los sectores progresistas y liberales –en el mejor sentido del término- de la ciudad es como una persona con un bagaje tan ramplón como el del Alcalde ha conseguido prácticamente monopolizar el espacio político local durante 16 a?os.
El resultado de este proceso es que este Oviedo unidimensional y que se regocija entre sus cuatro paredes pierde fuerza, influencia y capacidad de empuje, en lo social, en lo político, en lo cultural y en lo empresarial. Y las repercusiones (también las resistencias) en la vida cotidiana de los ovetenses empiezan a aparecer, sobre todo en los sectores menos favorecidos y en la población joven, que se mueve por derroteros diferentes a los que indica el asfixiante discurso oficial.En mi opinión la ciudad de Oviedo puede encontrar nuevos bríos si busca su fortaleza en la cooperación con los municipios, la diversidad interna y el compromiso activo con el resto de Asturias. Oviedo debe ejercer una capitalidad responsable, un liderazgo dialogante con el entorno, participando como el que más en el proyecto asturiano, sin remilgos ni egolatrías. La red de poderes locales debe ser signo distintivo del panorama institucional y político asturiano, y Oviedo debe formar parte de ese enjambre, capitaneándolo con más auctoritas que potestas. La identidad asturiana es una suma de identidades y pertenencias, también de carácter local, y en ningún caso una contraposición o fricción de estas. En definitiva, no habrá una Asturias fuerte si Oviedo y, sobre todo, sus responsables municipales, silban tangos o se miran en el espejo.
Versión en castellano. Publicado en Les Noticies el 19 de enero de 2006.